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Para qué sirven nuestros impuestos

Por Leo Zuckermann

Si usted se pregunta a dónde van a parar nuestros impuestos, le recomiendo la columna “Coordenadas” de Enrique Quintana en El Financiero del 5 de septiembre. Las cifras son impresionantes. Los contribuyentes estamos pagando cada vez más pensiones de exservidores públicos, transfiriendo más dinero a los gobiernos estatales y cubriendo los costos de una creciente deuda. Ya voy entendiendo por qué en México no hay un multiplicador keynesiano positivo entre el gasto público y el crecimiento económico.

Quintana argumenta, con razón, que la reforma fiscal del gobierno de Peña fue todo un éxito en términos recaudatorios: “A precios actuales, obtener cinco puntos adicionales del PIB equivale a recaudar aproximadamente un billón de pesos más”.

Sin embargo, el gasto corriente estructural “apenas creció entre 2012 y el estimado de cierre de este año, en 0.6 por ciento del PIB”. Entonces, se pregunta Enrique, dónde quedó el incremento en los ingresos públicos.

En parte se ha utilizado para cubrir la caída de los ingresos petroleros. De acuerdo con Quintana, “en términos anualizados, esto implica dejar de percibir algo así como 470 mil millones de pesos anuales”. Representa el 47% del billón de pesos mencionado.

Queda 53% por repartir. 17%, equivalente a 170 mil millones de pesos, se fue para el pago de pensiones ya que, de acuerdo con Quintana, ha habido un crecimiento real de 31.6% entre 2012 y 2016 en este rubro. He aquí un primer problema enorme. Todas las proyecciones que yo he visto de las pensiones de extrabajadores de Pemex, universidades públicas, IMSS, Issste, y un largo etcétera, dan cuenta de que cada año crecerán más, al punto que llegarán a ser uno de los rubros más importantes del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF). Cada año que pase pagaremos más dinero de los contribuyentes para las pensiones de extrabajadores públicos porque los gobiernos pasados (y el presente) nunca fondearon estos gastos futuros. Se lo gastaron en otras cosas. Los contribuyentes actuales y futuros tendremos que pagar por esta irresponsabilidad.

Un 13% del billón adicional, alrededor de 125 mil millones de pesos, se fue, de acuerdo con Quintana, a las participaciones que le entrega la Federación a los gobiernos estatales: “su crecimiento real con relación a 2012 es de 21.7%”. No me sorprende que los gobernadores hayan sido uno de los grandes ganadores del PEF durante este sexenio. A final de cuentas, una alianza de gobernadores fue la que llevó a Peña Nieto a la Presidencia. Además, los gobernadores son los que controlan a los diputados federales quienes, a su vez, son los que autorizan el PEF cada año.

El problema de estas participaciones, como lo hemos atestiguado, es que los gobiernos estatales hacen lo que se les pega la gana con ellas. Hay mucha opacidad en su ejercicio. En el mejor de los casos, lo utilizan para gasto corriente. En el peor, se lo roban. Las historias de fraudes, abusos y corrupción en los estados son cada vez más comunes y corrientes en la prensa.
Finalmente, de acuerdo con Quintana, el 12% del billón extra recaudado se ha ido a pagar el servicio de la deuda: 120 mil millones de pesos aproximadamente. Enrique habla de un crecimiento del 35% en este rubro entre 2012 y 2016. Es lógico. Como he alertado en esta columna, el gobierno mexicano abandonó su regla de déficit cero en las finanzas públicas en 2009 incurriendo, desde entonces, en déficit anuales que han tenido que cubrirse con deuda. Calderón le metió duro a la tarjeta de crédito durante sus últimos tres años. Peña le metió todavía más duro, llevando la deuda pública a niveles equivalentes al 50% del PIB. Y, pues cuando uno se endeuda, hay que ir pagando los intereses y el capital. Lo peor es el incremento de la deuda mexicana denominada en moneda extranjera; en la medida en que el peso se ha devaluado, la carga se ha hecho más pesada, pues hay que pagar más pesos por ella.

Concluye Quintana que “entre los ingresos petroleros perdidos y los gastos adicionales en pensiones, participaciones y costo financiero, se comieron 885 mil millones de la recaudación adicional […] Queda para financiar gasto discrecional apenas el 10%”.

Tomando en cuenta que el gobierno ha venido recortando de manera importante la inversión pública, que, como proporción del PIB, es la menor desde 1939, sospecho que este 10% lo ha utilizado para gasto poco productivo: más burocracia, oficinas, coches, escoltas, aviones, etcétera.
Mi conclusión: el sueño de Keynes de utilizar el gasto público para acelerar el crecimiento económico en México es más bien una pesadilla para los que pagamos impuestos.
               
Twitter: @leozuckermann

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