Después de mañana, que es santa Cristina, y después del gran día de Santiago.. quizá en la semana, qué lindas son las semanas de julio, contaremos la historia y toda la verdad, que la verdad siempre se lleva por delante, del padre del niño morantista. Naturalmente es un hombre bueno..
Como el niño. Es hijo de un hombre bueno, un hombre de ley, un hombre de verdad. Es un niño morantista, como su papá. Morante y la bohemia enredada de su arte gitano le fascinan… A quién no le fascinan los lances de Morante? Sus luces, su arrebato?.. El niño lee mucho, juega mucho, es feliz.
El niño morantista se encontró en la playa un reloj muy hermoso y lo entregó donde debía. Tenía dueño: era de una de esas personas, en este caso una joven, que necesitan tantos halagos que se halagan a sí mismas, y mienten tanto que se creen la mentira. Qué falsedad!
Al niño morantista, que no vestía camisas de estampados imposibles, él iba con politos como su progenitor, no le importó que esa chica no le dijera ni gracias. Hacía el bien porque hay que hacer el bien, y ahí habita la alegría. La Luna besó su sueño, y soñó que Morante le regalaba una oreja..
Por la mañana el padre le dijo que irían a aplaudir al Genio de La Puebla en Pontevedra y Gijón.. pero esa ya es la historia del padre.. y merece ser contada en otra ocasión..
A los niños buenos
A los hombres buenos
A los morantistas buenos
A los genios, y a mi genio
A María y Emi
A mi querida hermana
A mi Luis, a dos días de su cumple
A Morante
A mi Sevilla
Y a la gente de verdad y de ley