La violencia no para

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El aislamiento al que nos
hemos sometido para mitigar el impacto del Covid-19 ha paralizado la economía
nacional, pero no ha tenido el mismo efecto en el crimen organizado, y ha
empeorado la dinámica violenta que ha regido a la sociedad mexicana en los
últimos años.

Las medidas tomadas por
las autoridades para controlar las vías de transporte, y así poder prevenir a
la gente a no salir de sus domicilios y vigilar el tránsito interestatal para
contener contagios, limitan las cadenas de abasto de drogas de los cárteles,
por lo que reaccionan ante estas nuevas restricciones.

El ejemplo más claro de
esto ocurrió el pasado lunes al ser acribillado Obed Durán Gómez, alcalde de
Mahahual, luego de recibir amenazas de muerte tras aumentar los controles de
vigilancia en las costas por la contingencia sanitaria. Las costas de esta zona
del Estado de Quintana Roo tienden a ser utilizadas como vía de acceso para la
droga proveniente de Centroamérica y Sudamérica.

Asimismo, los
enfrentamientos entre grupos armados en Tamaulipas, o las bolsas de cuerpos
desmembrados en Estado de México con mensajes del Cartel Jalisco Nueva
Generación, son otras reacciones de los grupos delictivos por las nuevas
condiciones presentes en el país.

También hay que señalar
que contingencias como la que nos aqueja ahora representan espacios de
oportunidad para que estos grupos delictivos se posicionen favorablemente en la
opinión de la población, mediante la entrega de apoyos y despensas en las áreas
más desfavorecidas del país.

Después de ver la postura
que el gobierno federal ha tenido con respecto al narcotráfico, como la entrega
de Ovidio Guzmán o el saludo entre el presidente de la república y la mamá del
Chapo Guzmán, no sorprenden los videos de Ciudad Victoria y el Estado de
Michoacán en los que se ve a narcotraficantes haciendo estas entregas de apoyo,
aclarando a todas luces que provenían de sus cárteles y no del gobierno.

Esta cuarentena tampoco ha
puesto en descanso a los otros mexicanos que contribuyen a la violencia en
México; esos mexicanos que no necesariamente se organizan en grupo para
lastimar al país, pero que son producto de un Estado y sociedad fallidos que
les inculcó que ser mexicanos implicaba sangre y muerte.

Esos mexicanos que no
delinquen como negocio, sino como estilo de vida.

Mexicanos como el que
entró a la casa de Ana Paola en Sonora, para golpearla, violarla, y asesinarla;
todo esto mientras la madre de la joven de trece años se encontraba en el
supermercado haciendo compras para el aislamiento.

Importaron poco los
gritos de unión y solidaridad en México ante la contingencia, las
demostraciones de apoyo entre la misma población, o los esfuerzos organizados
para hacer frente a la crisis; solo prevaleció la violencia mexicana en contra
de las mujeres.

La racionalidad nos lleva
a concluir que frente a tiempos de suma adversidad, como los que el mundo vive
ahora, las personas lucharían por la paz, ya que representa estabilidad y unidad
para reparar los estragos ocasionados por la crisis; sin embargo, la realidad
nos muestra que la tendencia ha sido la opuesta, y se ha notado un aumento en
las denuncias por violencia familiar. En Mérida, por ejemplo, las denuncias por
violencia familiar aumentaron el doble respecto a lo registrado en el mismo
periodo de tiempo el año pasado, y las consideradas de emergencia aumentaron el
triple.

El hogar debe ser un
espacio en que las personas se sientan seguras, pero no es así para muchas
mexicanas y mexicanos.

Este aumento de denuncias
se debe a las recomendaciones de aislamiento para evitar la propagación del
virus, lo que implica el confinamiento domiciliario, por lo que los Estados han
tenido que tomar medidas especiales para proteger a las mujeres ante el
Covid-19, que en lo general consisten en el aumento de recursos para los
refugios de protección a víctimas, así como el aumento del personal encargado
de recibir y dar seguimiento a las denuncias.

Vale la pena hacer
mención del “Protocolo Violeta” implementado por el Estado de Jalisco, que
consiste en darle prioridad de respuesta a denuncias relacionadas con violencia
doméstica recibidas en los números de emergencia del Estado.

Independientemente de si
es organizada o errática, la delincuencia en México sigue presente a pesar de
la contingencia de salud, y parece fortalecerse ante ella. Los mexicanos
violentos y corruptos que la promueven son producto de la sociedad de la que
todos somos parte, por lo que es responsabilidad de todos luchar por erradicar
estas características que desgraciadamente cada vez se arraigan más a nuestra
identidad nacional.

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