La evolución tras la revolución

Jordy R. Abraham Martínez
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Por: Jordy R. Abraham / JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham

Los movimientos revolucionarios consisten en grandes cambios paradigmáticos que tienen lugar en algún sitio histórico de manera súbita. Tal es el caso del Renacimiento posterior a la Edad Media que supuso una coyuntura para el arte y la cultura. Otro ejemplo se observa en la Revolución Industrial que tuvo sede en Inglaterra y que significó un hito promotor del crecimiento económico así como la urbanización. En fin, estos remarcables eventos se traducen en drásticos movimientos al statu quo en sus respectivas épocas.
Cada año, en nuestro país se conmemora la Revolución Mexicana en el mes de noviembre. Poco más de un siglo ha transcurrido desde ese acontecimiento de trascendencia singular. Como ocurre con frecuencia, muchos tienden a olvidar el trasfondo que hay detrás de la celebración de las fiestas patrióticas. Parte de nuestro orgullo nacional depende de conservar en la memoria la esencia de la historia que tenemos en común.
Una dictadura que parecía interminable fue derrocada por aquel levantamiento iniciado en 1920. El gobierno perpetuado de Porfirio Díaz no podía ser considerado, de ninguna manera, democrático. Si bien es cierto que durante su administración se desarrolló la infraestructura de ferrocarriles y se dio la pavimentación en algunas ciudades, las condiciones sociales eran deplorables.
La injusticia era habitual, sobre todo la ejercida hacia el sector rural de la población. Los campesinos apenas sobrevivían a pesar de ser los productores de riqueza para el país por medio de la agricultura y otras actividades. Por supuesto, no existía ni la mínima noción de los derechos humanos por parte del Estado, y los crímenes hacia los ciudadanos eran recurrentes.
El panorama se tornó insostenible hasta que la Revolución se hizo improrrogable. Se logró exiliar a Díaz Mori, aunque ese fue solamente el principio de un nuevo rumbo para México. Los retos consecuentes fueron muchos y paulatinamente se han ido sorteando con esfuerzo y sentido de amor a la patria.
Después de cien años, en la nación hay instituciones gubernamentales que trabajan para los mexicanos de forma organizada. La transparencia y la rendición de cuentas han cobrado presencia en las últimas décadas, lo cual es positivo, pues les brinda herramientas a los ciudadanos para exigir resultados a los servidores públicos. Se ha avanzado mucho y el futuro es prometedor.
El entorno democrático dista mucho de aquel porfiriato. Los comicios periódicos producen un constante cambio de los actores políticos, turnando las encomiendas de poder. La sociedad civil tiene la oportunidad de alzar la voz en cuanto a temas políticos con las candidaturas independientes. Así mismo podemos constatar el sistema de contrapesos con la efectiva división de los poderes según lo estipulado en la Constitución, lo cual antes no ocurría. Mucho ha cambiado y no debemos obviar la relevancia extraordinaria de ese fundamental punto de partida que hizo historia.
Para comprender a México es indispensable conocer el legado de quienes han trabajado para construir la nación que hoy tenemos. Obviamos la libertad, la democracia y los derechos civiles cuando perdemos la conciencia con relación a estos sucesos medulares para la evolución de la república como país.
Hoy nos corresponde dignificar la lucha previa de los patriotas siguiendo su ejemplo como fervientes actores en favor de los ideales sobre los cuales se edificó México. La unidad, los valores familiares y el honor son imprescriptibles. No caducan ni caducarán en la esencia de quienes se enorgullecen de su origen. Hagamos que así sea, pues ese es el compromiso que tenemos como mexicanos.

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