Claroscuro, por:Francisco López Vargas
Vaya gira de Andrés Manuel López Obrador por el Sureste. Más de uno habría esperado que hubiese chispas, rayos y centellas, pero no fue así. La camaradería política reinó en cada visita y no es para menos: el presidente electo no ha tomado posesión y los gobernadores ya en funciones lo acompañarán en ese evento y, al menos, en los tres primeros años de su gestión, excepto Mauricio Vila que cambiará cuando el Ejecutivo Federal lo haga.
Vila, el gobernador yucateco, y Alejandro Moreno Cárdenas, el de Campeche, recibieron sendas felicitaciones y halagos de López Obrador: uno por la devolución de los vehículos en arrendamiento del gobierno con Banorte y el campechano por tener listo el tema de los derechos de vía para el polémico Tren Maya. Se les adelantó a los demás, le dijo López a Alito.
Y fue precisamente al gobernador Moreno al que le dio otro apoyo llegando a Ciudad del Carmen, donde el calor electoral creció al extremo de escuchar reclamos airados donde le pedían sacar al Ejecutivo estatal del gobierno.
La polémica en Carmen es radicalizada por los pequeños márgenes del triunfo del PRI y su candidato a alcalde, lo que provocó que los otros dos aspirantes a la alcaldía se aliaran para denunciar un presunto fraude, que tampoco pudieron probar.
No necesito legitimarme metiendo a la cárcel a un político del pasado, les dijo. Eso pasaba antes para decir que todo sería diferente y terminaba siendo lo mismo. Párenle con eso de ¡Fuera Alito! Estamos en tiempos de reconciliación y las campañas ya pasaron…
En Mérida, López también habló bien de Vila: esa muestra de austeridad, dijo en alusión a la devolución de las camionetas devueltas unos días antes, acreditan que éste será un gobierno que escuche a la gente, dijo en apoyo al gobernador panistas de Yucatán.
Nada que haya sido distinto. Los amontonamientos, la gente vitoreando al presidente electo como si aún fuera candidato. Sólo Joaquín Díaz Mena no entró al despacho del Ejecutivo. Ese día, Guacho no amenazó a ningún delegado actual en Yucatán, no dijo que él se encargaría de revisarle sus cuentas, no les dijo que… Será que se dio cuenta de que aún no es nadie en un gobierno que aún no asume funciones.
La semana de López Obrador cerró con la visita a Tabasco donde se entrevistó con su paisano Arturo Núñez.
En lo nacional, el futuro secretario de Comunicaciones y Transportes sigue haciendo de las suyas y no sólo por el tema del aeropuerto sino porque tampoco entiende que no ha tomado posesión y ya amenaza con tomar represalias contra una empresa cuya apoderada le pidió desalojara el predio al ser propiedad privada y nadie lo invitó a estar en él.
Los dislates sobre el proyecto de construcción del aeropuerto en Texcoco seguirán hasta el domingo cuando termine una polémica consulta que no sólo violenta todos los parámetros que le den certeza y seguridad sino que los especialistas ya consideran ese proyecto como la opción más viable. La muestra es una farsa, no hay rigor metodológico ni validación científica que avale porque no hay padrón, no hay cómo evitar que se vote varias veces en diferentes lugares y las preguntas están manipuladas.
Sin embargo, las polémicas generadas por quienes serán el próximo gobierno han socavado la credibilidad de un gobierno que aún no empieza y, al menos, en lo formal, queda la impresión de que muchos de quienes son propuestos para los diferentes cargos no tienen idea clara de lo que será su función y sí lo que les gustaría hacer con el cargo, aunque no sea lo correcto.
La cancelación del nuevo aeropuerto pareciera que se basa en la descalificación porque la obra es del viejo gobierno y el nuevo, sin tener proyecto ni planes concretos, promueve la construcción de un tren maya y un aeropuerto muy limitado en Santa Lucía, convirtiendo un aeropuerto menor militar en uno comercial complementario que no se dará abasto con los requerimientos de un nuevo espacio.
La consulta propuesta por López plantea una nueva manera de preguntarle a la sociedad pero el riesgo de hacerlo como lo plantean es que su primer ejercicio sea un fracaso similar a la farsa que resultó de la selección de candidatos de Morena.
Además, la consulta la realizará un gobierno que no ha tomado posesión, que fue electo para hacer lo mejor para la sociedad y que debería de asumir el costo político de tomar decisiones no populares pero sí necesarias y hasta básicas para el país. Después de todo, la legitimidad de López Obrador no está en duda gracias a esos 30 millones de votos, pero dejar el sabor de imponer algo o de optar por la peor opción puede motivar que los 60 millones de votantes que no le dieron su confianza a su proyecto, empiecen a pensar que aliados pueden hacer más por el país.