Juegos de poder, por: Leo Zuckermann.
Twitter: @leozuckermann
La
función pública empieza cuando hay que firmar el primer oficio para dar el
visto bueno o girar instrucciones. En ese preciso momento, el funcionario se
hace responsable de sus actos
Es cierto que, desde la elección del
primero de julio, desapareció el gobierno de Enrique Peña Nieto y que, en algún
sentido, comenzó a gobernar Andrés Manuel López Obrador. Habían ganado las
elecciones y tenían ganas de comenzar a ejercer el poder de inmediato. Además,
el primero de septiembre, los legisladores lopezobradoristas ocuparon sus
escaños en el Congreso y empezaron a legislar con la cómoda mayoría que tienen.
Sí, gobernaban, pero no del todo.
¿A qué me refiero? Todos los que hemos
tenido un puesto gubernamental (en mi caso fui durante cuatro años secretario
general del Centro de Investigación y Docencia Económicas) sabemos que la
función pública empieza cuando hay que firmar el primer oficio para dar el
visto bueno o girar instrucciones. En ese preciso momento, el funcionario se
hace responsable de sus actos.
Las decisiones dejan de ser teóricas para
convertirse en realidad y sujetas a las múltiples instituciones que fiscalizan
las acciones de un servidor público. Cualquier error puede ser sancionado. Hay
que tener mucho cuidado.
Pongo un ejemplo de lo que le espera al
próximo gobierno de López Obrador. Tan pronto como el sábado, el próximo
secretario de Comunicaciones y Transportes y el nuevo director del Grupo
Aeroportuario de la Ciudad de México deberán notificar oficialmente a los
contratistas de la obra en Texcoco que se cancela el nuevo aeropuerto. Acto
seguido, los afectados reclamarán el pago de las respectivas penalizaciones
contempladas en los distintos contratos. Mientras Javier Jiménez Espriú y/o
Gerardo Ferrando Bravo no expidan los oficios respectivos, bien fundamentados
en las facultades que les confiere la ley, los contratistas están obligados a
seguir construyendo y presentando sus facturas respectivas.
En lo que se aprueba la reforma
constitucional para crear la nueva Guardia Nacional, Alfonso Durazo, en su
calidad de nuevo titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana,
deberá nombrar al comisionado General de la Policía Federal e instruir, de
manera oficial, a dónde movilizar a los distintos elementos policiacos y con
qué propósito. Me imagino, sin embargo, que muchos policías federales,
desmotivados por la desaparición de su corporación, harán lo mínimo indispensable
para no ser sancionados. En caso de indisciplina, Durazo deberá aplicar las
medidas legales para evitar la insubordinación.
El nuevo tesorero de la Federación deberá
revisar y firmar los pagos para que el gobierno federal siga operando con
regularidad. En caso de que tenga alguna duda, deberá notificar oficialmente al
secretario de Hacienda, quien deberá responderle con el oficio respectivo.
Carlos Urzúa, sin embargo, estará muy ocupado por terminar e integrar la
versión definitiva de la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la
Federación 2019 de acuerdo con los tiempos y formas que ordenan distintas
legislaciones.
Alguien del equipo de AMLO deberá actuar
de manera interina en la procuraduría General de la República para firmar las
solicitudes de órdenes de aprehensión, decidir si poner o no a disposición de
un juez a un presunto criminal y mandar a la policía ministerial a efectuar
distintas diligencias.
Alfonso Romo deberá recibir las
instalaciones de Los Pinos y transferirlas, vía oficio, a la Secretaría de
Cultura para proceder a revisar el inventario de los distintos bienes y
convertirlo, con un acto también jurídico, en un museo, tal y como se prometió.
En fin, que a partir del sábado, el
lopezobradorismo, que hasta ahora había sido un movimiento-partido de
oposición, se convertirá oficialmente en gobierno. Serán los responsables del
Estado mexicano. Tendrán que estampar sus firmas para que la administración
pública federal opere.
Lo primero que recibirán es una enorme
pila de carpetas “entrega-recepción” que deberán firmar para recibir todos los
recursos humanos, financieros y materiales de las distintas dependencias. Con
ese acto, ahora sí, serán gobierno.
Tendrán el poder con toda la
responsabilidad que eso significa. Si antes, durante años, criticaron al
elefante, ahora ellos serán el elefante. Ahora sí viene lo bueno para ellos.
Suerte. Aquí estaremos los contribuyentes, que con nuestros impuestos los
financiamos, para evaluarlos.