Acababa noviembre. Caminaba, despacito, hacia el final de su viaje… mientras la tarde olía a castañas y a otoño y el cielo se cubría de rosa y naranja. Rosa, como el capote de Manzanares en danza de ritmo y compás; naranja, como una papaya hermosa en una mañana de verano..
No era black friday, ni ninguna cosa de ese estilo. En España eso no existe.. era un día de final de mes, y se juntaban todos los niños para festejar un cumpleaños. El niño cumplía ocho… y al día siguiente sería su santo. Se llamaba Andrés, como su padre y su abuelo…
Y el protagonista de El árbol de la ciencia, libro que encantaba a su tío Jaime…
A su tío Pepe, en cambio, le gustaban más las novelas históricas y los libros taurinos. Era tomasista y talavantino… aficionado muy fiel! Andrés, el cumpleañero, estaba muy feliz. Jugarían con el trompo y con el patín, y montarían a caballo. Y degustarían una deliciosa tarta de avellana…
Un cumpleaños normal: la felicidad vive de la mano de detalles normales, sinceros y tradicionales…
Mañana será san Andrés… con un abrazo hasta el cielo a mi papá
A Maca y Jorge: dos amigos de verdad
A Manzanares, José Tomás, y mi mago
A manzanaristas, tomasistas y talavantinos de verdad
A los libros y a los buenos lectores
A mi Luis
A los niños, y a niños que me encantan: Hugo, Lourdes, Marta, Pablo, Iris (con 20 meses pinta unos cuadros increíbles)
A nuestras tradiciones
Y a las personas que saben amar la vida y la felicidad
