Editorial La Revista Peninsular
El lunes las mujeres pararon. Se vio en las calles
desiertas, se vio en establecimientos apurados por tener que suplir la ausencia
de sus trabajadoras, se vio en restaurantes vacíos, se vio en las redes
sociales lentas, y se vio en las aulas con la mitad de los estudiantes.
No pararon todas, no. Algunas no pudieron y se
solidarizaron con una prenda morada al desempeñar sus labores, otras no creían
en la causa, y otras tristemente no se enteraron que tenían la opción.
Independientemente de si fueron todas o no, lo importante es la cantidad de
mujeres que se hartaron de vivir en violencia, y decidieron actuar al respecto;
esas mujeres pasarán a la historia por llevar a cabo el esfuerzo civil
organizado más importante de este siglo.
La trascendencia de este episodio de la historia
mexicana no yace en el acto de parar labores, sino en el silencio que se rompió
sobre el tema. Nunca antes el tema de los derechos de la mujer había tenido la
difusión que tiene ahora estando presente en todos los paneles de discusión, y
en las mesas de todos los hogares mexicanos.
Los derechos de la mujer no es un tema nuevo, ya que
ha sido abanderado por cientos de personajes a lo largo de los años; en Yucatán
no hace falta recordarlo pues tenemos bien presente que este Estado dio a la
primera diputada del país, la distinguida Elvia Carrillo Puerto, y fue
anfitrión del primer Congreso Feminista en México. La diferencia es que ahora
la violencia contra las mujeres no parece tener límite, diez mujeres son
asesinadas al día, y el nivel de brutalidad con el que se cometen estos hechos
cada vez es mayor.
No es culpa del gobierno que existan mexicanos
feminicidas, es culpa de la sociedad. En nuestro día a día seguimos replicando
costumbres y prácticas que promueven la injusticia en contra de las mujeres, y
ésta dinámica social está produciendo gente capaz de matar a una mujer y luego
arrancarle la piel y las entrañas, o secuestrar a una niña para abusar de ella,
torturarla, y posteriormente matarla.
Romper con el tabú de hablar de la violencia en contra
de las mujeres nos permite identificar las conductas colectivas que promueven
una cultura de violencia para detener las agresiones antes de que culminen en
la muerte, así como señalar a quienes hayan violentado a mujeres para combatir
la impunidad.
A mí me causó felicidad ser testigo de un movimiento
civil organizado de tal magnitud, pero en estos días pude ver reacciones de
algunos familiares, amigos, o conocidos que se apresuraron a intentar
deslegitimar el movimiento. No es sorpresa, si en México no hubiese tanta gente
machista, no habría la necesidad de hacer paros nacionales.
Hacer conciencia sobre temas como el machismo es
complicado pues este se refleja en distintas conductas del individuo, todas
enseñadas y normalizadas por el aparato social. En otras palabras, somos
machistas porque es lo que nos enseñaron, y nos dijeron que estaba bien. Para
poder tener el México de paz al que aspiramos, es necesario identificar estas
conductas violentas y reflexionar sobre ellas. Debemos dejar a un lado los
pensamientos dogmáticos, y cuestionarnos a nosotros mismos sobre quiénes somos
y qué hacemos.
Todo el impacto que están haciendo las feministas nos
sirve para tener herramientas a la hora de hacer esta reflexión, y ver cómo
poder cambiar para ser un mejor individuo, y así poder ser un mejor miembro de
la sociedad.
Este no es un proceso sencillo ni rápido, toma mucho
de uno aceptar que conductas que aprendimos desde hace años, que nos dijeron
que estaban bien, y que a veces forman parte importante de nuestra identidad,
perjudican a quienes nos rodean y promueven a una cultura de violencia.
El primer paso sería admitir que no estamos bien como
sociedad, lo cual se dice fácil porque en la realidad vemos a centenas de
monstruos y miles de víctimas productos de esta misma, pero es complicado
porque es el primer momento en el que se asume la culpa y la responsabilidad de
lo que pasa hoy en el país.
Estoy seguro que muchos mexicanos se unirán a este
gran esfuerzo de reflexión y reconstrucción, porque el movimiento feminista
cada vez se fortalece más y encuentra espacios para compartir su mensaje, por
lo que llega a más oídos y ayuda a normalizar sus mensajes. Son tiempos de
cambio en el país, y las mujeres son las protagonistas de este movimiento;
quien se sienta incómodo con esto que disculpe las molestias, pero las estamos
matando.