Día Naranja: Tan Cerquita del Rojo y Tan Lejos del Amarillo

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

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Uno de los efectos de vivir en esta era de plena disponibilidad de medios y dispositivos para la comunicación digital es que cualquier tema y casi cualquier dato puede ser accesible, al grado de que, ahora, de lo que con frecuencia tenemos que protegernos es de la saturación. Aunque claro hay saturaciones que agradan y otras que abruman.

Y es que saturar puede entenderse como colmar (exceder de lleno), saciar (cubrir completamente la necesidad) o llegar al máximo, donde ya no sea posible notar, permitir o hacer más. La vida, la gente y el sentir es tan diverso, que debería ser natural la inclusión, la tolerancia, la receptividad, la creatividad, la variedad, la flexibilidad… Pero, ¡ahhh!, nuestra personalidad, costumbres y dinámicas sociales, hacen de las suyas y nos llevan a tener que recordar y dialogar al respecto.

En este día 25, y en especial de noviembre, hay una abundancia en las redes electrónicas de imágenes, mensajes y referencias contra la violencia de género, lo que para algunas personas representa un logro positivo, una necesidad, una causa, un deber… para otras, pocas afortunadamente, una saturación incómoda, y para el resto una tendencia, una facilitación de la publicación del día, un distractor o una invitación a también decir algo, pensando que llegará a la atención y vendrán los “like” al subirse al “trending”.

Como probablemente hoy ya todo/a lector sepa, se identifica a esta fecha con el color naranja, al grado de ser simplificado como “Día Naranja”, confundido por suficientes (como el Día de la Mujer) con una celebración, cuando en realidad su fondo refiere al Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, o mejor dicho, violencias contra las mujeres. Como campaña, el Día Naranja, se atribuye a una iniciativa de, el entonces Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, que bajo el lema “ÚNETE” y un distintivo de este color, llamaba a poner fin a esas diversas formas de violencia que tantas y tantas mujeres enfrentan y “concientizar” a la sociedad. Si bien la fecha se conmemora hace cuatro décadas y la realización de acciones continuas para el mismo fin se inició desde organismo civiles.

Llegamos a la anualidad 13 de ese llamado, que la CNDH nos dice va dirigida a activistas, defensoras y defensores de derechos humanos, medios de comunicación, gobiernos, organismos públicos, y a todo el sistema de Naciones Unidas para vestir y/o usar un distintivo naranja, iluminar y/o adornar edificios y difundir en redes (electrónicas) el día, su objetivo y datos sobre el impacto de esas formas de violencia.

Si esa era la intención, vamos bien. Tengo el placer de interactuar con gente de diversos sectores y ocupaciones; más en unos ambientes que en otros, esas cinco acciones ocurren bastante según me indica face y whats, y un poco twitter e Instagram; tiktok no. Los marcos alusivos proliferan y se usan con orgullo, y las fotos de conjunto se han hecho cada vez más espectaculares. Las invitaciones a manifestaciones públicas siguen afortunadamente presentes, pero no aumentan tanto, como tampoco va tan acelerado el informe de acciones realizadas personal o colectivamente por quien publica, pero hay, y se reconoce más. Las declaraciones de hartazgo, estímulo a luchar más fuerte y crítica dura hacia lo que se deja de hacer desde la autoridad, e incluso la sociedad, han crecido a ritmo medio, comparativamente.

Mi pregunta, como papá, ciudadano, metodólogo y psicólogo del diablo es: ¿esas 5 eran las acciones adecuadas a las que convocar para lograr el objetivo, que Ban retomó, pero desde hace siglos necesitamos lograr? En tema aparte, el color elegido me parece bien adecuado, pues se le atribuye la energía, seguridad, calidez y éxito que necesita esa campaña (léase con confianza: cruzada), como también tiene tonalidades que reflejan lo inadecuado que sufren las víctimas y el temor con el que viven.

La Comisión Nacional encargada del tema nos reitera algunas cifras espeluznantes y hace suya la invitación, así como nos ilustra 8 cajones en los que agrupa tanta violencia hacia las mujeres: familiar, sexual (hostigamiento y acoso), docente, institucional, feminicida, laboral y en la comunidad. Hay otras clasificaciones, pero el punto es si los logros con en la presencia mediática ha reducido en algo cualquiera de ellas.

En este año, como campaña, ONU Mujeres llama de nuevo a 16 días de activismo y nos indica que el tema es “Pinta el mundo de naranja: ¡Pongamos fin a la violencia contra las mujeres YA!”. De lo cual entiendo que las mismas 5 acciones son las que se pretenden, que invitan a seguir haciendo lo mismo, pues no sucede aún, y por ello me concentro en la palabra última, la más valiosa de toda esa campaña, a mi entender: ¡YA!

El naranja, como la vida y la gente, tiene diversas gamas, el ocre, que casi es café, el bermellón que casi es rojo, el azafrán que casi es amarillo, melón, salmón, caqui, dorado, calabaza, y decenas más, hasta nuestro muy local guayita. Y cada uno aporta algo para dar color. Asimismo cada una de las acciones referidas, desde el posteo de la foto personal portando el lazo, hasta la acción de auxilio o la exigencia contundente a la autoridad suman a la causa, que tiene dimensiones titánicas.

Sin embargo, y con todo mi afecto y el compromiso de que soy capaz, apunto que el YA difícilmente se alcanzará sin afinar las baterías del quién, hacia quien y con qué debemos dirigirnos para esa inmediatez, sentido de urgencia y definitividad, con esa fuerza, con ese imperativo, acentuando el sentido de unión, al que Ban nos llamaba… Para que no haya, como en la palabra misma, confusión de si nos referimos a algo que Ya quedó atrás, algo que Ya está pasando o algo que Ya va a pasar.

“Las Mariposas” Patricia, Minerva y María Teresa Mirabal, asesinadas hace 51 años nos ejemplifican realidades que siguen vivas hoy y no se ve que vayan a cambiar mucho para mañana 26, y lo grotesco es que las víctimas de estos casos, mañana 26 podrían, incluso, no estar vivas más.

Sin duda toda acción abona, sensibilizar sirve, pronunciarse, informar. Prevenir pasa un poco por ese camino, un mucho por la ley, pero más por asegurar que las instituciones funcionen; y seguimos oyendo demasiados casos donde la persona llegó a la institución y no obtuvo de ella ni lo que dice el discurso de funcionarios/as ni lo que dice el texto legal, ni mucho menos lo que dicen los tratados internacionales, repetidos o no en los portales nacionales que tendrían que asegurar su cumplimiento.

El YA está más cerca de publicaciones como las siguientes, que me anima ver de vez en cuando, y más cuando imagino que son acompañadas de acciones en la verdadera red social, la de personas, la de la calle, la de la comunidad.
– “si soy amigo/a de tu violentador, dímelo, por favor” y hagamos que eso acabe o no se repita.
– “si sientes que estás en riesgo, sólo hazme X o Y señal” y contarás conmigo para salir de ello o resolverlo.
– “Yo sí te creo” y tengo como prioridad hacer algo con lo que me digas.
– “La Institución tiene que responderte, no posponer, ni dudar” y estoy contigo si no lo hace, hasta que lo haga.

E igual todas aquellas que van dirigidas a mujeres y niñas desde la voz de su madre, familiares, amigos, pareja diciendo lo que siempre debió ser, que no tienen que conformarse, ni tolerar abusos, ni inhibir sus deseos de ser lo que quieran y hacer lo que les haga bien. En especial si imagino que va a acompañado de realidades, como esas que hacen que no sea necesario publicar nada, pues ya pasa entre nosotros lo que no necesito decirte públicamente.

Si quien es víctima pudiera enfrentar sola, con sus recursos, en cualquier momento la situación, serían muy pocas las víctimas, pero son millones. Tenemos que actuar en acompañamiento, fortalecimiento real de recursos y disposición permanente, en especial en los lugares que sabemos que más ocurre la violencia.

Si quien es victimario/a al leer o mirar entendiera y cambiara, serían pocas las víctimas, pero son millones. Algunos/as requieren la acción de la autoridad, otras francamente tratamiento y todos/as la certeza de que no hay, en efecto, mujer que esté sola, a ninguna hora, en ningún espacio, sin importar la relación que con ella se tenga. Pero más importante, que no hay mujer que merezca, ni que vaya a permitir un abuso más.

Para que el victimario/a entienda eso, tendría que estar pasando Ya. Pero no es una realidad aún, y tenemos mucho por hacer. Las personas que ya creemos y procuramos esto nos gusta leer y ver el cumplimiento de esas 5 acciones de comunicación mediática, pero incluso hemos fallado y no estamos en el punto que debemos, ni siquiera sabiendo que deberíamos y queriendo estar en él. En más de una ocasión hemos sido fuente misma del problema, por más que ahora lo entendamos o procuremos evitarlo o ser parte de la solución.

Si lo que se pone en la ley bastara para que se modificaran realidades, habría muy pocas víctimas, pues mucho se ha escrito en ella, pero son millones las personas que no solo reciben la violencia, sino que se ven desprovistas de los derechos que la ley YA le concede, pero AÚN no le garantiza.

Si las instituciones cumplieran lo que la ley dice y lo atendieran con el ahínco de los discursos de sus titulares o la claridad con la que se pronuncian en sus portales, serían pocas las víctimas y serían atendidas adecuadamente, pero son millones. Y muchas han intentado recibir esa ayuda y han sido revictimizadas o simplemente mal atendidas, mientras que muchas otras ni siquiera se acercan para no tener que pasar por un suplicio adicional en un lugar que no logra dar el servicio por el que todos/as pagamos.

Si a los funcionarios/as que verdaderamente intentan cumplir con su deber en instituciones destinadas a ello contaran con los recursos y apoyo adecuados habría menos víctimas, pero son millones, y es mucha la frustración de esas pocas personas que sí son verdaderos/as servidores públicos del tema y generalmente es más el apoyo que viene desde la sociedad civil, incluso con menos recursos aún.

El día naranja sigue demasiado cerca de la violencia del rojo y demasiado lejos de la alegría del amarillo, atorado en la gama de colores que representan lo que vemos y vivimos. A falta de una mejor foto o frase, va mi publicación, no en face, sino en cada día que convivimos, mientras son pequeñas:

Clausy y Melissa:
– ¿Quién es muy lista?
> ¡Yo!
– ¿Quién es guerrera?
> ¡Yo!
– ¿Qué puedes hacer?
> ¡Lo que YO quiera!

Y para ellas, y en lo que pueda para la hija de cualquier persona (todas lo son), mi ciencia, mi disposición al pasar, mi mejor versión y mi enfocada firmeza si sirve a que en su caso YA pare lo que ha estado afrontando.

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Este sistema aditivo de colores
luz es el que utilizan los monitores y televisores para producir colores. En
este sistema, un color se describe con valores numéricos para cada uno de sus
componentes (rojo, verde y azul), indicando al rojo con «R», al verde con «G» y
al azul con «B». En una escala de valores de 0 a 100, un naranja aditivo
mediano se expresaría como R=100 (rojo al valor máximo), G=50 (verde a la mitad
del valor) y B=0 (nada de azul). Véase RGB.

El significado del color rojo

Positivo: Pasión, atrevimiento, importancia, fuerza, calor,
energía, estimulación, masculinidad, excitación, exuberancia, osadía.

Negativo: Desafío, agresión, impacto, tensión.

El significado del color amarillo

Positivo: Felicidad, amistad, advertencia, optimismo, caluroso,
velocidad, amabilidad, autoestima, extroversión.

Negativo: Ansiedad, irracionalidad, fragilidad, miedo.

El significado del color naranja

Positivo: Energía, vitalidad, diversión, seguridad, juguetón,
calidez, confort, comida.

Negativo: Privación, frustración, frivolidad, inmadurez.

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*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Coordinador Nacional de la Red Cívica Mx, A.C.
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.
Especialista en Psicología y Licenciado en Derecho.

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