Por Leo Zuckermann / Twitter: @leozuckermann
En una reciente conferencia argumenté que Margarita Zavala no tenía la experiencia para enfrentar el enorme reto de la victoria de Trump en Estados Unidos. Se trata de un análisis basado en la evidencia empírica. Los únicos cargos que ha tenido Zavala en su carrera política son diputada local del Distrito Federal y diputada federal en una ocasión. Muchos la comparan con otra ex primera dama que quiso ser Presidenta, Hillary Clinton. Pero no existe un claro paralelismo entre las dos si se compara su experiencia. Clinton se desempeñó doce años como senadora y cuatro como secretaria de Estado. Esto contrasta con los pocos años de Margarita como legisladora local y federal sin ningún puesto ejecutivo en su currículum.
El hecho puro y duro es que Zavala no tiene mucha experiencia en la muy difícil tarea de gobernar un país tan complejo como México en un periodo tan crítico como el que está comenzando. Ése era mi argumento. Cuando terminó la conferencia, alguien me reclamó por qué estaba diciendo esas cosas de Margarita cuando ella era la única esperanza que quedaba para detener a López Obrador en su tercer intento por llegar a la Presidencia. No me sorprendió este comentario. Ya lo había escuchado varias veces de gente que atentamente me solicita “cuidar a Margarita”.
Mi respuesta es la siguiente. Primero, yo no estoy para cuidar a ningún político. Para eso están ellos y sus asesores. Yo me dedico al análisis con base en evidencia empírica. Mi papel es examinar las fuerzas y debilidades de los posibles candidatos presidenciales. La falta de experiencia de Zavala es uno de sus puntos flacos. De eso no tengo duda.
De lo que sí tengo duda es de la percepción de que Margarita es la única opción para evitar que gane López Obrador. Veamos lo que dicen las encuestas. La más reciente la publicó Reforma el pasado fin de semana. De los diez careos que presenta con distintos posibles candidatos, nueve los gana AMLO. Sólo en uno empata precisamente con Zavala. De hecho, es la candidata que más se le acerca al tabasqueño. En este sentido, parecería que efectivamente Margarita es la única esperanza para los “antipejistas”.
No lo creo, por diversas razones. Primero, si algo hemos aprendido estos años es que tenemos que dudar de las encuestas. Segundo, todavía estamos muy lejos del proceso electoral de 2018 y hasta los propios encuestadores alertan que hoy sólo están midiendo reconocimiento de nombre de los posibles candidatos. Resulta que AMLO y Zavala son los más conocidos por la población: uno por ser el eterno candidato presidencial y la otra por haber sido seis años la primera dama del país. Más que preferencias reales de una boleta, el votante actual está respondiendo sobre el conocimiento que tiene de los distintos políticos.
En este sentido, cualquiera de los otros posibles candidatos —los otros del PAN, los del PRI, los de la otra izquierda y los independientes— podrían comenzar a gustar al electorado en la medida que se den a conocer más. Cierto: la absurda ley mexicana no ayuda pero, en una de esas, un rezagado podría despuntar de pronto.
Más aún, hoy el PRI no tiene los números para volver a ganar en 2018. Las intenciones de voto a favor de ese partido ya están por debajo de las del PAN y Morena y, con cualquiera de los posibles candidatos que suenan, las preferencias bajan todavía más. No se ve cómo pueda ganar el PRI, a menos que hagan algo arriesgado que sorprenda al electorado. ¿Qué? Poner a un candidato con la capacidad de ganarle a AMLO, es decir, quitarle a Margarita el monopolio actual de ser “la única que puede evitar que el tabasqueño se convierta en Presidente”. ¿Quién?
Habría que descartar a todos los posibles priistas que se mencionan: Osorio, Eruviel, Meade, Nuño y Beltrones. Todos, de alguna manera u otra, están relacionados con el gobierno tremendamente impopular de Peña. El PRI tendría que poner a alguien de fuera de ese grupo. Una verdadera sorpresa: alguien con honestidad comprobada y experiencia de gobierno. Se me ocurre, por ejemplo, al actual secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, José Ángel Gurría.
Ahí está un nombre que es una simple ocurrencia; de hecho, no sé si al ex secretario de Hacienda y ex canciller le interesaría competir. Lo que sé es que México no puede apostarle su futuro a una candidata sólo para que no gane otro candidato. Es un argumento de una pobreza monumental. El objetivo es elegir a la mejor mujer u hombre que pueda gobernar un país muy amenazado. De que los hay, los hay. Va a depender si aparecen en la boleta.