Lo que la ley no prohíbe, lo puede prohibir la moral

Jordy R. Abraham Martínez
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Sobran los motivos, por: Jordy R. Abraham Martínez.

JordyAbraham@gmail.com / Twitter: @JordyAbraham

La libertad es la facultad por medio de la cual un individuo es capaz de elegir entre dos o más opciones la mejor. La toma de decisiones es fundamental en el desarrollo humano, porque a través de ellas se traza la ruta propia y se adquieren experiencias. No obstante, existen etapas de la vida determinantes para el crecimiento personal. En la formación del carácter, la niñez y la adolescencia son particularmente relevantes. 

Los excesos en general suelen ser perjudiciales. Las adicciones se dan cuando un sujeto se vuelve dependiente a alguna substancia o conducta. Es decir, que el consumidor pierde el control sobre su manera de usar el agente adictivo en cuestión. Por disponer de libertad, se puede escoger entre alternativas distintas, el problema viene cuando el ser humano opta por un bien aparente, que en realidad le es nocivo. La gente no decide volverse adicta, sino que busca encontrar experiencias gratas al emplear drogas. La falta de afecto, la desesperación e incluso la curiosidad, pueden ser factores de riesgo que inciten al vicio. 

Las legislaciones de los países abordan este tema y en muchas naciones hay una regulación amplia sobre agentes adictivos. Cada Estado decide cuáles drogan son legales, así como las substancias cuya comercialización es penada. Aun cuando la discusión se da en el marco de un interés por la salud pública, recientemente ha habido polémica en torno a la razonabilidad de algunas restricciones en este sentido. 

Ahora bien, me parece que el debate no debe versar sobre la prohibición de ciertos productos, sino que debe de llevar a cabo una reflexión más profunda. Debemos remitirnos a valores tan elementales como la responsabilidad y el pensamiento crítico de los integrantes de la comunidad. Así, desde luego la educación juega un rol toral. Las bases de civismo y ética que se inculcan en el hogar son las de mayor peso. 

Por supuesto que la instrucción académica de los colegios es importante, pero los principios aprendidos en el hogar son la estructura sobre la que se construye la personalidad. La habilidad para tomar decisiones correctas se va consolidando a través del tiempo y la experiencia de vida. 

El criterio del individuo es el que dictará la elección de opciones benévolas o dañinas. Independientemente de la legalidad o no legalidad en el consumo de una sustancia, el intelecto nos debe alejar de aquello que no es positivo. Por ejemplo, el fumar tabaco es permitido en gran parte del mundo, aunque se sabe que provoca enfermedades. Cada persona es responsable de consumir o no, una substancia que perjudica su integridad. Lo mismo ocurre con el alcohol, pero también con los alimentos azucarados. Ambas cosas son malas si se ingieren en exceso. 

Es indispensable pensar cabalmente antes de actuar. Aprovechar el intelecto es lo que nos permite tomar mejores decisiones. Sobre todo, debemos ejercer un pensamiento colectivo para no caer en el egoísmo. Si logramos ser más conscientes de las consecuencias de nuestras elecciones, seguramente generaremos hábitos positivos, que nos permitan erradicar las adicciones y los vicios. Cuando las malas decisiones se vuelven una constante, el destino puede ser fatal. Trabajemos para alejar lo que daña nuestras vidas y seamos promotores de las virtudes y la sana convivencia. Elijamos el buen camino, que es el camino del bienestar social y personal.

Jordy R. Abraham Martínez
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