Por Jordy R. Abraham Martínez
Jordyabraham@gmail.com / @JordyAbraham
No se trata de una ideación de científicos conspirativos y sin credenciales. Tampoco hablamos de un problema mínimo que se ha exagerado por medios sensacionalistas. El cambio climático es una realidad, es medible y puede ser apreciado con cálculos precisos. El impacto de la humanidad sobre el ecosistema ha sido devastador. En muy poco tiempo hemos acabado con gran parte de él, por falta de conciencia.
A Gandhi se atribuye la frase: “El mundo es suficientemente grande para cubrir las necesidades de todos, pero no para cubrir la avaricia de muchos”. Estas palabras encierran una verdad contundente. Tras la industrialización, las economías de muchos países comenzaron a crecer exponencialmente.
Las nuevas oportunidades atrajeron a la población rural hacia las ciudades. Entonces, la urbanización se convirtió en un nuevo factor a ser explotado para obtener utilidades. La construcción de casas, complejos habitacionales y espacios de comercio o esparcimiento, se fue dando paulatinamente. Lo que antes eran áreas verdes, ahora son edificios y calles de asfalto. Las fábricas aumentaron y con ello la contaminación producida por ellas.
La globalización y el crecimiento demográfico produjeron una mayor generación de basura y desechos orgánicos. Los mares e incluso el subsuelo se encuentran en la actualidad seriamente contaminados.
Todos estos sucesos infortunados ocurrieron en un transcurso inverosímil de 150 años. En el Siglo XIX apenas se tocaba el tema del medio ambiente. Si en tan poco tiempo fue posible ocasionar tal grado de daño, es imperativo detener este curso. De continuar esta tendencia, en cien años más, los estragos serían irreversibles. Los glaciares se derretirán, la temperatura del planeta incrementará y los fenómenos meteorológicos se intensificarán. La advertencia ya está hecha. Hoy en día el derecho a un medio ambiente sano, es considerado un derecho humano en el plano internacional.
Las naciones han iniciado una cooperación con el ánimo de encontrar soluciones comunes para combatir esta problemática que compete a todos. Así, se dio vida al Acuerdo de París en 2015. La colaboración es el pilar de este tratado vinculante, por lo que se celebró el compromiso adquirido por sus signatarios. No obstante, en recientes días, el presidente estadounidense Donald Trump, ha anunciado que E.E.U.U. ya no formará parte de este pacto. Con ello, es probable que Estados Unidos retire el financiamiento acordado, lo cual supondría una significativa merma, sumamente perjudicial para el proyecto de acción medioambiental.
Una vez más, se pone en evidencia la carencia de interés por parte de Trump hacia el respeto del derecho internacional. Todos los derechos humanos se rigen por el principio de no retroceso. Muchos esfuerzos se han unificado en los últimos años para frenar el cambio climático. Ha habido avances en la materia, pero es inadmisible que cuestiones políticas sean un obstáculo para seguir enmendando el impacto humano sobre el medio ecológico.
Hay que afrontar la responsabilidad que la raza humana tiene en sus manos. Nosotros hemos sido los culpables de afectar el entorno. Las malas decisiones nos han colocado en esta situación. La avaricia y el egoísmo se han conjugado a paso destructor para acabar con los recursos naturales que nos proporciona la Tierra.
Debemos reconocer la labor de las organizaciones civiles que trabajan a diario por revertir los problemas ambientales. También debemos aplaudir la disposición de muchos gobiernos y entidades internacionales por resolver conflictos en este crucial rubro. Queda la esperanza de que las nuevas generaciones desarrollen mayor sensibilidad en cuanto al cuidado necesario del ecosistema. Solo de esa manera podremos alcanzar el desarrollo sustentable. Nos urge hallar el equilibrio entre el crecimiento económico y la preservación del medio ambiente. Ciertamente, la calidad de vida conlleva generación de tecnología, de servicios y de capital. Sin embargo, cuando no se muestra preocupación por la naturaleza y el entorno, se reduce potencialmente el bienestar común.
Corresponde a todos los miembros de la sociedad tomar medidas concretas para contribuir a la conservación de los recursos naturales y del medio en general. No basta con quejarse o responsabilizar únicamente a los dueños de fábricas. Hay que mantenerse informados y actuar de manera consciente. Tú puedes marcar la diferencia si así lo decides.