Muchos años después, cuando el covid ya simplemente fuera un mal recuerdo, habrían de recordarse en la ciudad santa aquellas sonrisas. Nacieron en el corazón, fruto de la verdad y del sentimiento, y se asomaron a las bonitas ventanas de Compostela, y a las esquinas de los parques, y a las puertas de las tiendas de las calles enhebradas en piedra y en historia.
Muchas sonrisas soñaron ser aquellas..
Las que eran tan francas y puras… Fueron un regalo para aquellos niños que pondrían el grito en el cielo y en el cielo andaluz si se les llamara niños. Adolescentes en la flor de la vida peregrinando a Santiago, como tantas almas lo hacen desde hace cientos de años. Adolescentes con todo lo que ha de tener un adolescente: vida, libertad, garra, pasión, cultura, educación…
Y sensibilidad…
Su sensibilidad, su nobleza infinita, se percibía en la ciudad, vestida de Xacobeo, con la nitidez con la que se perciben los besos sabrosos, las faenas mágicas y los libros que enamoran. Eran niños (que obvio no querían ser llamados niños) buenos. Que es lo mejor que se puede ser. Sensibles, generosos, merecedores de la gloria, amigos, compañeros. Sinceros…
Niños como Luis. Otro niño en Compostela.
Y por eso recibieron sonrisas. Porque, a lo que es verdad y sentimiento, se le sonríe..
Desde Sanxenxo hasta mi amada Sevilla. Gracias, chicas y chicos, por una jornada especial
A Santiago
A mi querido Luis
A C, A, L y C
A mi Hugo
A las faenas mágicas y a todas las faenas del toreo
A mi hermana
A María, que disfruta a Gabriel García Márquez (evidentemente)
Al Camino de Santiago
A los libros y a la gente que lee
A los besos esos
Y a la verdad
