Cartas reveladoras de Flaubert a su amante Colet

Aída López Sosa
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Cultura, por: Aída María López Sosa
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Ante la amenaza del olvido las cartas son testimonio de inquietudes, tormentos, aventuras, cortejos, tribulaciones y pasiones. Son reveladoras, misteriosas, confesionales, motivo de análisis y reflexión. Portan noticias de viajes, enfermedades y amores. Gustave Flaubert (1821-1880) escribió tantas cartas como páginas de su obra, en total 275 a su amante la poeta Louise Colet (1810-1876) durante casi nueve años, tiempo en que la musa pasó de estar casada a enviudar.

A través de las misivas se puede seguir el auge y decadencia de la relación. La primera escrita el martes en la medianoche del 4 de agosto de 1846, la última el martes por la mañana del 6 de marzo de 1855, más que una carta es una nota escueta de cuatro líneas donde le advierte a Colet que nunca lo encontrará: “Me he enterado de que se había tomado la molestia de venir tres veces ayer por la tarde a mi casa. No estaba. Temiendo las afrentas que semejante persistencia por su parte podría atraerle por la mía, la cortesía me induce a advertirle que nunca estaré. La saludo atentamente”. El carácter amoroso de la primera donde la tuteaba “Hace doce horas aún estábamos juntos; ayer a estas horas te tenía en mis brazos… ¿Recuerdas?… ¡Qué lejos queda ya!…”, termina siendo fría y distante tratándola de usted. Un amor tormentoso que marcó la vida de los amantes hasta el final de sus días.

El padre, médico de profesión, influyó en la vocación de Achille primogénito de la familia, éste decidió que Gustave estudiara Derecho en París. Influenciado por Lord Byron sus amigos Chevalier y Le Poittevin lo introdujeron a la élite literaria, ahí conoció a Víctor Hugo quien a su vez le presentó a la salonnière Louise, once años mayor que él y de la que enseguida quedó prendado. La relación que sostuvieron por correspondencia evidencia la personalidad de Flaubert, su conceptualización del arte, su teoría del estilo, misticismo estético y filosofía de vida.

Los críticos consideran que Colet fue su modelo para escribir “Madame Bovary”, aunque a pregunta expresa respondía: “Madame Bovary soy yo”. Novela que le llevaría cuatro años y medio de trabajo intenso y tenso entre su temperamento lirico y su voluntad. Deseaba escribir una prosa que rimase como el verso, evitando las metáforas, clichés y repeticiones. El manuscrito se conserva en la Biblioteca Municipal de Rouen.

Para visualizar a los amantes es pertinente saber que cuando se conocieron Colet tenía 35 años y Flaubert 24. Ella era poeta y contaba con una pensión del rey: rica, bella y exitosa; personalidad viril. Él era un provinciano burgués de 1.83 metros de estatura sin obra publicada; por sus venas corría sangre normanda y francesa: “Belleza de héroe. piel blanca, mejillas rosadas, larga y fina cabellera, elevada estatura y ancha espalda, espesa barba de un rubio dorado, enormes ojos color verde mar, enmarcados por cejas negras, voz sonora como trompeta, extremado en sus gestos y de una risa contagiosa” (Retrato hecho por su amigo Máxime du Camp) .

Sus biógrafos coinciden en que ella significó el fin de un largo período de castidad y un momento de transformación intelectual; de ruptura definitiva con su juventud. Colet es a la mujer que más amó, como dato curioso la única rubia de sus amantes. La relación epistolar da cuenta de más letras que encuentros. La pasión inicial se fue desdibujando con el tiempo para nunca consolidarse. Los siguientes fragmentos de las cartas evidencian lo dicho:
“Estoy loco. Si estuvieses aquí, te mordería; tengo ganas de hacerlo…Sí, ahora me siento con apetitos de fiera salvaje…” (8 septiembre de 1846)
“…en un seto de rosales he cogido esta pequeña rosa que te envío. Dejo un beso sobre ella; póntela enseguida en la boca, y luego, ya adivinas dónde…” (9 de agosto de 1846)
“Te desnudo y te visto… veo tu cabeza a mi lado sobre la almohada…la carne es tu alma…Adiós, mil besos por todas partes…”. (24 de agosto de 1846)
“¿Te nos imaginas aguardándonos, buscándonos, entre la multitud encontrándonos y marchándonos juntos y solos?”. (4 de septiembre de 1846)
“Por lo visto las putas te obsesionan. ¡Merecerías ser hombre!… No me dedicó, como tú piensas, a orgías intelectuales”. (30 de enero de 1847)
“Adiós, un beso muy grande donde quieras…” (Febrero de 1847)
“…Un largo beso en tus senos…” (10 de agosto de 1847)
“Pues bien, envejecemos, hermosa mía; seamos nuestro último fantasma, nuestra última mentira…” (1 de septiembre de 1852)
“¿No he hecho todo para dejarte? ¿No lo has hecho todo para amar a otros? Hemos vuelto uno con otro porque estábamos hechos el uno para el otro”. (21 de agosto de 1853)

Flaubert nunca se casó muriendo en 1880 a los 59 años de una hemorragia cerebral -quizá por la epilepsia que lo aquejaba-, seis años antes que Colet, quien falleció a los 65 años. Ella después de enviudar nunca se volvió a casar. Ninguno de los dos tuvo hijos.

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