Por Armando Ríos Piter
Hace 32 años, cuando ocurrieron los sismos del 19 de septiembre de 1985, la ciudadanía reaccionó de inmediato ante la demanda que imponía un desastre de enormes dimensiones, para dedicarse de lleno a las tareas de salvación, a costa de su propia vida.
Como si se tratara de un rayo que cae en el mismo lugar, el pasado 19 de septiembre la tierra volvió a sacudirse estrepitosamente en diferentes lugares del país. Nuevamente, la gente acudió a realizar las labores de auxilio.
En esta ocasión, fueron jóvenes en su mayoría los que llenaron los lugares en donde había derrumbes, y como la vez anterior, ganaron la delantera a las autoridades. Atiborraron las calles buscando salvar gente, al mismo tiempo que llenaron las redes sociales, no sólo con críticas a los gobernantes, sino también de respuestas y soluciones. Por las mismas redes sociales se recibieron millones de mensajes que en tiempo real mapearon las condiciones de los lugares georeferenciados, se contabilizaron los tipos de ayuda, se articularon las demandas y necesidades, con ofertas y soluciones. Quedó clara no sólo la fuerza para combatir las prácticas añejas que prostituyen la actividad política, sino también que experimentamos cómo la tecnología, y una nueva generación de ciudadanos, puede transformar el funcionamiento de nuestra sociedad, de manera inmediata.
Si en 1985 el terremoto motivó fuertes cambios políticos, los de este año trajeron un despertar que ya formó conciencia. Inmediatamente después de la emergencia nacional, se gestó también la oportunidad de que dicho ánimo se torne permanente.
Desde hace tiempo, hemos visto cómo las dirigencias partidistas convirtieron a dichos organismos en empresas que lucran. Al mismo tiempo, hemos sentido indignación por los irracionales montos gastados en campañas electorales. Por eso, tan pronto la gente pudo, puso a los partidos contra la pared y salió a exigir que ese dinero tenga un destino mejor: la reconstrucción de escuelas dañadas y de miles de viviendas de familias que han perdido su techo.
Justo después de las afectaciones en Oaxaca y Chiapas, el 12 de septiembre, demandé que la mitad de los recursos programados para las campañas de 2018 se destinaran a las localidades destruidas. Lo ocurrido el día 19 aumentó los daños en otras entidades. Por esta razón, hemos insistido en que se dictamine, cuanto antes, la iniciativa presentada por el senador del PAN Francisco Búrquez. Esta propuesta se llama #50Menos, es decir, 50% menos recursos a los partidos. Así, los partidos políticos tendrán un recorte de la mitad de su gasto por la vía legal, y no por ocurrencias engañosas.
No podemos caer en la trampa a la que convoca el PRI, de que las campañas sean costeadas en su totalidad con recursos privados, pues hoy no existe una institución que verdaderamente controle los recursos que llegan de entidades privadas, y existe un grave riesgo de que el financiamiento sea mayoritariamente ilícito.Tampoco debemos validar las dádivas de Morena, que propone “donar” los recursos, con la validación de personas, cuya única característica en común es ser afines a la causa política de ese partido.
Más allá de ese debate, que ha demostrado el oportunismo y mezquindad partidistas, el Presidente dijo que se requieren 38 mil millones de pesos para la reconstrucción. Posiblemente una parte de ese dinero se entregue directamente a los afectados. El riesgo de que aparezcan estructuras clientelares de todos colores, que quieran sacar raja política, y abusar de los beneficiarios; o de que los proveedores quieran subir el costo del tabique y el cemento para lucrar está latente.
Pero hoy tenemos un antídoto. Esa impresionante articulación de organizaciones ciudadanas, que surgió durante la emergencia, puede transparentar, acompañar y supervisar que la reconstrucción realmente ocurra y no veamos los “agandalles” tradicionales.
Los jóvenes, la tecnología y la nobleza de la causa abren esa oportunidad. Más allá de levantar casas e infraestructura, debemos recuperar la confianza perdida. Es la gran oportunidad que esperábamos: el despertar de una nueva generación, para actuar diferente, y no sólo reconstruir, sino transformar a nuestro querido México.