Construyendo, por: Raúl Asís Monforte González.
E-mail: raul@mienergiamx.com
Facebook: Raúl Asís Monforte González. Twitter: @raulmonforteg
Existe una estrecha, delicada e indisoluble conexión
entre el clima y el agua. Los efectos del cambio climático se hacen ampliamente
evidentes a través del agua, ya sea que haya muchísima, como sucede cuando hay inundaciones,
huracanes u otras tormentas, o que se encuentre tan escasa, como cuando hay
sequías, desertificación, incendios forestales y otros fenómenos.
Este tipo de eventos desafían a una infraestructura
avejentada y fatigada de suministro, tratamiento y disposición final de agua.
Los bajos niveles de agua que se están presentando en las presas, ponen en
riesgo el suministro de energía para millones de personas. Las olas de calor a
niveles récord que están experimentando China y la Unión Europea, están creando
disrupciones en los suministros, cortes de energía eléctrica, pérdidas
agrícolas y racionamiento de agua.
Las empresas de servicios públicos de suministro de
agua limpia y de tratamiento de las residuales, son responsables de alrededor
del 4 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero
(GEI), y el 70 por ciento de esto se debe exclusivamente al tratamiento de
agua.
Adicionalmente, hay que considerar que 8 de cada 10
litros de las aguas residuales, se devuelve al ambiente sin tratamiento.
Conforme esta brecha se cierra usando métodos convencionales de tratamiento,
las emisiones de este sector podrían experimentar un incremento del 10 por
ciento, cuando lo que realmente necesitamos es reducirlas en un 45 por ciento
para el año 2030, y alcanzar la neutralidad en 2050.
¿Cómo hacerlo entonces?
Tradicionalmente se ha culpado a las grandes
corporaciones de muchos males ambientales, sin embargo, hoy las grandes
empresas están demostrando ser las más dispuestas a abordar los problemas tanto
del clima como del agua, de la cual son grandes consumidores y también grandes
emisores. Ya se han dado cuenta de la importancia del agua y la reducción de
emisiones de GEI en sus operaciones de negocio y están dando los necesarios
pasos para perfeccionar su desempeño ambiental.
Una gran cantidad ellas han dispuesto hojas de ruta
para alcanzar la neutralidad, incluyendo a muchas de ellas persiguiendo el
objetivo de alcanzar el nivel de emisiones de magnitud 3 (Scope 3 emissions),
que significa no solamente hacerse cargo de sus propias emisiones, sino también
de aquellas de las que son indirectamente responsables, tanto aguas arriba como
aguas abajo de sus cadenas de valor.
Lo están haciendo porque reconocen que ya no es
posible la existencia de un negocio saludable, sin contar con un medio ambiente
saludable, y este es precisamente el cambio de paradigma que tendría que estar
ocurriendo.
Ahora bien, el verdadero desafío no está en saber
establecer objetivos, sino en alcanzarlos realmente, y el enorme valor que
tiene como recurso el tratamiento de agua está siendo escandalosamente
desperdiciado hasta ahora, por no estar incluido en los planes empresariales de
estrategias ESG (Environmental, Social, and Governance).
Tratar el agua residual tiene tanto potencial de
aprovechamiento energético, que podría fácilmente ser un proceso neutro en
emisiones de GEI, es necesario entenderlo sin más demora.