Por: Jordy R. Abraham
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La Madre Teresa de Calcuta solía decir que la paz comienza con una sonrisa. Lo cierto es que las pequeñas acciones tienden a convertirse en hábitos que moldean nuestra personalidad.
Los primeros años de formación son de enorme relevancia para cualquier ser humano. Por lo general, los infantes que crecen expuestos a conductas de violencia, son más propensos a repetir patrones nocivos. Así, grandes sectores de la sociedad se encuentran inmersos en ciclos viciosos producto de estigmas culturales perjudiciales tales como el sexismo o la discriminación.
Por el contrario, si se cultivan los valores de la tolerancia, el respeto y la amabilidad, los resultados a largo plazo pueden ser muy favorecedores. En este sentido, aspectos tan básicos como los buenos modales y la cordialidad, deben ser enseñados en el hogar para que se arraiguen en los miembros de la familia.
Ser cortés es algo que se aprende, en la mayoría de los casos, por parte de los padres. De este modo, dichas lecciones se refuerzan en la escuela, pero debe tratarse de una labor complementaria. La solidaridad y la fe son cualidades que los mexicanos conocemos de sobra, pero falta trabajar mucho en conceptos como igualdad, inclusión y participación.
No es razonable pensar en sociedades pacíficas cuando el contenido de televisión o redes sociales que consumen los menores es de apología al delito. Tristemente, la violencia se fomenta en múltiples espacios de la vida cotidiana y corremos el riesgo de percibirla como algo normal.
Dirigirse con violencia es inaceptable en cualquiera de sus formas. No obstante, antes de descalificarla debemos ser auténticos agentes de paz a título individual. Para tal cometido, no es indispensable ser un activista por los derechos humanos con presencia en foros internacionales. Basta con ser un ejemplo de buen trato y respeto hacia los derechos ajenos en el día a día.
Un líder remarcable es aquel que consigue hacer de lo ordinario, algo extraordinario. Las acciones simples son las que hacen la diferencia. Ser amables con los que nos rodean es un excelente primer paso para obtener un entorno más cordial. La comunidad debe ser una red propositiva que trabaje para el bien común. Depende de cada uno de nosotros el asumir ese compromiso. Hagámoslo juntos.