La Decadencia de un Sistema Racista

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Ocho minutos con cuarenta y seis segundos fue el tiempo que Derek Chauvin, policía norteamericano, tuvo su rodilla sobre el cuello de George Floyd tras arrestarlo por presuntamente utilizar un billete de veinte dólares falso para comprar cigarros. Sucedió a la luz del día, frente a los ojos de testigos que observaron con horror a Floyd suplicar por su vida, y de un puñado de policías que custodiaron al verdugo y su ejecución.

Éste lamentable suceso suma a la vergonzosa cantidad de casos de ciudadanos afroamericanos asesinados por fuerzas policiales en Estados Unidos de América, lo que deja en evidencia que el racismo aún está arraigado en este país, especialmente es sus instituciones públicas. Por mencionar uno de los muchos ejemplos que existen, apenas hace dos semanas una joven afroamericana fue asesinada por la policía dentro de su propia casa, luego de que los oficiales se confundieran al ejecutar una orden de registro domiciliario; el novio de la joven, quien también es afroamericano, ahora se encuentra preso por intentar defender a su novia de los policías.

Por estas injusticias, es entendible que la reacción de los estadounidenses haya sido radical y a momentos violenta, ya que es un reflejo de la realidad en la que viven. Cuando hubo actos de vandalismo en las manifestaciones de movimientos feministas en distintos Estados de nuestro país, en éstas páginas se sostuvo que estaban justificados debido a la cruda realidad que viven las mujeres en México; diez son asesinadas al día. En Estados Unidos, los afroamericanos tienen un temor fundado de interactuar con la policía al considerar la cantidad de casos en los que ciudadanos de color han sido víctimas mortales por el uso excesivo de la fuerza ejercida por los agentes; en los últimos meses, los afroamericanos no están seguros ni en sus propios hogares.

Cualquiera pensaría que las fuerzas policiales se avocarían a restituir su imagen mediante una actuación pacífica y profesional ante las manifestaciones, pero ha ocurrido lo contrario, y hemos visto en medios de comunicación y redes sociales videos de agentes golpeando, amedrentando, atropellando, y rociando con gas lacrimógeno a los manifestantes. Incluso, hay videos de policías disparando contra el domicilio de los ciudadanos, amenazándolos para que no salgan a protestar, así como imágenes de manifestantes con heridas en el rostro, algunos ya sin visión en algún ojo, por disparos de la policía.

Aún más, varios equipos de prensa que se encontraban cubriendo las manifestaciones fueron atacados por agentes policiacos, lo cual es una violación directa a los derechos de prensa libre, así como una acción propia de un gobierno autoritario.

La represión por parte la autoridad únicamente incitó la violencia entre los manifestantes, y se registraron saqueos en zonas metropolitanas de importantes ciudades como Minnesota, Filadelfia, o Los Ángeles. Si bien, muchos manifestantes han hecho el esfuerzo para deslindar sus acciones de estos actos violentos, éste descontrol social nos permite apreciar la magnitud del sentimiento de indignación y molestia que tienen los estadounidenses actualmente.

Éste histórico enojo colectivo le regaló a la humanidad una postal que prevalecerá en la memoria colectiva por años. Debido a la intensidad de las protestas a su alrededor, la Casa Blanca tuvo que activar protocolos de seguridad, por lo que Donald Trump fue evacuado a un bunker junto a su familia. Las cámaras de los reporteros presentes pudieron inmortalizar a la Casa Blanca con las luces completamente apagadas, y al pie de sus entradas a cientos de ciudadanos manifestándose en contra del racismo y la violencia en sus instituciones.

Mientras que las protestas se tornan más pacíficas con el pasar de los días, persisten los reportes de represión por parte de agentes policiacos, y el discurso de Donald Trump es cada vez más severo; éste último amenazó con movilizar militares en las ciudades para disipar las manifestaciones. Ante un escenario tan complicado, solo queda preguntarnos hasta dónde escalará el conflicto, y cómo se restablecerá una sociedad una sociedad que se encuentra profundamente herida por el racismo.

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