El PRI y la sucesión
Por Pascal Beltrán del Río
Si la difusión de videos y un logo por parte de Miguel Ángel Osorio Chong son —como parece— el arranque de una campaña para posicionarlo como aspirante presidencial,
el PRI estará demostrando que identificó el error que hizo el PAN al final del sexenio pasado
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En el tramo final del periodo del presidente Felipe Calderón había al menos cinco panistas mencionados para alcanzar la candidatura presidencial de su partido: Ernesto Cordero, Santiago Creel, Heriberto Félix, Alonso Lujambio y Josefina Vázquez Mota.
Como ya he escrito, cuando los tiempos de la sucesión se encontraban próximos, Lujambio, titular de la SEP, se quejaba de que Calderón no le permitiera manifestar abiertamente sus aspiraciones.
A diferencia de él, así como de Cordero y Lozano, Vázquez Mota no estaba en el gabinete presidencial y no estaba sujeta a ese tipo de restricciones.
En agosto de 2011, la coordinadora de los diputados federales panistas presentó su informe legislativo, en un acto en el Teatro Metropólitan que se convirtió en el virtual lanzamiento de sus aspiraciones.
Los tres secretarios de Estado no tenían el mismo margen de maniobra, pues el presidente Calderón había dicho que, si querían buscar la candidatura, tendrían que renunciar al gabinete.
El informe de Vázquez Mota provocó que —pocos días después y de forma casi concertada— Lujambio, Félix y Lozano dieran a conocer públicamente que no pelearían la nominación.
Eso dejó abierta la puerta a Cordero para ser el aspirante único del calderonismo para suceder a Felipe Calderón.
Por cierto, el Presidente nunca ocultó su preferencia por su secretario de Hacienda. Tiempo después, Calderón me la explicaría, en entrevista, diciendo que “Ernesto es el que más sabe de políticas públicas”.
Incluso se publicó un desplegado en el que la nomenklatura panista se manifestó a favor de que Cordero ganara la nominación, algo que tendría que suceder al estilo del PAN: en una elección interna, una prueba que ninguno de los otros candidatos presidenciales de 2012 tuvo que pasar.
Sin embargo, pasarían tres valiosos meses antes de que Cordero renunciara a Hacienda y anunciara que iba por la nominación.
Ya era diciembre de 2012. El PRI le llevaba años al PAN en la construcción de su propia candidatura: la del gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto. Y también se la llevaba la izquierda, con Andrés Manuel López Obrador.
Aún hoy es difícil de entender que el PAN cometiera ese error. Hay quien cree que no lo fue tanto y que existió, desde esos tiempos, una negociación entre Los Pinos y el PRI para no estorbar la llegada de Peña Nieto a la Presidencia.
Quienes piensan eso ponen como prueba la forma en que el panismo abandonó a su candidato a la gubernatura del Estado de México, Luis Felipe Bravo, para no entorpecer la llegada al Palacio de Gobierno de Toluca de Eruviel Ávila, el hombre que el propio Peña Nieto había escogido para sucederlo.
Aunque no hay suficientes datos para saber qué pasó con el PAN entre 2011 y 2012, ahí quedó esa receta para el desastre: tardar una eternidad en impulsar a alguien como sucesor de Calderón y, luego, una vez derrotado Cordero, dejar que se creara una brecha entre Vázquez Mota y Los Pinos.
Nunca comprendí la estrategia de Vázquez Mota de presentarse como “la candidata diferente” cuando buscaba suceder a Calderón, es decir, luchaba por la continuidad en el gobierno.
Lo cierto es que su candidatura no entusiasmaba a Los Pinos.
El resultado fue que la aspirante del partido del gobierno terminó en tercer lugar de la elección, detrás de los opositores Peña Nieto y López Obrador, algo que jamás había sucedido.
Ésa es la lección que aparentemente ha asimilado el PRI.
Dudo que Osorio haya difundido sus spots sin permiso o, al menos, sin conocimiento del Presidente.
Y aunque el líder priista Enrique Ochoa me haya dicho en la radio que no considera los spots como material del proselitismo, creo que es obvio que el partido ha puesto en la pista de 2018 a quien —por sus números— es el mejor prospecto que tiene.