Además de las estupendas calificaciones en el boletín el maestro le escribió unas palabras. Unas sencillas palabras: es un niño bueno. A su madre le encantó aquella mañana de recogida de notas. El mayor de sus hijos ya había cumplido los once, ya pedía permiso para ir al cine con los amigos o para salir al parque a comer pipas…
Y, sí, era justo un niño bueno. Morantista y aguadista, de corazón aficionado. Amigo de los libros de conquistas y de aventuras, leía en ese momento sobre El Cid. Deportista, chiquillo de zapatilla y de bicicleta. Un niño de ley. Los abuelos estaban orgullosísimos de él, y el padre no podía estarlo más. Era sonrisa de alegría…
..de alegría y de pureza! Era, como le habían enseñado los mayores, un niño puro. Honrado, humilde. De verdad. Ya se le iluminaban los ojos cuando pasaba por su lado la niña rubia de trenzas. Era defensor de la justicia, buen amigo, buen compañero, gran primo, mejor hermano. Vivía en un pueblo precioso, entre montañas…
…y de mayor sería un tipo leal, porque era un niño bueno con valores buenos y principios buenos..
Dedicado a las personas de verdad y de ley
A los pueblos preciosos
A Morante
A Pablo Aguado
A morantistas
A cada Cid actual
A mi Luis
A Carlos
Al jefe: muy de verdad
A los niños. Estos días reciben sus notas y dicen hola al verano..
A Blanca
