Cuando un ejército no promueve la guerra, hace la paz

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En agosto del 2005 el Ejército
Mexicano hizo historia al ingresar a territorio estadounidense por primera vez
desde la Segunda Guerra Mundial; una caravana de casi doscientos militares
acudió a Estados Unidos de América a brindar ayuda tras el huracán Katrina.
Este catastrófico huracán causó más de mil ochocientas muertes, provocó ciento
veinticinco billones de dólares en daños, y prácticamente destruyó la ciudad de
Nueva Orleans.

Por esas fechas era
presidente de México Vicente Fox, y en Estados Unidos George Bush hijo. Este
segundo difundía un discurso contra los migrantes y promovía la construcción de
un muro fronterizo para controlar el flujo migratorio. A diferencia de Donald
Trump, Bush hijo tenía cuidado por las formas políticas, por lo que si bien su
discurso era racista, no promovía la cultura de odio y violencia que apreciamos
en la actualidad.

A pesar de la compleja
relación que había mantenido nuestro país con el vecino del norte (que se
complicaba aún más con la administración de Bush) no hubo duda alguna en el
estado mexicano de ofrecer la mano para ayudar, ni en el estado americano para
aceptarla.

Los desastres naturales
no conocen de fronteras.

La temporada de huracanes
empieza su etapa más intensa. En medios de comunicación nos enteramos de
Dorian, huracán que destruyó las Bahamas y dejó más de veinte muertos, y
provocó evacuaciones en el sureste de Estados Unidos; también nos preocupamos
por Fernando, huracán que impactó en el noreste de nuestro país.

En Yucatán pudimos
percibir todo esto al ver cielos nubados después de algunas semanas de resentir
el duro sol, sin nubes que apaciguaran su intensidad.

Nuestro Estado no es
ajeno a los huracanes. Los más jóvenes aprendieron lo despiadada que puede ser
la naturaleza en el año 2002 cuando Isidoro paralizó por días a la ciudad, y
los más grandes lo aprendimos con Gilberto en 1988.

Como Yucatán, todo el
país es propenso a ser afectado por algún desastre natural, ya sean huracanes,
terremotos, o inundaciones, por lo que existe una fuerte cultura de la
prevención ante desastres naturales, y una noble disposición a actuar
solidariamente para brindar apoyo a zonas afectadas.

Este espíritu que permea
nuestro actuar es una de las principales características de las Fuerzas Armadas
Mexicanas. A nivel internacional, el Ejército Mexicano es referente en ayuda
humanitaria, y ha emprendido más de cuarenta misiones en veinte países.

Así como con Katrina en
el 2005, México estuvo presente en Centroamérica en el año 1998 por el huracán
Mitch, en Indonesia en 2004, en Haití y Chile en el 2010, en Japón en 2011, y
estuvo en Nicaragua el año pasado, por mencionar algunos esfuerzos de solidaridad.

Esta cualidad del Ejército
Mexicano ha sido perfeccionada a lo largo de los años, y se encuentra
establecida en el Plan DN–III–E. Estos preceptos fueron anexados al Plan de
Auxilio a la Población Civil en 1965 y consisten en los lineamientos generales
que las Fuerzas Armadas Mexicanas deben realizar en las actividades de auxilio
a las víctimas de desastres naturales, procurando un uso eficaz de recursos, y
la restauración de la zona afectada.

Este plan fue utilizado
por primera vez al año siguiente de su concepción después que el huracán Inés
provocara inundaciones en Tamaulipas y Veracruz.

Conscientes de la
responsabilidad que conlleva formarse en acciones de rescate y contingencia
ante desastres naturales, el gobierno mexicano amplió la protección que contemplaba
el Plan para que se pueda aplicar en todos los países que lo requieran en el
año de 1972.

Los trabajos que ha
llevado a cabo el Ejército Mexicano en ayuda humanitaria, y la constante
formación que recibe debe ser motivo de orgullo para todos los mexicanos, pues
el ejército se vuelve promotor de los mejores valores nacionales.

Aún más, por los
constantes esfuerzos que ha llevado a cabo en todo el mundo, otros países le
han brindado una mano a México cuando más lo ha necesitado; como en los terremotos
de septiembre del 2017 cuando recibimos ayuda de más de veinte naciones
hermanas.

Pensar en un ejército
humano brinda más orgullo que pensar en un ejército que oprime a las masas, que
es sometido por grupos civiles armados, o que es asesinado a manos del
narcotráfico.

Procurar que la formación
de las Fuerzas Armadas se evoque a la protección de la vida solo brindara
resultados positivos al país, y mejorará nuestras relaciones con el mundo.

Cuando un ejército no
promueve la guerra, hace la paz.

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