Editorial La Revista Peninsular
Debido a lo peligroso que es ser mujer en México, agrupaciones feministas convocaron a las mexicanas a un paro nacional el próximo nueve de marzo, un día después de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Ninguna niña en las escuelas, ninguna joven en las universidades, ninguna mujer en el trabajo; ninguna consumiendo, comprando, o produciendo. Un paro total.
La idea de parar labores surgió en Islandia con el fin de hacer notar las desigualdades laborales que sufrían las mujeres de ese país, como la falta de reconocimiento a las labores domésticas y la brecha salarial entre hombres y mujeres. El acto demostró ser efectivo y se replicó en distintos países del mundo, rebasando las causas laborales y arropando objetivos sociales y políticos, acuñando lemas como “si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras” para poner sobre la mesa la importancia que la sociedad le da a la vida de las mujeres, y al mismo tiempo revalorizar su rol dentro del sistema económico, el cual es constantemente subestimado.
En los últimos meses hemos visto cómo el hartazgo de las mexicanas por no poder vivir dignamente en un país violento y machista las ha motivado a salir a las calles a manifestarse para exigir paz y justicia. Si bien es cierto que estas protestas fueron criticadas en un inicio por la presencia de actos vandálicos, hay que señalar que los mexicanos cada vez simpatizan más con las causas de las feministas, y comprenden que los actos vandálicos son una consecuencia de los niveles de violencia que sufren las mujeres en el país.
El aumento de feminicidios en México también influyó en el aumento del apoyo al movimiento, ya que día a día parece más probable el escenario de tener que enterrar a una conocida por ser víctima de la violencia.
Sin embargo, el machismo se encuentra profundamente arraigado en los mexicanos, por lo que hay una gran cantidad de voces que reprueban los esfuerzos feministas por creer que es falso que el sistema del que todos somos parte reprima al género femenino. Estas voces son muchas, pues darse cuenta de las injusticias de la sociedad en la que vivimos requiere cuestionar los valores e ideas que se nos inculcaron desde pequeños, y atreverse a poner en tela de juicio las creencias que nos definen como individuos. Esto requiere un arduo proceso de introspección e investigación que solamente puede culminar en el crecimiento individual de quien lo realiza, al construir una visión mejor formada y más objetiva del entorno que lo rodea.
Dentro de estas voces renuentes se encuentran quienes reprueban el paro del nueve de marzo porque sostienen que será un día de descanso exclusivo para mujeres. La estrecha perspectiva que tienen estas personas no les permite darse cuenta que ante mayor renuencia al paro, más fuerza toma este; el paro está concebido como una manera para que las mujeres combatan al sistema patriarcal, por lo que mientras más personas pretendan definir cómo se deben manifestar las feministas, adquiere más valor el hacer lo contrario.
De igual manera, quienes reprueban el paro no se dan cuenta de lo beneficiosos que son estos ejercicios para la sociedad civil. Independientemente del tema, una convocatoria nacional con una respuesta de tal magnitud refuerza los valores cívicos al ejercitar los mecanismos de organización con los que contamos como ciudadanos. En nuestro país es necesaria, hoy más que nunca, una sociedad proactiva, capaz de organizar y ejecutar acciones colectivas con un fin determinado, ya que actualmente la oposición con más legitimidad es la sociedad civil organizada.
Desde La Revista Peninsular nos solidarizamos con el movimiento propuesto por las feministas mexicanas, porque estamos conscientes de la situación actual del país; cada vez que muere una mujer en México, da más pena llamarse mexicano.