Por Leo Zuckermann
Lo que es insostenible es seguir en el mismo error de utilizar las encuestas preelectorales como una especie de primera vuelta. Lo estamos viendo en el Estado de México. Todo mundo piensa que la competencia en esa entidad está entre Alfredo del Mazo del PRI y Delfina Gómez de Morena. ¿Por qué? Porque eso dicen las encuestas.
Entre académicos y analistas políticos hay un gran consenso sobre la urgencia de instaurar la segunda vuelta electoral en México. Todavía no he leído a nadie que defienda un régimen donde un gobernante puede ganar con un escaso 25-30 por ciento de la votación. No hay duda: lo mejor para la República es tomar el ejemplo de la mayoría de los países presidenciales para darle mayor legitimidad y un mandato más sólido a los gobernante elegidos en las urnas. Pero tiene razón Andrés Lajous que legislar la segunda vuelta en este momento tendría dedicatoria en contra de López Obrador. El líder de Morena se opone a esta modificación porque piensa que podría haber una agregación de votos antilopezobradoristas en la segunda vuelta. Prefiere, en este sentido, jugársela a una sola ronda aunque gane por un porcentaje mínimo. El PRI, por cierto, también se opone a la segunda vuelta porque piensa exactamente lo mismo: que se agregaría un voto antipriista. Va, entonces, aquí una idea en bien del régimen político mexicano: instaurar la segunda vuelta pero que entre en vigor a partir del 2019 para todos los presidentes municipales, gobernadores y presidentes.
De esta forma, evitaríamos legislar con dedicatoria y resolveríamos la necesidad de la segunda vuelta. No es lo mejor, pero prefiero eso a seguir atrapados en una situación donde no se aprueba este cambio porque no le conviene a alguien (hoy AMLO y el PRI, mañana quién sabe). Hagamos la reforma bajo el supuesto, primero, de que le conviene al régimen y, segundo, de un velo de la ignorancia de no saber a quién le convendrá y a quién no después del 2018.
Lo que es insostenible es seguir en el mismo error de utilizar las encuestas preelectorales como una especie de primera vuelta. Lo estamos viendo en el Estado de México. Todo mundo piensa que la competencia en esa entidad está entre Alfredo del Mazo del PRI y Delfina Gómez de Morena. ¿Por qué? Porque eso dicen las encuestas. ¿De verdad podemos confiar en estos instrumentos después de ver todos los errores de medición que han tenido?
Si la competencia está entre Del Mazo y Delfina, pues entonces sería un error votar por Vázquez Mota del PAN o Zepeda del PRD: se desperdiciaría el voto. Supongo que muchos electores que hoy están a favor de estas dos opciones van a tener que decidir si se mantienen con su primera alternativa o cambian a un voto útil y se van, por ejemplo, con Delfina para sacar al PRI del gobierno mexiquense. Muy bien. Pero, ¿de dónde van a sacar esta información para cambiar su voto? Pues de las encuestas. ¿Queremos darle ese poder a los encuestadores?
Yo aquí, en este espacio, he defendido a los encuestadores por muchas razones. También los he criticado con el afán de que mejoren su trabajo. Lo que me parece absurdo es darles el poder de definir una elección. No es su culpa, desde luego, sino de las ridículas reglas del juego. Insisto, y seguiré machacando, a riesgo de ser molón, de que lo que conviene es una segunda vuelta. Que el electorado vote por su opción preferida en la primera ronda y luego se puedan agregar las preferencias en un balotaje. Confío más en los votos reales del electorado en las urnas que en mediciones estadísticas de los encuestadores, por más serios que sean.
Regresemos a lo que está sucediendo hoy en el Edomex y que es un reflejo de lo que podría suceder un mes antes de la elección presidencial de 2018: que si Zepeda declina, que si no declina, que si se va con Delfina, que no, que se va con Josefina, que más bien ella es la que declinaría a favor de Zepeda, etcétera, etcétera. Pura especulación basada ¡en las encuestas! Con una segunda vuelta, esto ocurriría de manera natural entre los perdedores que tendrían que negociar con los ganadores después de la primera ronda. Esto, por cierto, tiene la maravillosa ventaja de hacer menos negativas las campañas: los candidatos no atacan a sus adversarios rumbo a la primera votación porque saben que luego los pueden necesitar.
En fin, que otra vez ya ando argumentando, como desde hace mucho tiempo, a favor de la segunda vuelta electoral. Ok, no la vamos a poder instaurar ahora porque eso podría perjudicar a López Obrador o al PRI. Ok, hay que evitar legislar con dedicatoria porque es injusto. Perfecto. Pero legislemos ahora para incorporar una buena idea a nuestro régimen político a partir del 2019: segunda vuelta para todas las elecciones de presidente municipal, gobernador y Presidente. Sería el mejor legado de la actual legislatura que, a diferencia de la pasada, se ha caracterizado por no haber aprobado ninguna reforma trascendental.