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Por Pascal Beltrán del Río

El año pasado México consumió gasolina como nunca y también la importó en una proporción histórica. De acuerdo con los indicadores operativos de Petróleos Mexicanos, al cierre de 2016 las ventas internas de gasolinas Magna y Premium ascendieron a 822 mil barriles diarios (130.7 millones de litros), esto es 3.8% más que el año anterior.

Sin embargo, la producción de estos combustibles por parte del Sistema Nacional de Refinación fue de 325 mil 300 barriles al día, es decir apenas 39.5% del consumo nacional.

El resto de la gasolina debió importarse. En total, 505 mil 100 barriles diarios, 18.4 por ciento más que los 427 mil 100 barriles diarios de 2015.

Varios problemas del país se reflejan en la venta de gasolina. De entrada, consumimos mucha.

Comparemos a Japón y México. Los dos países tienen poblaciones en número similar. Sin embargo, el país asiático tiene 591 vehículos por cada mil habitantes, más del doble que México. A pesar de ello, ambos consumen cantidades semejantes de gasolina. En Japón, 964 mil barriles diarios en 2013.

Seguramente los japoneses usan menos sus vehículos gracias a su moderno transporte público, pero también hay un tema de eficiencia. En 2004, el país consumió 1.05 millones de barriles de gasolina al día y desde entonces el volumen ha ido a la baja.

Lo mismo sucede con su consumo de petróleo crudo, el cual es 99.7% importado. En 1995, fueron 267.3 millones de toneladas métricas, mientras que en 2015 fueron 189.6 millones.

Hace tres años, la Cámara de Diputados dio a conocer un estudio en el que se revelaba que el consumo de gasolina per cápita de los mexicanos era mayor en 22% que en Alemania, 71% que en Italia, 103% que en Chile, 141% que en España y Francia, 192% que en Argentina y 242% que en Brasil.

Segundo problema: debemos importar más de la mitad de nuestra gasolina porque, durante años, las refinerías nacionales se volvieron ineficientes, no sólo porque no se ajustaron a los cambios tecnológicos sino porque la corrupción y el oneroso contrato colectivo de Pemex dispararon sus costos.

Hoy hay quien dice que la solución es construir refinerías para producir la gasolina que necesita el país, pero el enfoque es erróneo.

La refinación es la parte menos redituable de la industria petrolera. Estados Unidos tenía 199 refinerías en operación en 1992 y ahora tiene 141. En los últimos 30 años, se han construido sólo nueve refinerías en ese país, ninguna con capacidad de procesamiento superior a los 46 mil barriles diarios.

Lo que México necesita no es meterse en un oneroso esquema de refinerías para producir un combustible que pronto será del pasado, sino entrar en una ruta de reducción del consumo de gasolinas.

Mientras en Alemania está previsto que los motores de combustión interna desaparezcan en menos de 20 años, en México hay quien está proponiendo construir refinerías, sin aclarar de dónde saldrán los recursos y cuánto costará su producto.

Es como si en 1517 alguien hubiera querido usar el dinero público para contratar escribas a fin de que la gente pudiera acceder a la lectura.

El tercer problema es que México ha decidido recaudar mediante impuestos a los combustibles en lugar de atreverse a hacer una verdadera reforma fiscal que haga que la carga impositiva no recaiga sobre un puñado de causantes cautivos.

Así, la bomba de gasolina se ha vuelto una caja registradora de la Secretaría de Hacienda. Nadie que pase por una estación de servicio puede salvarse de caer con su contribución al fisco.

Se trata de un grupo más amplio que el de quienes aportan el Impuesto Sobre la Renta, pero más reducido que el de quienes compran alimentos y medicinas.

Y sobre los que llenan el tanque se va la autoridad para sacarles una tajada que este año alcanzará los 300 mil millones de pesos (la mitad de lo que representa el servicio financiero de la deuda).

Lo que necesitamos es una reforma fiscal que grave el consumo de manera pareja, misma que se ha evitado hacer por ser políticamente incorrecta.

Como se ve, muchos males nacionales se resumen en nuestro consumo de gasolina, cuyo precio subirá otra vez el próximo sábado, a menos de que eso se evite por consideraciones políticas. Pero algunos siguen pensando en el petróleo como la solución a nuestros problemas.

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