¿Reformas a la Vida de la Gente?

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

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Como puedes ver, al final del artículo, la mejor manera que tengo de decir quién soy es identificarme como Papá, Ciudadano y Consultor.

Lo primero queda claro para cualquiera que comparta conmigo esa maravillosa condición, que se adquiere lo mismo con un placer momentáneo, incluso por descuido o idealmente en un acto de amor intenso; no exige preparación previa alguna, pero pronto nos hace saber qué tan errónea es la falta de esa condición. La más incierta, trascendente, hermosa y vivificante de las labores, para la gran mayoría de quienes ya estamos en ella.

Lo segundo como mi punto de vinculación con lo que importa, de donde quiera que ande; en especial de donde suelo estar, mi amado Yucatán. Creo que es uno de los mejores aterrizajes para vivir ese valor llamado lealtad; saber de dónde eres y en conciencia asumir su importancia, tu derecho a disfrutarlo y tu obligación de servir en ese espacio, en ese concepto y en ese colectivo humano.

Y lo tercero porque me he dedicado a vivir, es decir, percibir, procurar entender, sentir, aprender, compartir, hacer, afrontar consecuencias, involucrarme y construir en los terrenos en lo que he tenido la fortuna de andar y en especial en las relaciones humanas que he tenido el placer de construir. Y así como disfruto de oír o aprender de lo que no sé, con lo vivido disfruto compartir lo que sí sé, en especial, cuando me doy cuenta que alguien tiene interés genuino de que algo suceda, y tengo forma de acompañar eso.

Comparto con millones de personas lo primero y lo segundo. Lo tercero también, aunque sé que quienes se pondrían ese calificativo son menos de las que lo merecen y no tantos como quienes lo usan para suplir la ausencia de una formación demostrable. Me detengo hoy en unos apuntes sobre esto, conservando el deseo de hablar de las otras dos características en comentarios posteriores.

Cuando nos adentramos a un tema cualquiera, con una intención honesta y profesional, los elementos teóricos, técnicos, jurídicos e institucionales suelen ir ampliando su complejidad y dar cauce a la búsqueda especializada de desentrañar las aristas que lo conforman. Con lo cual se abre una distancia cada vez mayor entre las preguntas que originalmente se plantearon y las que se vuelven urgentes e importantes para darle aplicación a la información que demanda la vida social o la interacción entre las personas que han de beneficiarse de ella en su vida cotidiana.

Es común, pero poco comentado, que la especialización académica o técnica llega a formar una brecha abismal entre quienes tienen a su cargo un tema y la percepción que tienen las personas que observan o atienden el tema de marera inicial, superficial o que incluso prácticamente no les interesa. No puedo obviar atender este fenómeno social tan frecuente, pero del que desde mi formación en lo social, las leyes y la psicología veo que pocas veces hay consciencia de ida o de vuelta entre especialistas y gente en general. Incluso, es por excepción que quienes desde la especialidad van “al campo” a estudiar la realidad, regresen con la gente que les atendió para devolverles algo de lo que obtuvieron.

En mi andar, he tenido la maravillosa experiencia de entrar a algunos campos de la vida y el conocimiento, entre ellos la parentalidad; la psicología clínica, organizacional y educativa: la docencia y la planeación educativa; la mal llamada justicia para adolescentes; la prevención social del delito; la mal tratada democracia, en sus vertientes electoral, de participación ciudadana y de educación cívica; el derecho, en especial los que son para humanos (DDHH); la metodología científica; la administración institucional y la organización profesional de eventos de divulgación e intercambio de conocimientos. En todos ellos he pasado del no saber, al interesarme, aprender, poder hacer y en algunos casos saber suficiente para ser considerado especialista.

Y puedo identificar personas en todos esos campos que han hecho aportaciones geniales, a la vez que personas a las que dichos conocimientos les servirían para vivir una vida mucho mejor, si sólo hubieran hallado ya la manera de conectar ese saber hacer con la vida cotidiana de dichas personas. Gradualmente ha ido abrumando a mi conciencia el ver que entre más se especializan algunas personas su conocimiento se deposita en publicaciones o espacios del hacer, que no llegan a la calle, a la comunidad.

Y, para ampliar la brecha, cada vez es más común escuchar o leer la innecesaria frase: “…pues, yo no seré (pon aquí el grado, especialidad o profesión que gustes), pero…” y luego soltar cualquier idea vaga o precisa, lógica o ilógica, argumentada u ocurrente, que en esencia significa que no se requiere mayor ciencia para hacer algo. Escribiendo la frase tuve un déjà vu… pero sí en efecto, no importa mucho edad, escolaridad, cargo, ni incluso escenario, he escuchado demasiado eso.

Lo que me ocupa aquí es que ni uno ni otro hace que las cosas cambien hacia donde se desea, o al menos se dice desear. Quien es especialista no logra suficiente impacto en realidades cotidianas por moverse en un mundo tan distante, en el que los puntos, ingresos y reconocimientos se dan por publicaciones, conferencias o programas ajenos a la mayoría de la gente. Y demasiadas personas no tienen acceso a consultar o leer siquiera a un especialista, por la falta de claridad de que exista o dónde encontrarlo, o de poder recibir el servicio con los recursos con que cuenta, o por actitudes que le alejan de la iniciativa de buscar, escuchar o comparar. Esa persona que “no es doctor”, pero opina, se queda en la frase, pues por supuesto no está preparada para hacer lo que el/la especialista sabe hacer; afortunadamente, no pasará de decir que la enfermedad no es o sí es grave, pero no tomará el bisturí.

Y, además, el ritmo de la maldita posmodernidad potencia que cada tema, por importante que sea, ocupe un tiempo muy corto el foco de la atención personal y colectiva. Fluye un alud constante de información de todo, por múltiples vías, una actitud triunfante de leer y pensar cada vez menos, la sustitución de opiniones por prejuicios, estampitas y memes y una competencia feroz entre las agencias de tecnologías por captar lo que se pueda de esa, más que dispersa, atención.

Desde esta visión, cabe contrastar el sentido de toda la dedicación de especialistas, que los hay en muchos temas importantes, con el interés, aplicaciones y beneficios que tienen la ciudadanía en general y por sectores, no en abstracto sino sobre escenarios reales y vivos. ¿Cómo logramos desconectarnos tanto? Y en medio, la efectividad de las instituciones públicas; que serían el medio para darnos acceso de ida y vuelta, pero ¿cuántos casos conocemos de institutos o dependencias que tengan a los/as especialistas adecuados y se aseguren de que atiendan efectivamente a quienes lo requieren cuando lo requieren?

Cada persona que tenga la amabilidad de leer podrá aterrizar esto al caso del servicio o necesidad personalmente relevante. Y hallaríamos demasiados ejemplos… Doy uno en algo, que seguramente no es prioridad para muchos, pero actualmente ando en ello y es un tema público. Se está gestando, otra vez, una reforma electoral, y está en curso la aprobación o rechazo a otra reforma, la eléctrica. ¿Cuál es la probabilidad que percibes de que el conjunto de legisladores a quienes les pagamos, y muy bien, para tomar las mejores decisiones para México basen su decisión en lo que un conjunto de especialistas les orienten?

La lógica, en esto parece simple, convocan y eligen a dos equipos de especialistas. El primero experto en analizar, en el terreno de la calle y las necesidades de la población, la forma en que actualmente funciona y lo que será el impacto si se hace un cambio u otro. El segundo experto en los temas energéticos para establecer los cambios necesarios desde el punto de vista técnico, económico y ambiental. Y con esa orientación, votan por lo que técnicamente es adecuado y socialmente es benéfico.

¡Je!, “no soy experto en política, pero…” creo que no hay escenario visible en el que esto vaya a suceder. Las fracciones y grupos, hasta donde alcanzo a ver, primero deciden lo que quieren que pase, y luego buscan, si es políticamente rentable, “especialistas” que defiendan que eso es lo adecuado técnicamente y lo que pide la voluntad popular. No jugaré con esa frase en el tema eléctrico, pero lamento que no haya la voluntad de hacer lo mejor, por encima de hacer lo que interesa a cada grupo.

En el terreno electoral, en el que sí sé un poco, enfrentamos por primera vez la situación de que sea el partido en el poder el que esté desesperado por realizar una reforma a las reglas del juego electoral, aunque con ellas haya llegado a un triunfo de conocidas dimensiones. En la primera mitad del sexenio lo intentaron y no lo lograron, por diversos factores, entre ellas el ánimo visible y descontrolado por eliminar a las instituciones autónomas, que representan logros de la ciudadanía y contrapeso a las acciones del estado. En esta segunda mitad, va de nuevo. Y la pregunta es la misma, ¿Cabe la posibilidad, siquiera, de que el conjunto de legisladores basen su decisión en lo que un conjunto de especialistas les orienten?

Este tema es más social que técnico. Me explico: se trata de poner las reglas del juego democrático; y el primer paso para construir una democracia es precisamente contar con reglas que sean aceptables para quienes juegan. Pero no hablo de los partidos políticos (inocente de mí), sino de todas las personas que aceptarán un gobierno elegido por quienes asistan a votar, porque asumen que las reglas con las que se hace son correctas, o por lo menos eso, aceptables.

Existen especialistas en las diversas aristas que requiere una reforma electoral; que en realidad debería ser una reforma democrática, enfocada en la ciudadanía como partícipe de la gobernanza. Cuerpos académicos y agrupaciones de investigación que estudian esos temas (como la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales -SOMEE-, que recién celebró su XXXII Congreso sobre estos temas), así como asociaciones civiles que han construido elementos relevantes para dotar a la ciudadanía de instrumentos efectivos para ser parte de las decisiones (como la Red Cívica Mx, que acaba de realizar su XI Encuentro Nacional). ¿Habrá congresistas con la lealtad e inteligencia para convocar a especialistas a plantear las necesidades y vías de solución antes de aferrarse a una iniciativa porque la bancada o algún personaje la pone en la mesa?

Lo más paradójico del asunto es que mucho de lo que se requiere ya está escrito y publicado, pero así como los/as especialistas no hemos logrado que llegue a la gente, en la calle, en la vida, tampoco ha llegado a esas personas que al entrar a un congreso empiezan a distanciarse cada vez más de lo que pensaban cuando no tenían el cargo y a obedecer sin pensarlo mucho, el juego de la política. Ese en el que algunos/as pocos deciden, dan instrucciones e indican hacia dónde va a ir el voto de toda la fracción, sin importar que, según la ley y la decencia, a quien representa cada legislador/a es a un conjunto de personas, a quienes juraron servir. Cada vez hay más políticos y menos política.

En el XXXII Congreso Internacional de la SOMEE, compartimos un poco de lo que está a la vista que se requiere para lograr que las elecciones sean más sencillas, más eficientes económicamente, más legítimas y, especialmente, más relevantes para que la ciudadanía se sienta efectivamente representada en sus anhelos y administrada en sus recursos comunes. Y queda claro que uno de los caminos poderosos más descuidados es el acceso de la gente a las decisiones, por la vía de la participación ciudadana, de la llamada democracia directa.

Aunque soy abogado, prefiero el rol de psicólogo del diablo, pues ese nicho en la abogacía ya está suficientemente cubierto. Y en esa reunión cuestioné a mis cuates y colegas el grado en que estamos logrando ser efectivos aliados de la gente que necesita todo eso que sabemos. Acepto, lo que tantos/as dicen una y otra ves en sus doctas exposiciones, es una labor multilateral, que tiene que lograrse gradualmente, que requiere que cada cual haga su parte. Pero insistí: tenemos qué hacer más. Hemos estudiado más, hemos estado involucrados más, conocemos a más gente y tenemos más recursos. Así que tenemos un reto: ¡Vamos a hacer que la gente de nuestro Estado o País use los mecanismos de participación ciudadana con éxito!

Para hacer cambios en la vida de las personas, en lo eléctrico, en lo democrático, en cada tema importante necesitamos especialistas técnicos, así como también especialistas en personas. Serviría más modestia, al aceptar que hay cosas que no sabemos, pero tenemos que resolver bien. Algún diputado/a con conciencia, que sepa aprovechar todo este trabajo avanzado, colegiado, publicado, pudiera ser un catalizador muy valorado, para ir más rápido, para llegar a que de una vez suceda, pero sobre todo para ser leal con lo que le hace estar allí, representar a su gente y procurar que, en los hechos, le vaya mejor.

Hay opciones para que quien gobierna haga lo que le ordenemos. Las hay para hacer que los congresos obedezcan lo que la gente prefiere. Y tenemos que lograr que se usen, pues nadie sabe lo que tiene hasta que lo usa. Tenemos que construir desde la especialización una ruta franca hacia la acción que sirva a la gente. 

¡Legisladores/as, si no nos buscan, tendremos que ir por ustedes!

*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.
Coordinador Nacional de la Red Cívica Mx, A.C.
Especialista en Psicología y Licenciado en Derecho.

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