Firmes y dignos

Jordy R. Abraham Martínez
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Por: Jordy R. Abraham
JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham

La vida es un recorrido repleto de experiencias innumerables que van transcurriendo de forma vertiginosa y sin detenimiento. Por grandes lapsos, la reflexión se deja a un lado y no se lleva a cabo proceso alguno de introspección ni análisis objetivo de lo vivido. Cuando cometemos desaciertos, vienen las desilusiones e incluso la idea de desistir. Así, se van generando distracciones y nos apartamos de los planes, los anhelos y las metas.
Sucede que es inevitable cometer errores y caer en el fracaso ocasional. Lo anterior no nos convierte en incompetentes ni fracasados, sino que es parte inherente de la formación personal. El miedo al éxito se traduce en la resistencia por trabajar en un propósito por el temor a no conseguirlo. Detrás de cada historia de éxito hay cientos de caídas, ratos difíciles y tragos amargos. Cuando sentimos dolor por padecer alguna afrenta, nos es complejo comprender cuál pudiera ser la utilidad de experimentar una situación desagradable.
Lo cierto es que la madurez es la capacidad de afrontar los retos que se nos presenten, por muy complejos que sean, siempre conservando los principios y valores que nos distinguen. Por supuesto que las horas más obscuras nos hacen caer en desesperación, pero una vez que se supera la adversidad, puede verse en retrospectiva el enorme aprendizaje que se obtiene. Durante en recorrido, es válido caerse, siempre y cuando nos levantemos con mayor fuerza tras cada una de las caídas. La tenacidad será aliada en la lucha por conseguir las metas trazadas.
Si no cometes errores de vez en cuando, es porque te hace falta correr riesgos. La pasividad nos permite permanecer en un estado de confort, sin mayores aspiraciones. Cuando asumimos retos, nos decidimos a aventurarnos en lo incierto. Sin embargo, a pesar de la probabilidad de cometer errores, la recompensa radica en la oportunidad de mejorar en diversos aspectos de nuestra personalidad.
Entonces, al cometer un error, lo primero que debemos hacer es aceptarlo tal cual es. Equivocarnos no nos hace peores personas a menos que nos invada la necedad de permanecer en el error. El manejo de crisis es primordial para salir bien librados de las dificultades ocasionadas por la imprudencia o la falta de experiencia.
Es mejor reconocer los errores propios antes de que otros los exageren. No perder la humildad ni la visión persistente de los objetivos planteados, será la clave para triunfar. En medio de la obscuridad más profunda, siempre se podrá encontrar un destello de luz, por más mínima que esta sea. Dentro de los momentos más duros del recorrido humano, siempre podrá hallarse la manera de forjar el carácter para crecer en las virtudes y en los atributos que nos llevan al desarrollo personal.
Es importante realizar ejercicios para conocer las fortalezas y las áreas de oportunidad con las que contamos. No esperemos mucho de los demás y seamos exigentes con nosotros mismos, para ser esos entes propositivos que tanto urgen a la comunidad. No nos desanimemos ante los obstáculos emergentes ni ante los entornos desfavorables. Aprendamos a detectar lo positivo, dentro de lo desfavorable. Aprendamos a construir a partir de lo remoto, para no perder la esperanza ni el afán por ser líderes que trabajen en favor del bien común.

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