Reconfiguración real.
Por: Francisco López Vargas.
Hasta ahora, sólo el gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, se
ha enfrentado a Andrés Manuel López Obrador quien lo acusó de ser parte del
fraude electoral.
Moreno es quizá el único político de primera línea que se atreve a
responderle a López Obrador que va aprovechando cada silencio, cada agresión,
cada error de la clase política para tratar de lograr un mejor posicionamiento
que, hay que decirlo, se ve difícil pueda conseguir.
Pueden considerar que la respuesta de Moreno sea un error pero también
puede ser el gran acierto para lograr una presencia política que puede
redituarle beneficio a él y a su gestión, sobre todo considerando la
posibilidad real de que el PRI pudiera no ganar las elecciones de 2018. Me
explico.
El 13 de julio de 2002 ya en la presidencia del entonces panista Vicente
Fox, cuando la mayoría priista lideraba ese organismo, se conforma como una
organización en la que también los perredistas se alían y se convierten en una
ariete de presión al gobierno panista a la que poco a poco se integran los
panistas hasta que hoy, en el gobierno priista de Peña Nieto, la oposición
tiene 17 de los 32 lugares.
De perder la elección mexiquense, Coahulia y Nayarit la oposición tendrá 20
sitios contra 12 del PRI y así llegaría a disputar los comicios de julio 2018
donde los números volverán a cambiar de acuerdo con el resultado final de la
elección presidencial y las ocho estatales.
De aquí a esos días, la definición hasta ahora de quién le hará frente a
López Obrador habría pasado a la dirigencia priista que, hay que decirlo,
aunque ha tenido argumentos, la liquidación de la CFE y sus concesiones de
taxis le han hecho mella a Ochoa Reza además de que se ha caricaturizado su
imagen, restándole contundencia.
El panorama no vaticina un triunfo sólido del PRI y aunque para muchos ya
fue derrotado a un año de los comicios, la realidad es que hay demasiados
factores que considerar como para darlos muertos con tanta anticipación sobre
todo que no hay otros candidatos ya definidos.
Moreno ha medido eso. Sabe que si cae en el error de quienes lo
antecedieron en el cargo y no aprovecha la nueva coyuntura electoral, la
situación de Campeche con un gobierno priista y una presidencia de oposición no
tendrá la suerte que tuvo Hurtado u Ortega -al inicio de su gestión- cuando
hubo carretadas de dinero, más por la recomendación de Juan Camilo Mouriño con
Hurtado que con Ortega, ambos beneficiados de los altos precios del crudo.
Hurtado nunca agradeció nada a Mouriño.
Moreno sabe que si quiere seguir con su vida política tiene que convertirse
hoy en un protagonista activo, tratar de liderar en la Conago, tratar de
influir con sus posturas y generar una posición de fuerza que le permita
influir con quien sea el nuevo gobierno.
Lo que sabe no puede hacer es quedarse callado, quieto porque las épocas en
las que su futuro político dependía exclusivamente del presidente priista han
terminado o, al menos, se ven distantes según lo que dicen las encuestas
presidenciales en estos días.
El gobernador Moreno es demasiado joven como para conformarse con que su
vida pública termina con su gestión como gobernador. A diferencia de quienes lo
antecedieron, si él no lucha por lograr más apoyos para la entidad, con un
gobierno de oposición sería más complicado a menos que sea un actor político de
relevancia.
De los ex gobernadores siguen activos Abelardo Carrillo Zavala en temas
sindicales cetemistas y en el Infonavit; Jorge Salomón Azar, por su delegación
política en Tabasco y su cercanía con al dirigencia actual y Jorge Carlos
Hurtado en su encargo en Semarnat. Sin embargo, sólo Azar está metido en la
política partidista con participación activa mientras los demás tienen más reducido
su espacio de activismo, pero Azar tiene claro que en Campeche no se mete.
Moreno está convencido que Campeche no subsiste sólo con sus
participaciones federales por dos razones básicas: no tiene una recaudación que
influya ni una población que signifique suficiente.
Sólo el tema del petróleo, ahora de manera marginal, representa un peso,
pero hasta eso está en riesgo en los comicios de 2018 porque si gana López
Obrador trataría de revertir la reforma del ramo.
Así, el escenario es quedarse callado y esperar o convertirse en actor
político y esforzarse por tener una posición de privilegio en la siguiente
elección presidencial, sobre todo ahora que López Obrador empieza a
equivocarse, como lo ha hecho antes, y la desesperación le gana a más de un año
de la elección en la que él dice que ya ganó.
La disyuntiva local no pareciera la pasividad del gobernador actual esa
que, todos vimos, no dio resultados para los campechanos –quizá sí a esos
gobernadores- y vaya que se sigue pagando.
¿Habrá gobernadores que sigan el ejemplo? Hasta ahora, casi todos han
optado por meter la cabeza en el silencio mientras la oposición sigue haciendo
su trabajo y capitalizando no sólo errores sino también vacíos.
Anécdota de reportero
Conocí a René
Delgado hace ya muchos años. Siempre tuve de él el mejor de los conceptos como
un periodista impecable y un analista de privilegio. En 1997 trabajamos juntos
un proyecto con el que pretendíamos cubrir esas elecciones federales que
representaban la posibilidad real de que por primera vez en la historia del
país, el Congreso federal quedara en manos de una mayoría opositora, como
sucedió.
Ese proyecto
significó para mi en esos momentos una disyuntiva: irme de Mérida y dejar de
trabajar en Campeche al frente de toda la información y manejo del periódico
diario El Sur, en medio de la elección a la gubernatura más reñida de la
historia en Campeche entre Layda Sansores Sanromán y Antonio González Curi que,
a la postre también terminó con la mayor protesta poselectoral de la historia
de Campeche.
Eran las 9 de la
noche cuando recibí en Hopelchén la llamada de René para darme la noticia:
Reforma estaba encantada con el proyecto pero no había fondos suficientes para
financiarlo.
Esa noche había
acudido a cubrir un acto de campaña de Antonio González Curi, el único al que
asistí aunque nunca fui invitado, como sucedió en toda la campaña.
Definida la
permanencia en Campeche, decidí relevar a mis reporteros de la cubertura de
Layda para hacerme cargo personalmente de ella debido a que todos mis
reporteros enviados terminaban en la nómina de la candidata de Andrés Manuel
López Obrador.
Comprensible por
los salarios que se le pagan los reporteros, acudí a cada acto y evento de
Layda para atestiguar cómo operaba su estructura y cómo había logrado clonar
todos los operativos que había realizado su padre desde el PRI de los 70’´s y
80´s.
Mi primera charla
con la candidata del PRD se dio días después en un recorrido por la capital
campechana. Visitaba oficinas federales cuando alguien le informó quien era el
periodista que tenía frente a ella. Se me acercó, me tendió la mano y me dijo
que siempre pensó que era una persona muy mayor por la cantidad de información
y anécdotas de su padre y de la política campechana y nacional que transmitía
en mis columnas.
Ud. debería
apoyarnos, me dijo sonriente tendiéndome la mano. Después de la presentación
siguió en su recorrido por esas oficinas federales llenas de burócratas que la
saludaban sin dejar de trabajar.
Más tarde
caminaríamos por los patios de lo que hoy es el Centro SCT en los rumbos de la
Estación Antigua y el 7 de agosto y vino la propuesta que me dejó claro por qué
tenía que ser el reportero de la campaña: Usted y yo podemos ser buenos amigo,
me dijo la Sra. Sansores. Y yo, con mis amigos, hago excelentes negocios.
La respuesta fue la
misma que le dí a Víctor Cervera Pacheco cuando era gobernador de Yucatán y me
ofreció dos hectáreas de terrenos en Dzibichaltún: “muchas gracias, pero no
puedo aceptarlo”.
El pago por esas
relaciones siempre terminan dañando más al periodista que al político que usa
dinero público, nunca el propio para esos acuerdos.