Por Leo Zuckermann
@leozuckermann
Quiero ver que la dirigencia nacional del PAN convenza al gobernador de Tamaulipas de que baje a una de sus gentes de la lista de senadores para compartirla con un perredista. O que Núñez se anime a hacer lo mismo con un panista en Tabasco.
Va caminando, al parecer, la alianza entre el PAN y el PRD para las elecciones de 2018. Los dos partidos saben que existe un espacio en el electorado: aquellos que están hartos de la corrupción de los gobiernos priistas, pero que no les convence la propuesta de López Obrador. Panistas y perredistas saben que les suma puntos el ir juntos a ganar la Presidencia en 2018. Además, estas alianzas les han redituado triunfos en las urnas desde 2010, la primera vez que se llevaron a cabo. La muestra es muy clara en lo ocurrido este año. Donde fueron juntos el PAN y el PRD (Nayarit y Veracruz), ganaron. Donde no, pues no. Los proaliancistas dentro de los dos partidos tienen, además, la idea de sumar a otras fuerzas políticas, como Movimiento Ciudadano (MC), y todo tipo de organizaciones y actores de la sociedad civil. En suma, la idea suena atractiva. Pero…
Sí, existe un gran “pero”. Y no son las diferencias ideológicas entre un partido de centroderecha como es el PAN y uno de centroizquierda como es el PRD. No. En estas épocas de gran pragmatismo electoral (algunos dirían que cinismo), los políticos, con tal de ganar, pueden ponerse de acuerdo con rivales ideológicos. El “pero” es otro: las candidaturas.
La más conspicua es la presidencial. ¿Quién va a aparecer en la boleta representando a los dos partidos? ¿De pronto todos los pretendientes perredistas (Mancera, Graco, Aureoles, Zepeda) van a renunciar a sus legítimas aspiraciones para aceptar la candidatura de uno de los panistas apuntados (Margarita, Anaya, Moreno Valle, Ruffo, Romero Hicks, Derbez) o viceversa? ¿De pronto todos éstos van a tirar la toalla para que quede un ciudadano sin ningún tipo de vínculos con ellos? Francamente, no lo veo. Si ocurre, sería algo rarísimo. Tan raro como pedirle a los políticos que dejen de comportarse como políticos, es decir, como profesionales que les mueve la ambición por el poder.
Tenemos, de hecho, un ejemplo de una alianza fallida, precisamente entre estas dos fuerzas, por el problema de la candidatura. En 2000 hubo un acercamiento entre las campañas de Fox (PAN) y Cárdenas (PRD) para ver si alguno declinaba a favor del otro a fin de competir con mayor fuerza en contra de Labastida (PRI). En ese momento, un frente opositor de estas características tenía todo el sentido del mundo para ganarle, no al PRI, sino a un régimen de partido hegemónico que había gobernado al país por más de siete décadas. No obstante, los candidatos no se pusieron de acuerdo. Ninguno quiso bajarse. Cada cual se fue por su camino y ya sabemos la historia: el voto útil a favor del cambio lo capitalizó Fox, quien ganó esa elección histórica.
Sigamos con el gran “pero” de la alianza PAN-PRD para el 2018. Aparte de la candidatura presidencial habrá cientos de puestos de elección popular que se elegirán el próximo año. Para que la alianza tenga sentido, deben ir juntos en todas las elecciones. Sería ridículo cooperar en unos comicios y competir en otros. ¿Cómo van a repartir todas las candidaturas? Por ejemplo, las de las nueve gubernaturas que estarán en juego. ¿Mancera va a aceptar a un candidato que no salga de su grupo en la CDMX? ¿Yunes dará su aval para que no quede su hijo en Veracruz, sino el líder histórico del MC? ¿Gali o Moreno Valle estarán dispuestos a negociar la candidatura en Puebla? No lo veo.
Con la complicación que, a partir de 2018, los senadores y diputados federales que se elijan podrán ser reelegidos. Por tanto, estas candidaturas serán tremendamente apetitosas. Los gobernadores de cada estado van a querer, como es costumbre, mandar a su gente al Congreso. Yo quiero ver que la dirigencia nacional del PAN convenza al gobernador de Tamaulipas que baje a una de sus gentes de la lista de senadores para compartirla con un perredista. O que Núñez se anime a hacer lo mismo con un panista en Tabasco. Sí, cómo no.
Si de por sí el PAN y el PRD no se pueden poner de acuerdo internamente por una sola candidatura —la presidencial—, ya parece que lo van a hacer para cientos de candidaturas locales y federales en una alianza antiAMLO y antiPRI. Pero, como les gusta citar a los propios políticos, “la política es el arte de lo posible”. Si panistas y perredistas resultan ser grandes artistas con la capacidad de sacar adelante un frente opositor de este tipo, con todas las candidaturas bien planchaditas, chapó: se merecerían gobernar al país. Yo sigo dudando que puedan hacerlo.