Engañando con centavos

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

¿Cuánto
puede significar en la hacienda pública 22 mil pesos?, ¿cuánto 198 mil millones
de pesos? El presidente Andrés Manuel López Obrador nos está engañando con su
plan de austeridad y sus decisiones sobre obras y presupuestos de su gobierno.

El
costo adicional de esas decisiones también tienen repercusiones en el
presupuesto del gobierno federal: el costo de los pagos por la deuda externa se
elevan por la fragilidad de la paridad del dólar y por el aumento de los
intereses que se cobran por ella, además del desprestigio como país al no
asumir la responsabilidad de cumplir compromisos hechos por el gobierno, no por
la persona.

López
da como argumento en privado que el aeropuerto debía cancelarse porque él tenía
que mandar el mensaje de que algo tenía que cancelar para acreditar y dar
muestra de su poder. Su manifestación de poder le va a costar al país no sólo
en el tema económico sino también en el turístico, de la conectividad, de las
empresas.

Alfredo Coutiño, en la
revista Expansión, dice que “la decisión de cancelar el
nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco, basado en una consulta
ciudadana, tiene serías implicaciones para el país. Más allá de la pérdida
monetaria por la obra, la decisión tiene impactos para toda la población, para
el bienestar y, sobre todo, para la percepción sobre el quehacer político y
económico en los próximos seis años. El tigre ha sido consultado, pero podría
ser despertado por el mismo domador”.

El presidente pareciera no entender las consecuencias
de sus actos y que su único interés es acreditar una diferencia entre su
antecesor y él y llevar su proyecto a buen puerto.

La población, harta con razón de los gobiernos
recientes, votó sin darse cuenta o quizá a pesar de ello, a un personaje que no
sólo extraña las viejas costumbres priistas al ejercer el poder sino que
pretende instalarlas de nuevo en un país que nada tiene que ver con el de esos
años.

Para hacerlo nos está vendiendo que él es honesto, que
no es corrupto, que no miente, no engaña y no traiciona cuando esas
aseveraciones las contradice todos los días al ejercer su mandato como lo hace.

Va a sacar de la capital del país a una buena parte de
la burocracia que opera las diferentes secretarías de Estado, pero en el fondo
de su plan sólo anida la pretensión de generar un éxodo masivo de burócratas
que al dejar sus plazas éstas queden libres para sus seguidores.

Lo mismo refuerza con su argumentación de bajar
salarios violentando todos los escalafones y las antiguedades de quienes ya
laboran en la administración pública.

El presidente está haciendo espacio para sus
seguidores, para sus incondicionales que desde el gobierno usufructúen el
presupuesto público para hacer labor partidista. Morena, como el partido del
gobierno, no tendrá más preminencia política que la conducción formal de la
militancia, porque todo se resolverá de acuerdo con los designios del propio
presidente cuidando que ni uno sólo de los militantes, de los personajes crezca
lo suficiente como para hacerle sombra al aútentico líder. El presupuesto al
servicio del partido sin que se confunda para quien ni para qué.

Decían los viejos políticos, los contemporáneos de
López, que en política lo que cueste dinero es barato, y esa percepción la
tienen muy consolidada porque saben que el dinero del que disponen y utilizan
no es de ellos y, por lo que vemos, tampoco tiene límites cuando se trata de
engañar bobos: se ahorran centavos y se dilapian cientos de miles de millones
de pesos sin que nadie se lo reclame.

Quitarle dinero a las universidades ya consolidadas
para invertir en otras cien sólo
consolidan esa idea de que el presidente quiere endoctrinar a seguidores a
modo, como lo hizo en la capital de la República con instituciones locales que
no sólo no han dado resultado sino que se han vuelto un nido de militantes y
seguidores incondicionales.

El presidente está consolidando su base electoral, sus
seguidores, su visión del país que para él estaría justificado ante la
desigualdad social que hay en México. Según su visión, que nadie gane mejor,
que todos seamos iguales pero siempre en la mediocridad y sin ambiciones.

Precisamente por eso, el único reducto que puede hacer
un dique contra sus imposiciones es la Suprema Corte de Justicia, con su mala
fama, con sus excesos, pero también como el órgano que haga prevalecer la
Constitución.

El proyecto es respetable, es su visión del país que
él quiere tener. Lo que no puede impedir es que hayamos quienes no lo
compartamos y no nos guste. Demasiados años padecimos los excesos tricolores
para sufrir ahora los de él, que es una edición más autoritaria de lo mismo.

José Francisco Lopez Vargas
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