Por: Jordy R. Abraham /
Correo: JordyAbraham@gmail.com / Twitter: @JordyAbraham
El pensamiento creativo es una de esas habilidades blandas que resultan, en la actualidad, tan codiciadas por las grandes empresas al momento de reclutar talentos. En numerosos cursos de mercadotecnia, liderazgo, superación personal, entre otros, se aborda el tema de la innovación como la clave del éxito. La frase “renovar o morir” es ampliamente utilizada en el mundo de los negocios.
El término ha sido tan reiterado en los últimos años que, en ocasiones, se corre el riesgo de desvirtuar su significado. Lo cierto es que innovación no es sinónimo de ocurrencia espontánea. Existe una errónea percepción de que lo nuevo siempre es mejor que lo viejo. La experiencia nos demuestra que esta aseveración es falsa y que aquello que funciona debe permanecer.
Es verdad que la evolución sostenida es necesaria en una sociedad tan dinámica como la nuestra, pero los cambios deben de tener un sentido bien definido, con visión y responsabilidad. Quienes pretendan ser auténticos innovadores deben ser capaces de detectar las áreas de oportunidad en cuanto a las necesidades de la población, así como las demandas sociales. Un pequeño cambio de enfoque en un método de acción, una estrategia de atención o una política pública, puede ser generadora de un contundente ejemplo de innovación.
En 1997 Netflix fue fundada en Estados Unidos. El modelo de negocio consiste en ofrecer por pago fijo, mediante una plataforma de Internet, una cantidad considerable de películas y series de entretenimiento para un público abierto. Probablemente, hacia finales de la década de los noventa, esta empresa no era tan prometedora. No obstante, Netflix es, hoy en día una corporación sumamente exitosa y en un constante crecimiento comercial. Los genios creativos de esta empresa, detectaron una tendencia de consumo y se atrevieron a innovar.
Por otro lado tenemos a Blockbuster, el establecimiento más famoso de alquiler de películas. Su auge fue abrumador durante mucho tiempo. Sin embargo, sus dirigentes no supieron ser creativos ante los cambios en el mercado. Fueron rebasados por nuevas formas de negocio y ahora se encuentran fuera del mapa. La carencia de pensamiento creativo aniquiló a Blockbuster. Esto es prueba de que los procesos innovadores pueden ser un aliado importante, pero también desatan coyunturas agresivas con resultados fulminantes para quienes no se adaptan a la transformación.
Para innovar no es indispensable hacer un descubrimiento impresionante ni ser pionero en un área específica. Todos los profesionistas están llamados a ser innovadores en sus respectivas disciplinas. Se trata de adquirir un compromiso real para mejorar, día con día. Las nuevas ideas surgen de manera fluida cuando hay empeño por acercarse a la perfección.
No es imprescindible hacer un cambio revolucionario para ser creativo. La excelencia se halla en los detalles. La innovación incremental se traduce en la adición de mejoras a un servicio, modelo o producto ya existente. El ejemplo más claro se da en la industria de los automóviles, con lanzamientos cada año de modelos previamente establecidos.
El cambio es positivo cuando tiene un rumbo concreto. La improvisación sin bases suele traer consecuencias adversas e incluso devastadoras. Hay principios y valores que deben perdurar. Conservar lo que es bueno, no solo es válido, sino que es un derecho. Ahora bien, en cuanto se identifica una asignatura pendiente en la que no ha habido avance, se vuelve urgente el efectuar ajustes para obtener resultados distintos.
Para ejercer la innovación se debe construir primero un bagaje de conocimiento, formación y pericia. Adicionalmente, la valentía juega un papel relevante, junto con la paciencia. No siempre los cambios traen resultados inmediatos. De igual forma, es posible que se cometan equivocaciones sobre la marcha.
Los creativos son quienes producen valor agregado en su comunidad. Solo los temerarios que se proponen cambiar el mundo, son los que efectivamente consiguen cambiarlo.