Ante la crisis que nos azota: solidaridad, unidad y fraternidad

Editorial La Revista Peninsular
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El país se encuentra paralizado por el Covid-19, y la opinión pública se divide entre quienes abogan por la cuarentena estricta para evitar un aumento exponencial de contagios, y quienes alegan que una crisis económica sería más grave que una de salud ocasionada por el coronavirus. Los primeros defienden que lo ocurrido en países como Italia y España debe servir como ejemplo de la gravedad del virus, por lo que es necesario el aislamiento para no saturar los sistemas de salud, y los segundos defienden que a diferencia de esos países, la economía mexicana no resistiría largos periodos de inactividad.

En países como España, Francia, y El Salvador, los gobiernos están tomando acciones para prorrogar los pagos de impuestos y servicios con el fin de mitigar el impacto que ésta crisis ocasiona en los bolsillos de sus nacionales. Ya sea por tener amplias reservas o mediante préstamos, los gobiernos procuran salvaguardar el bienestar de su población siendo conscientes de los estragos y gastos que puede representar el colapso del sistema de salud.

Por otro lado, hay líderes del mundo, caracterizados por un perfil pronunciadamente conservador, como lo son Donald Trump o Jair Bolsonaro, que ya empiezan a abogar por medidas laxas en cuanto a la restricción de actividades y de tránsito para reactivar su economía nacional. Argumentan que las personas necesitan trabajar para subsistir, por lo que no se debe caer en pánico y se deben continuar actividades; aseguran que es probable que muchos se enfermen, pero tienden a restarle importancia a las afectaciones del virus.

Este posicionamiento tiene razón hasta cierto punto, y lo podemos apreciar en nuestro país. Si bien está comprobado que el asilamiento es la manera más eficaz para contener contagios, también es cierto que una gran cantidad mexicanos no tienen la posibilidad de detener sus labores. Muchos mexicanos viven al día y en la informalidad, por lo que no salir a la calle a trabajar significa no traer pan a la mesa.

Sin embargo, si estas personas que viven al día se enferman, implicaría de todos modos un periodo de inactividad, más los gastos de salud que han de cubrir para procurarse. En el peor de los casos, la muerte, significaría dejar sin sustento a su familia.

Hay que entender que la crisis económica y la de salud van de la mano, pero no son lo mismo; combatiendo la crisis económica no desaparecerá la de salud, ni viceversa. Combatir correctamente el coronavirus tendrá afectaciones negativas en la economía, pero también las tendrá no hacerlo, más la carga invaluable de la muerte de las víctimas.

Entonces, lo que hay que dilucidar es si quienes condenan la cuarentena lo hacen procurando la economía o a las personas. Si es la primera, la vida debería prevalecer sobre cualquier sistema económico, y si es la segunda, la pregunta que hay que hacernos es: ¿Cómo hacer que las personas puedan permanecer en sus casas?

Aquí es donde entra el gobierno. Podría actuar como otros países condonando pagos de servicios públicos, y dando apoyos a los hogares que generen menores ingresos. A simple vista puede parecer complicado por los pocos fondos destinados a combatir el coronavirus, cuatrocientos millones de pesos, si los comparamos con los billones que están destinando otras naciones al tema. No obstante, está la opción de usar los recursos destinados a programas de beneficencia para los famosos “ninis”, o el presupuesto destinado a los proyectos nacionales tan criticados por la población como el Tren Maya o Dos Bocas, para poder tener con qué afrontar la crisis.

El gobierno podría hacer esto y muchas más cosas, pero no lo hará, al menos por ahora.

Después de declarar la Fase Dos de la crisis de Covid-19, lo que significa un aumento en los contagios locales, el gobierno federal anunció seis medidas para combatir el coronavirus. Lamentablemente, la sociedad mexicana ya llevaba más de una semana acatando estas medidas emanadas de recomendaciones internacionales. No es sorpresa, estas medidas someras se limitaron a suspender actividades y dar prioridad a adultos mayores y personas con enfermedades crónicas, nada nuevo.

Esto significa que la solución debe emanar de la sociedad. Los bancos nacionales ya dieron el ejemplo y compartieron un plan para diferir pagos a sus clientes durante los próximos meses. Debemos promover más acciones de los ciudadanos para los ciudadanos, tanto impactos grandes como pequeños.

Si tenemos la posibilidad de encaminar a cámaras de comercio para apoyar a las personas, hagámoslo. Si tenemos la posibilidad de apoyar a nuestros empleados, hagámoslo. Si tenemos la posibilidad de donar al vecino que ahora no está teniendo ingresos, hagámoslo.

Las catástrofes sacan la cualidad más bella de los mexicanos, la solidaridad. Tendámosle la mano a quien más lo necesita porque hoy más que nunca es necesaria la unidad y la fraternidad.

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