Cuando cayó la última hoja de aquel árbol todos los habitantes de la isla supieron que había llegado el invierno. El paisaje del lugar era como los de República Dominicana, sin embargo era un territorio con otro nombre y otra geografía en el que en diciembre el sol únicamente aparecía durante siete minutos..
Cayó, la hoja, aterrizó en el arenal como si su presencia quisiera acariciar la solemnidad del momento. Ya estaba: ya era invierno. La vida había dado otra vuelta completa, y el verano se había evaporado como en doce jirones de magia. Hubo aplausos. Todos sabían que, al día siguiente, se celebraría como siempre la procesión marítima. Procesionaba sobre las frías aguas, de apetecible color turquesa, la Virgen de la Macarena…
Tan lejos de Sevilla, tan cerca de la esperanza con Esperanza…
Era una procesión bella y humilde!
Ese cuento va en mi nuevo libro
Ahora, y siempre, necesitamos esperanza
Dedicado a nuestras bellas costumbres
A Albriux: la genialidad!
A mi Sevilla
A la Esperanza Macarena
A mi Luis
A mi amiga Pau
A mi cantante favorito
Y al mar