Bítacora, por: Pascal Beltrán del Río.
Falta año y medio —días menos— para las elecciones
federales de 2024 y desde el oficialismo se quiere crear la impresión de que ya
nada se puede hacer para evitar que gobierne el país otro sexenio. Sin embargo,
el tiempo político es maleable y lo mismo puede ser que estos 18 meses
transcurran como un suspiro o duren una eternidad.
¿Qué es lo que podemos decir al respecto, en un ánimo
de ser puntuales y no caer en la especulación barata? Para comenzar, que si hoy
fuera la elección presidencial, no cabe duda que la ganaría la coalición que
encabeza Morena. No hay encuesta que no lo señale así.
Sin embargo, siendo eso cierto, la elección no será
hoy, sino dentro de año y medio, por lo que las mediciones que se hacen son
hipotéticas y no toman en cuenta —no tendrían por qué hacerlo los encuestadores
a estas alturas— que las candidaturas no se han definido. No la del
oficialismo, aunque la lista de los posibles sea muy reducida, y, mucho menos,
las de la oposición. ¿Quién apostaría hoy su casa sobre los nombres que
aparecerán en la boleta? Creo que, en sus cabales, simplemente nadie.
Así que las encuestas son un retrato de algo que no
sólo no existe, sino que quién sabe si vaya a existir, lo cual no quiere decir
que el ejercicio sea fútil. Luego, no puede descartarse un nuevo triunfo del
oficialismo, pero faltan demasiadas cosas por pasar. Y ya hemos visto cómo, en
México y otros países, en materia electoral se cae la sopa entre el plato y la
boca. ¿Cuáles son algunas de ellas? Las enlisto:
1) No sabemos quién se llevará las elecciones para
gobernador en el Estado de México y Coahuila. Y si bien se puede ganar
cualquiera de esas entidades —incluso las dos— y perder la Presidencia, es
posible que en esta ocasión los resultados incidan en el ánimo del electorado
rumbo al 24.
2) No sabemos qué sucederá con motivo de la definición
de la candidatura del oficialismo. Por ejemplo, qué harán quienes no la
obtengan. ¿Se contentarán con las sobras que les toquen y cerrarán filas o
buscarán competir por su lado, dividiendo a los suyos? En particular, ¿qué
harán en un caso así el canciller Marcelo Ebrard y el senador Ricardo Monreal?
3) No sabemos si la oposición se presentará a la elección
en bloque o separada. Tampoco podemos adivinar hoy cómo definirá a su aspirante
o aspirantes ni quién o quiénes serán y, mucho menos, cómo se desenvolverá la
campaña.
4) ¿Cómo impactarán en la decisión de los votantes la
situación económica o la seguridad pública? Si hay recesión, ¿qué tan profunda
será? Si se mantiene la inflación, ¿cuánto tardará en bajar? Si persiste la
violencia en las calles, ¿qué tanto la tomarán en cuenta los ciudadanos que
vayan a las urnas?
5) Hasta ahora, ningún escándalo parece haber afectado
la popularidad del Presidente, pero, ¿será siempre el caso? Y hablando de sus
niveles de aprobación, ¿son transferibles en automático al candidato o
candidata de su partido?
La elección de 2024 —cercana o lejana, como se quiera
ver— aún tiene una serie de incógnitas. Sin conocer cómo incidirán dichas
variables, el pronóstico es ocioso. Desde luego, las probabilidades se inclinan
hoy a favor del oficialismo, pero eso está muy lejos de significar que su
triunfo en 2024 es irremediable. Más bien, los esfuerzos que se hacen desde el
gobierno para crear esa impresión y para incidir en la conformación de las
autoridades electorales parecen indicar que no hay certeza en esa victoria.
BUSCAPIÉS
Parece que los criminales a nada le temen en Zacatecas.
Pese a que fueron enviados dos mil elementos de la Guardia Nacional a la
entidad después del homicidio del general Urzúa Padilla —primera vez que matan
a un militar de ese rango en la historia moderna de México—, y, con todo y la
vigilancia supuestamente reforzada, el fin de semana incendiaron dos casetas de
cobro, bloquearon carreteras federales con vehículos robados, regaron
ponchallantas en el pavimento, intentaron provocar una fuga de reos y
asesinaron a un juez. ¿Quién manda allí?