Bellas pero peligrosas

Aída López Sosa
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Por: Aída López Sosa. 

“La mitad superior del cuerpo
piensa y hace planes, 
pero la mitad inferior determina
nuestro destino” 
Albert Einstein

“En
la guerra y en el amor todo se vale” o en la guerra el amor se vale. ¿Quién
pudiera dudar de tal aseveración cuando en la historia bélica las espías han
sido determinantes para ganarlas? Hace 75 años se dio por terminada la Segunda
Guerra Mundial. Winston Churchill como Primer Ministro de Reino Unido, ante el
Parlamento Británico celebraba la rendición de Alemania después de una guerra
intestina de seis años, misma que documentó en igual número de volúmenes
haciéndolo acreedor al Premio Nobel de Literatura en 1953.

El
cine y la literatura han banalizado y
romantizado el espionaje femenino a través de la imagen de la “femme fatale”, mujeres cuya belleza pone
a prueba las mentes estratégicas de hombres brillantes que se dejan seducir sin
resistencia, ignorando los alcances de esos coqueteos. James Bond sentiría
envidia del modus operandi del sexo
débil, el poder de su penetración –sin albur-, en los lugares mismos donde se
resguardan los secretos de inteligencia que llevarían a las naciones a
triunfar.

Las
mejores espías mantienen bajo perfil, pero alto grado de inteligencia. Si bien
el arte de la seducción son su mejor arma, esta incluye la capacidad de persuadir,
interpretar diversos roles, audacia, resistencia, intrepidez, libertad sexual,
habilidad para sonsacar y cooptar, destrezas que van mucho más allá que un
bello físico, que siempre ayuda. Alejadas del glamour tienen un objetivo, blanco que posee la información al que
deberán llegar pase lo que pase sin desviarse de la misión. Parece fácil
conformar el perfil de una agente secreta, sin embargo, la mayoría o todas han
llegado a serlo de manera fortuita, capacitadas a posteriori. Algunas por necesidad, otras a través de amistades o por
azar, han recolectado datos útiles para la toma de decisiones de los poderosos durante
los encuentros bélicos.

Si
bien cuando hablamos de espías nos viene a la mente la holandesa Mata Hari,
agente H-21, existen muchas otras. Margaretha, tras un matrimonio fallido con
dos hijos, creó un mito en torno a su vida, parte de su éxito como bailarina y
cortesana. Sendos oficios le dieron para sobrevivir y la condujeron al
espionaje. La supuesta princesa de Java llegó a ser la bailarina exótica más
exitosa de la Belle Epoque. Sus
danzas sagradas harían hablar hasta a un mudo.

Durante
la Segunda Guerra Mundial la inteligencia británica incorporó a la polaca Christine
Granville para combatir el nazismo. Reclutada por el Special Operations Executive creado por Churchill, se convirtió en
su agente favorita. Un matrimonio que la salvó de ser ejecutada y un accidente
esquiando fueron detonantes para convertirse en la aliada incondicional de los
ingleses. Fue la primera mujer contratada para tal fin, realizó verdaderas
hazañas para infiltrarse y organizar grupos de resistencia en Francia,
sobornó militares alemanes mientras ocupaban
ese país. Con su sonrisa cándida manipulaba a la Gestapo, se provocaba lesiones
para fingir enfermedades y que la liberaran, ellos mismos la ayudaron a pasar
supuestos paquetes de té para su madre enferma en Polonia, siendo que su
intención era llevar propaganda británica a su país. Su audacia y encanto eran
preocupantes. Amantes fugaces inyectaron adrenalina a sus días e inspiraron a
Ian Fleming –de quien se cree que fue amante- para crear a la primera chica
Bond.

Amy
Elizabeth Thorpe de origen estadounidense, después de un matrimonio fallido y
dos hijos, uno de sus amantes la involucró en el espionaje británico a través
del British Security Coordination.
Con el seudónimo de Cynthia espió las embajadas alemana, japonesa e italiana. Tuvo
una larga lista de seducciones, ella sabía que las guerras no se ganan con
métodos respetables. Sus amantes incluyeron desde oficiales, ministros,
embajadores hasta condes. Obtuvo la información para descifrar la clave de la
máquina encriptadora: Enigma. Los mismos oficiales alemanes le revelaban los
secretos del Tercer Right para invadir territorios. Su jefe en el M16, inspiró
a Fleming para crear a James Bond.  

Como
dije, las actividades previas al espionaje son variadas así como las
nacionalidades. La afroamericana Josephine Baker con cuatro divorcios y una
exitosa carrera de bailarina en los cabarets parisinos, fue catapultada hasta
el espionaje durante la Segunda Guerra Mundial. Desnuda con un cinto de bananas
en las caderas, despertó la admiración de Hemingway y la inspiración de Picasso
para pintarla. La “Venus de Bronce” realizó tareas de espionaje entre la
resistencia francesa. Japoneses, alemanes e italianos, fueron víctimas del
encanto de la “Perla Negra” –por su predilección hacia los collares de perlas-.
Fue reclutada por el Deuxième Bureau para
asistir a las embajadas durante las fiestas y prestar atención a las
conversaciones que pudieran arrojar información útil para el país galo.

Todo
lo anterior confirma que en el terreno de la seducción no ha quedado títere con
cabeza por más resplandeciente que esta sea. Es así como el creador de la
Teoría de la Relatividad, no calculó los riegos de enamorarse de una soviética
en plena Guerra Fría, y todo por no mantener la cabeza fría. Margarita
Konenkova en un viaje a Estados Unidos acompañando a su esposo escultor quien
realizaría una estatua de Albert Einstein, aprovecho penetrar en la academia para
relacionarse sentimentalmente con el científico quince años mayor que ella. Con
el seudónimo de Lukas, la agente se infiltró en la mente de quien elucubraba la
bomba atómica. Margarita cumplió su
misión, reunió a su objetivo con el vicecónsul soviético en la Unión
Americana, para luego retornar a su país y sostener una relación epistolar poética con su amante.
Si bien el físico se arrepintió de sus ideas atómicas, no fue así de su
amasiato con Margarita, de quien nunca conoció sus verdaderas intenciones.  

Entre
las armas de guerra se encuentra el sexo: el oasis en días en los que nadie
sabe si será el último. Armas que son del conocimiento de los estrategas pero,
sin embargo, ante una sonrisa encantadora o un escote, olvidan que pueden estar
frente a su peor enemigo. Mujeres con tan variados perfiles que es difícil
distinguirlas. Desvelar secretos, desmontar ataques, obtener mapas, códigos y
archivos, justificaron las visitas de alcoba; las que fueran necesarias. Son
pocas las ocasiones en donde los vencedores les dan un lugar en la historia a
pesar de que sin su información hubiera sido imposible ganar guerras. Ellas
tienen claro, como Einstein, que la mitad inferior del cuerpo puede determinar
el destino del mundo.  

Aída López Sosa
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