Sobran los motivos, por: Jordy R. Abraham Martínez.
El famoso boxeador
Muhammad Alí decía: “no cuentes los días; haz que los días cuenten”. Tal vez
nos podría extrañar que esta frase no haya sido creada por algún gran filósofo
o un renombrado orador, pero no debemos pasar por alto la destacada labor de un
atleta que entrenaba largas horas a diario con el único objetivo de convertirse
en el mejor en su ámbito profesional. Ciertamente lo consiguió y es una de las
figuras del deporte más emblemáticas por sus triunfos. Su nombre ha quedado
grabado en la historia.
En realidad, un
principio tan básico como el de la necesidad de imprimir el mayor de los
empeños en cada tarea que se realiza, es aplicable para cualquier sujeto y en cualquier
circunstancia en que este se encuentre. Suele decirse que el secreto de la
felicidad se ubica en querer lo que se hace y no en el hacer lo que se quiere.
Para ser capaces de poner pasión en cada actividad que hagamos, en primera
instancia, debemos de recordar permanentemente que nunca es tarde para aprender
algo nuevo. Cada conversación, cada situación y cada interacción con el
entorno, nos genera una dosis de aprendizaje que puede resultar útil para el
futuro. Sin embargo, cuando perdemos el aprecio por los instantes vividos y
cedemos ante la apatía hacia lo cotidiano, los daños son severos.
La mente de los
niños es sorprendentemente absorbente porque, en su afán por descubrir aquello
que los rodea, prestan enorme atención a los detalles y su habilidad para
sorprenderse de modo constante les produce estímulos que se traducen en
experiencia. Así nace el conocimiento humano, pero con frecuencia, conforme
vamos creciendo y nos adentramos en la adultez, dejamos a un lado la curiosidad
y nos limitamos a seguir rutinas exhaustivas. Los niños aprenden jugando y su
imaginación desarrolla su potencial, pero a la vez, les da incontables ratos de
satisfacción. Esto provoca que los menores de temprana edad aprovechen al
máximo cada día y hagan que cada suceso cuente en verdad.
Nos hace falta
revalorizar el acontecer de los minutos, para recordar que el vivir se
construye con acciones y que, en la medida que dejemos un impacto positivo en
la sociedad, seguramente nos sentiremos más plenos. Incluso los sacrificios y
las frustraciones, por lo general, rinden recompensas, aunque las metas no se
alcanzan sin trabajo perseverante. Hacer que los días cuenten significa
emprender actividades que nos posicionen cada vez más cerca de nuestros
ideales. La evolución responsable y bien orientada es indispensable para
quienes pretenden asumir un papel de liderazgo en su comunidad. Las nobles
intenciones son importantes, pero de poco sirven si no se traducen en hechos
concretos. Cada mañana hagamos el propósito de vivir intensamente para asegurar
un día productivo, con la esperanza de que mañana vendrá otra oportunidad de
hacer mejor las cosas. ¿Qué es la vida sino la suma de nuestros días?