Sobran los motivos, por: Jordy R. Abraham Martínez.
JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham
El famoso boxeador Muhammad Alí decía: “no cuentes los
días; haz que los días cuenten”. Tal vez nos podría extrañar que esta frase no
haya sido creada por algún gran filósofo o un renombrado orador, pero no
debemos pasar por alto la destacada labor de un atleta que entrenaba largas
horas a diario con el único objetivo de convertirse en el mejor en su ámbito
profesional. Ciertamente lo consiguió y es una de las figuras del deporte más emblemáticas
por sus triunfos. Su nombre ha quedado grabado en la historia.
En realidad, un principio tan básico como el de la
necesidad de imprimir el mayor de los empeños en cada tarea que se realiza, es
aplicable para cualquier sujeto y en cualquier circunstancia en que este se
encuentre. Suele decirse que el secreto de la felicidad se ubica en querer lo
que se hace y no en el hacer lo que se quiere. Para ser capaces de poner pasión
en cada actividad que hagamos, en primera instancia, debemos de recordar
permanentemente que nunca es tarde para aprender algo nuevo. Cada conversación,
cada situación y cada interacción con el entorno, nos genera una dosis de
aprendizaje que puede resultar útil para el futuro. Sin embargo, cuando
perdemos el aprecio por los instantes vividos y cedemos ante la apatía hacia lo
cotidiano, los daños son severos.
La mente de los niños es sorprendentemente absorbente
porque, en su afán por descubrir aquello que los rodea, prestan enorme atención
a los detalles y su habilidad para sorprenderse de modo constante les produce
estímulos que se traducen en experiencia. Así nace el conocimiento humano, pero
con frecuencia, conforme vamos creciendo y nos adentramos en la adultez, dejamos
a un lado la curiosidad y nos limitamos a seguir rutinas exhaustivas. Los niños
aprenden jugando y su imaginación desarrolla su potencial, pero a la vez, les
da incontables ratos de satisfacción. Esto provoca que los menores de temprana
edad aprovechen al máximo cada día y hagan que cada suceso cuente en verdad.
Nos hace falta revalorizar el acontecer de los minutos,
para recordar que el vivir se construye con acciones y que, en la medida que dejemos
un impacto positivo en la sociedad, seguramente nos sentiremos más plenos.
Incluso los sacrificios y las frustraciones, por lo general, rinden
recompensas, aunque las metas no se alcanzan sin trabajo perseverante. Hacer
que los días cuenten significa emprender actividades que nos posicionen cada
vez más cerca de nuestros ideales. La evolución responsable y bien orientada es
indispensable para quienes pretenden asumir un papel de liderazgo en su
comunidad. Las nobles intenciones son importantes, pero de poco sirven si no se
traducen en hechos concretos. Cada mañana hagamos el propósito de vivir
intensamente para asegurar un día productivo, con la esperanza de que mañana
vendrá otra oportunidad de hacer mejor las cosas. ¿Qué es la vida sino la suma
de nuestros días?