Editorial La Revista Peninsular.
Manejar
por las calles de Mérida, días antes de las fiestas decembrinas fue un reto
hasta para el conductor más experimentado. Las principales avenidas se
abarrotaron de personas que, como su servidor, dejaron las compras a último
momento, y emprendieron rumbo a los centros comerciales de la ciudad.
Así como
algunos “corrieron” por olvidadizos, para otros fue el único espacio de tiempo
que podían disponer para realizar sus compras; el trabajo tiende a acaparar una
buena puerta del día de las personas, y en diciembre, mes de cierres, más.
Independientemente del motivo, y a pesar del natural ajetreo, se sentía una
atmósfera acogedora por el clima benevolente y la buena actitud de los
presentes.
El
veinticuatro aún fue recibido con calles llenas, pero la actitud los
transeúntes era más afable, pues ya estábamos en días de celebración. Las
compras que se realizan este día no son de último momento, sino de emergencia,
por lo que vimos a gente apresurándose a las tiendas a comprar las últimas
cosas para la fiesta de Nochebuena.
En la
tarde de este día, las Iglesias y templos celebraron la llegada de sus
feligreses, lo que fue perceptible en la imagen de nuestra ciudad. Fue un gran
motivo de felicidad ver que, a pesar de todo, aún recordamos el motivo de esta
celebración: el nacimiento de Jesús.
Más en la
noche, los hogares de Mérida se vieron engalanados con las reuniones de seres
queridos que comieron, bebieron, intercambiaron regalos, y festejaron en
comunión. Todas las horas invertidas en el tráfico y en las filas de los
centros comerciales valieron la pena.
Y es que,
mientras vamos creciendo vamos valorando más el tiempo, propio y de los demás.
Cuando una persona hace un regalo, lo importante no es el objeto en sí, sino el
tiempo que se dio la otra persona para considerar qué podría gustarle a la
otra, y el tiempo para adquirirlo u hacerlo. Las horas que alguien dedica en su
día para pensar en otro, no tienen precio.
De igual
manera, en la cena navideña lo que en realidad importa es el tiempo que
convivimos con nuestros seres queridos, aunque también disfrutamos de los
alimentos y las bebidas entre todos. De las fiestas nos llevamos más memorias
que regalos. Aprendamos a reflexionar sobre esas memorias para poder darnos
cuenta que no vinimos a este mundo a trabajar, sino a convivir con nuestra
familia y seres queridos.
Desde La
Revista Peninsular, esperamos que hayan tenido una Navidad digna de mil
memorias, y que estas les sirvan para añorar la convivencia familiar en el
calor del hogar, para no esperar un año para repetirla. La Blanca Ciudad de
Mérida se caracteriza por sus fuertes valores familiares, no dejemos de
procurar esta característica nuestra que fortalece a nuestra comunidad, y nos
brinda seguridad.