Atendernos y entendernos “Lo substancial es centrarse en el ser humano”

Victor Corcoba Herrero
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Algo más que palabras, por: Víctor Corcoba Herrero

Hoy más que nunca, hemos de atender no sólo a lo que cada cual dice,
sino también a lo que siente y entiende, y al motivo porque lo asiente. Sin
duda, son muchos los desafíos sociales, políticos y legales a nivel mundial a
los que hemos de hacer frente, ya no sólo por la crisis sin precedentes causada
por la pandemia, también por el evidente cambio climático que no sólo altera el
equilibrio de la naturaleza, sino que además causa pobreza y hambre, entre los
más vulnerables. De ahí, lo trascedente que es activar el estado de derecho,
protegiendo y respetando siempre las reglas universales y los principios
básicos de legalidad, así como el cabal acceso a la justicia, para que las
sociedades se vuelvan más equitativas y menos crueles consigo mismo. Por
eso, de igual modo, ha de ser
prioritario tomar conciencia; porque, indudablemente, en los fuertes trances
como el actual, el corazón se rompe o se curte. Quizás tengamos que morir
varias veces para poder renacer; y, aunque esto puede darnos miedo, ha de
servirnos para cancelar una época e inaugurar otra.

Por consiguiente, sería cruel que perdiéramos el entusiasmo y nadáramos
en la autocomplacencia; obviando ese espíritu imaginativo que siempre nos pone
en movimiento. De las cenizas también se resucita. Sólo hay que desear hacerlo
y activar la creatividad. La mejor respuesta es aquella que nos reconoce en su
globalidad, con la virtud de atendernos y de entendernos, que responde en su
justa medida a las amenazas, protegiendo lo innato y la concordia entre
moradores. Lo substancial es centrarse en el ser humano. El dinero no lo puede
resolver todo. Necesitamos otros cuidados más efectivos, y son los afectivos,
aquellos que nos humanizan y nos hacen ver que equivocarse es lo propio y que
absolverse mutuamente es además balsámico. Calmar los ánimos siempre ayuda a
armonizarnos. No podemos continuar con esta crispación permanente. Ya tenemos
constancia de que nuestra salud no puede prescindir de la del entorno por el
que marcha, pues hagámoslo fácil entre nosotros. Pongamos voluntad en ello. Tal
vez sea nuestro gran reto, luchar contra la falsedad y el discurso del odio.
Nuestras próximas generaciones nos lo agradecerán. Pensemos en ellas, que son
nuestra continuidad. Facilitémosles el itinerario.

Seguramente, todos debamos rendir cuentas y promover otras gobernanzas
más éticas, más de servicio y menos de pedestal, pues lo significativo es crear
a todos los niveles instituciones eficaces que garanticen la adopción de
decisiones inclusivas, participativas y representativas, que respondan a las
necesidades y garanticen el acceso público a la información, protegiendo las
libertades fundamentales, de conformidad con las leyes nacionales y los
acuerdos internacionales. Mucho antes de la pandemia, la desigualdad entre
moradores era manifiesta. La falta de oportunidades ya estaba generando un
fuerte malestar social. Hoy, es evidente, que los gobiernos deben ser más
coherentes y ejemplarizantes, empezando por esos liderazgos corruptos a los que
hay que desterrar. En realidad, en mayor o en menor medida, todos nos hemos
vuelto un poco lobos, de un interés levantado y presos de la enfermiza
voracidad del consumo. La gratuidad no suele estar en nuestro diario de vida. Nada parece llegarnos
al corazón, nuestra fuente existencial; y, por ende, también han mermado los
auténticos seguidores Quevedianos, aquellos que aún cultivaban el imborrable
dicho popular: “Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan”.

A veces, olvidamos que la boca del sabio está en los latidos del alma,
no en la boca, algo vital para el tiempo presente, ya que el futuro nos
pertenece a todos y, entre todos, hemos de reconstruirlo pulso a pulso, concertando
el avance con la equidad, el desarrollo con la sostenibilidad, de manera que
nadie se vea privado de lo esencial. Lo revelador es dar asistencia, concurriendo
desde nuestro propio hábitat a donarnos, si en verdad queremos resolver
pacíficamente las disputas y progresar hacia una atmósfera más solidaria. Por
desgracia, este ambiente de horror continuo, y según los recientes estudios de
la Organización Mundial de la Salud, demuestran un aumento de la angustia, la
ansiedad y la depresión, factores todos ellos que pueden incrementar el riesgo
de que una persona decida salirse del camino. Es evidente, por tanto, que
requerimos como jamás abrir los ojos y hallarnos, consensuar posturas a través
de diálogos sinceros, sobre todo aquellos gobiernos que han de eliminar las
barreras que dificultan el paso a la atención en salud mental, pues si
importante es limitar el acceso a los medios para suicidarse, hay que brindar
información veraz y apropiada sobre el tema, extender la mano siempre, cuando
menos para reducir el estigma asociado a la búsqueda de apoyo. Al fin y al
cabo, todos necesitamos posarnos en alguien para mover el mundo.

Victor Corcoba Herrero
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