Sobran los motivos, por:
Jordy R. Abraham
Desde
tiempos remotos la asociación entre seres humanos ha sido clave para la
obtención de significativos avances. Ahora reconocemos como una realidad
evidente esta inclinación necesaria que tenemos las personas por reunirnos en
grupos con nuestros pares. La suma de esfuerzos para realizar ciertas tareas y
más tarde la capacidad para dividir responsabilidades fue lo que originó las
primeras civilizaciones. Percatarse del poder del trabajo en equipo representó
un enorme salto hacia la evolución.
Al inicio, las sociedades precarias eran
nómadas y posteriormente se tornaron sedentarias tras el descubrimiento de la
agricultura y la domesticación de los animales. Lo anterior produjo la
posibilidad de contar con comunidades más numerosas. Así, podemos decir que el
tejido social se compone de individuos, a la vez que todo humano demanda
pertenecer a un círculo nutrido por más elementos de su misma especie. No
obstante, la era contemporánea nos ha presentado una serie de cambios drásticos
que abren un nuevo paradigma en cuanto a las relaciones personales. La ciencia
ha dado pie a las redes sociales tecnológicas que fomentan una conectividad
sofisticada y sumamente útil para hacer efectiva la comunicación a distancia.
Por
otro lado, la ideología individualista en la que el consumismo y la vanidad
imperan, tiene como efecto que mucha gente opte por estilos de vida con un
limitado apego hacia las relaciones interpersonales. Cada vez hay menos
cohesión social auténtica, por ende. En medio de una frecuente decadencia en
los valores que deben ser la base de las sociedades, somos testigos de un
presente en el cual hacen falta con urgencia líderes que se propongan a
encabezar proyectos enfocados a retomar la conciencia colectiva.
Los
talentos y las oportunidades sirven de poco si no son empleadas en pro de
finalidades que procuren la trascendencia. Se ha desvirtuado, por ejemplo, el
concepto de felicidad, equiparándola con condiciones de privilegios que
enaltecen al ego y restan importancia al lado humano. Las masas hoy admiran a
quienes tienen un don carismático, independientemente de sus cualidades
solidarias para con la comunidad. En el mismo sentido, casi no se reconoce el
esfuerzo de líderes que luchan por causas sociales justas o solo se les presta
atención de forma efímera en el mejor de los casos.
Los
retos son numerosos, pero solo aquellos valientes que se decidan a asumir el
compromiso por convertirse en agentes de cambio, serán quienes protagonicen la
transformación hacia el futuro. No basta con formar grupos únicamente de facto,
sino que deben construirse proyectos con visión que consoliden un plan de
trabajo en equipo. La conciencia crítica es el primer paso para ser sensibles
ante las necesidades que nos rodean. Después, serán los principios éticos y la
suma de las voluntades la que genere un impacto positivo y perdurable en favor
del bien común. Se buscan líderes que sean capaces de dirigir el rumbo hacia un
mejor porvenir.
