Por: Cristina Padín
Cuatro mujeres esperando un autobús. Un 19 de octubre. Verde
espárrago el vestido de una de ellas, ególatra y ostentosa.. la típica que en trescientas
fotos diarias presume un bolso, unos zapatos, un desayuno, diez barras de
labios, una blusa. No saber nada, ni qué día se recuerda el cáncer de mama, no
leer nada, ni las bellas páginas de El principito, cabeza hueca de palabras, corazón
sin un mínimo sentimiento. Postureo, mediocridad, afán de notoriedad, fealdad y
pobreza.
Una mujer joven. Hermosa. Bajo su camiseta con una guitarra
flamenca y una rosa nada más hay una teta. Un seno, un pecho. Le quitaron el
otro a sus diecisiete, cuando más deseaba disfrutarlo. Una madre en los
cuarenta. En su escote una medalla. En
la medalla un rostro: el de su hermana. Muerta. Un cáncer agresivo se la llevó.
El niño, Pablo, tiene a mamá en el cielo, vive con la tía. Una monja. La ginecóloga
que la atendió le explicó que su bulto desaparecería solo, no era peligroso.
Llegó el autobús. Dentro venía un caballero de la vida. Iban
a visitar unas fuentes y a realizar un evento relativo al día 19 de octubre..
Usted puede quedarse aquí, dijo a la mujer de verde, este no
es su autobús, puede esperar tranquila tomándose unas fotos bajo la marquesina,
que veo que es lo que está haciendo. A las demás gracias por la valentía y la
colaboración. Suban, por favor.
19 de octubre. Ojalá algún día no exista el cáncer de mama.
No exista el cáncer
A cada mujer que de cualquier modo ha conocido este cruel
dolor
A las personas que se preocupan de lo que ocurre alrededor
A mi querido Pablo, puro divo, feliz día
A mi querido Luis
A los luchadores
Al flamenco
