Por: Jorge Valladares Sánchez.*
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Quienes me han hecho el honor de leer más de dos de
mis artículos se darán cuenta que hoy me permitiré una reacción, un desahogo,
algo que no acostumbro y cuenten con que probablemente no voy a repetir pronto.
Por cierto, mucho les agradezco que lean, lo que gentilmente La Revista
Peninsular me permite compartir.
Tengo por convicción y costumbre hablar sólo de lo que
sé o cuando he entendido; y con mayor razón si lo que hago es escribir. Y
evito, tanto como puedo, reaccionar cuando creo que se trata de algo que puede
ser importante, si creo que lo que diga puede servir de algo. Por ello, me he
reservado de escribir sobre la forma en que desde algunos cargos públicos se
dicen necedades o frases estúpidas (hoy llamadas desafortunadas).
Sin hacer mucho caso a la nota llamativa y la
“viralización”, procuro hablar de contenidos y no de las frases distractoras;
no referirme a lo escandaloso, sino a lo que sirve analizar para entender y
actuar desde la ciudadanía o la familia. Lo que diga o deje de decir cualquier
funcionario/a no me importa, pero pago, y tooooodos/as pagamos, por lo que haga
o provoque, y eso sí amerita escribir.
Tengo previsto escribir sobre mi percepción de cómo
algunos funcionarios/as usan las ocurrencias y declaraciones ajenas a su
función para distraer a la opinión pública y desviar la atención sobre los
temas que a la ciudadanía importan, y que son de los que esperamos soluciones y
por los cuales les pagamos, y muy bien. Los medios y nuestra humana curiosidad
alcanzan para que logren su objetivo habitualmente, pero tengo la certeza de
que podemos tomar el control de la agenda para revertir eso, espero pronto
poder explicar a qué me refiero y con tino contribuir en algo para ello.
Tengo también en el tintero electrónico un par de
notas sobre temas relevantes de salud mental y social que estoy preparando con
buenas y profesionales personas, que han leído notas previas y aceptaron la
invitación a conversar, acordando escribir algo en conjunto para poner al
alcance ideas y formas de colaborar con quien guste.
¡Pero estoy enchilado! Y decidí hoy sí atender la que
me parece la más desafortunada (léase con confianza: estúpida) de las
expresiones que han salido de la boca de la persona a la que hoy empleamos en
el puesto de Presidente de nuestro México. Más enchilado que si hubiera comido
barbacoa de chivo, con harta salsa, con mis queridos amigos/as guerrerenses;
tan enchilado como si creyera que Andrés Manuel piensa lo que dice y supiera
que tengo hijas; enchilado como supongo estuvieron muchos pumas, todos los
padres de niños con cáncer y miles de amigos que se identificaron como
“aspiracionistas” cuando fueron usados como distracción a los deberes presidenciales,
en alguna mañana en días más o menos recientes. Probablemente pierda un par de
simpatías, pero ¿ya qué?
Hago esta aclaración porque sé que estoy frente a una
más de las formas de distraer a la ciudadanía para no cuestionar y exigir sobre
los temas en los que necesitamos resultados, por los que estamos pagando al
aparato gubernamental. Lamento reconocer que hoy yo también cedí a esta
tentación, al ver en video la forma en que alguien puede ser tan irresponsable,
insensible, socialmente torpe y vil en el afán de mantener el control. Confío en siguientes
comentarios mantenerme en los temas que sí son relevantes para la ciudadanía y
cuidarme mejor de estos distractores; además, elijo dudar de su capacidad para
superar lo que esta vez dijo.
Andrés Manuel López Obrador fue hace unos días a la
llamada región de “La Montaña” en Guerrero y allí, sin que nadie se lo pidiera,
dijo que “unas periodistas, por toda la campaña que se genera de quienes no
conocen las comunidades, ni conocen las culturas de los pueblos” le habían
preguntado si fue a “ver lo de la venta de las niñas”, “lo de la prostitución
de las niñas”, tenso y molesto nos
confesó que respondió:
– ¡No!, ¡No! No vengo a ver eso; porque… ¡eso!… no,
es, la, regla. En las comunidades hay muchos valores, culturales, morales,
espirituales; “eso” puede ser la excepción, pero no es la regla. ¿Qué, acaso
entonces la prostitución nada más está con los pobres? Toda una campaña en ese
sentido. Pero, NO es motivo para cuestionar a nadie.
Y luego paseó por las conocidas descalificaciones a
los medios, repasos superficiales de la historia que él conoce y retórica
inútil del pasado. Unos días después, en su escenario cotidiano, con la
oportunidad de recular con valor o aclarar con modestia se limitó a:
– lamentar “que esto suceda” y calificarlo de
“reprobable”,
– reiterar que puede ser la excepción, pero no la
regla,
– afinar la perogrullada de la cultura de nuestros
pueblos,
– afirmar que hay que seguir denunciando y no
permitir, ¡Ah, ok!, (con gesto duro),
– aclarar que no puede decir más, por respeto (¿?),
-y, a insistencia de una (otra) periodista, afirmar
que hay cosas terribles (comparadas con que los padres vendan a sus hijas) que
los medios ocultan, mismas que “ahí se las deja de tarea”, en vez de especificarlas
a quien señalaba con el dedo (ahora sí con una amplia sonrisa).
La solución que responde a pregunta directa es
“fortalecer los valores, que no sea lo material lo fundamental; exaltar los
valores que hay en el México profundo”.
Asumiendo que es seria su respuesta, que la pensó, que
cree que es la solución y que es ese su “programa o acción de gobierno” frente
a este problema: ¿Cuántas niñas más vivirán esta situación antes de que este
bonito deseo (pero lugar común) afecte a las prácticas de cualquier padre que
cree que es su derecho hacerlo? Con lo que sí sé de educación, ley, cultura y
cambios sociales, aseguro que no ha nacido la niña que se vaya a beneficiar de
lo que este Presidente cree que basta como solución.
Queda claro que Andrés Manuel no considera que tenga
que ser parte de la solución en lo social; espero que esa frase al menos la
practique seguido con su pequeño Ernesto y a estas alturas él sí crea que esto
es algo que no debe hacer y no debe consentir que otros hagan.
No conozco lo suficiente acerca de esta dolorosa
situación, así que no voy a distraer con datos y leyes, que quienes luchan por
este tema sí nos pueden dar bien, como es el caso de la OSC Yo Quiero, Yo
Puedo, donde participa mi querida colega Susan Pick (www.yoquieroyopuedo.org.mx).
Lo que puedo decir es que la mera posibilidad de que una
niña, mi hija, la de quien me hace favor de leer, la de cualquiera, fuera
vendida por la cantidad que sea, se arreglara para ella un matrimonio a sus
10-11 años o se intercambiara por algo en un ritual comunitariamente aceptado,
como sea que funcione… una sola niña, basta para que esto sea una realidad
aberrante prioritaria de atender. ¿Hay algo más qué explicar?
La Presidente de la Comisión de Derechos Humanos en
Guerrero afirmó que “esas prácticas son ancestrales, pero no pueden seguirse
permitiendo, pues no pueden estar por encima de los derechos fundamentales de
nuestra niñas”. Describió que la situación consiste en “una compra venta de
niñas por una cierta cantidad en efectivo o en ocasiones por cartones de
cerveza o comida o cigarros”, y que esto se estila en algunas partes de La
Montaña. Práctica que como mujer y ombuds person reprobó.
La problemática amerita por sí misma el trabajo de la
ciencia, las instituciones y la sociedad y abordarlo con seriedad y utilidad.
Lo que sí puedo afirmar es que yo no he escuchado a ninguna persona seria
referirse a las comunidades que tengan esta práctica o al sistema de usos y
costumbres como “el problema”. Sí, en cambio, se habla de que no es posible
permitir que siga sucediendo el hecho, pero no es una cuestión ni clasista, ni
racista, sino una simple aplicación del más simple pensar y actuar con
humanidad y en apego a lo que ahora se llama derechos humanos.
No hay margen para interpretar que Andrés Manuel
“defendió a las comunidades indígenas” y en ello se armó una confusión o
tergiversación del tema. Nadie acusó a comunidad alguna, ni señaló o excluyó a
niveles, clases o regiones. Simplemente la pregunta sobre la zona, si
efectivamente se la hicieron, se motivó porque estaba allí.
Quizá todo es cuestión de llegar a tiempo o de tener
el problema adecuado. Hace un par de semanas la opinión pública nacional se
enteró de lo que Angélica tuvo que sufrir al vivir la experiencia de haber sido
objeto de esta práctica y luego de una justicia que la encarceló por liberarse
de ella, cuando (nos dice ella) su suegro quiso violarla, pues él “la había
comprado”. La nueva Gobernadora de Guerrero reaccionó de inmediato, dos días
antes de tomar el cargo:
– Yo he dicho en muchas ocasiones que Guerrero tiene
que ser un santuario para las mujeres. Donde el respeto a los derechos humanos
de las mujeres sean prioridad. Es por eso que, de las primeras acciones que voy
a hacer, es que me voy a trasladar a la comunidad Cochoapa, yo voy a estar en
La Montaña directamente; me va a acompañar la Secretaria de la Mujer, la
Secretaría de la Salud y vamos a estar todos en perfecta coordinación para
poder sensibilizar, para poder hablar, para poder llevar a cabo acciones que
sean ya contundentes. ¡Eso debe de terminar, eso no debe de existir!
… si tan sólo hubiera ido a La Montaña sin este lastre
de compañía, tal vez estaría ya la gente responsable aplicada de mejor manera a
erradicar ese enorme problema.
O, como bien intuye el buen Chumel Torres, si esas
niñas pudieran jugar “nintendo” y, al llegar a La Montaña, al Presidente
le hubieran preguntado qué iba a hacer por ellas, merecerían alguna atención y
acciones de la maquinaria del gobierno que le tenemos encomendado.
He escuchado a Andrés Manuel decir que un problema tan
grave como la corrupción, en nuestro país ya se acabó, “¡ya no hay!”. Por
supuesto que eso está muy lejos de la realidad que veo y de la que me comparten
las personas con las que conozco, pero en ello su discurso fue muy contundente.
Cómo me gustaría que este problema que él considera insuficiente para motivar
una gira, mereciera la misma contundencia y en vez de decir que “puede ser,
pero sólo la excepción”, nos pudiera decir, que ¡ya no hay!, en vez de “hay que
seguir denunciando”.
Leo que en algunos casos se habla de que el precio o
intercambio que se pacta es mayor si a esa niña “no la ha tocado la luna”,
eufemismo grotesco para referirse a que no ha tenido “la regla” o menstruación
aún; por ello cuando se acercan a los 11 años el acuerdo, venta, o lo que sea,
tiene su mejor momento. En este sentido, para ese intercambio, “la regla” es
muy importante.
En vergonzosa y repudiable consistencia, Andrés Manuel
pretende argumentar al señalar que si “no es la regla”, no es un tema que tenga
que tratar él en una gira, descalifica a quienes afirman que sí, pues, para él,
es sólo una excepción que igual ocurre en otros niveles económicos y espacios
sociales, y pide no “satanizar” la venta de niñas.
Muchas personas que vivimos esos años, escuchamos en
los Setentas a la dulce Heidi cantar: “Abuelito, dime tú…”, frase que
probablemente millones han tenido la emoción de escuchar de alguna de sus
nietas. A sus casi 68 Andrés Manuel aún no vive esa alegría, pues su único
nieto aún es infante y es varón.
Mi reflexión es: si la vida te diera una nieta, y no
te pudiera cantar por estar, a sus 10 u 11 años, ocupada en ser la mercancía de
un matrimonio arreglado, ¿te ocuparías de eso? O, solamente, lamentarías que
esas cosas pasen y que tu nieta fuera la excepción, o ¿se la mentarías al
funcionario que así se expresara de lo que pasa?
Terminando este desahogo, que reconozco no pude
evitar, para que quede muy clarito, y para facilitar la comprensión de quienes
prefieren un texto breve:
¡Andrés
Manuel!:
Lamento entender, en lo que dijiste sobre la venta de
niñas, que ¡no tienes un poquito de madre! Y eso me impide decirte lo que estoy
pensando. ¡Te lo dejó de tarea!
(Cerca de 140 caracteres).
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*Jorge Valladares Sánchez
Papá,
Ciudadano, Consultor.
Doctor
en Ciencias Sociales.
Doctor
en Derechos Humanos.
Coordinador
Nacional de la Red Cívica Mx, A.C.
Especialista
en Psicología y Licenciado en Derecho.