Por: Jordy R. Abraham Martínez.
Correo: JordyAbraham@gmail.com / Twitter: @JordyAbraham
Toda nación cuenta con una historia
que le vale ser distinguida de las demás por sus particulares características
culturales e ideológicas. En este sentido es palpable la gran tradición que
respalda a la identidad mexicana.
Desde remotos tiempos prehispánicos,
las etnias indígenas fueron forjando un imponente legado que perdura hasta
nuestros días. Son muchos los valores que como mexicanos compartimos y se han
ido inculcando generación tras generación.
Los últimos doscientos años han sido
de principal relevancia para la conformación del Estado mexicano como un país
independiente y en franco crecimiento. Como toda nación, ha tenido que hacer
frente a adversidades, fortaleciendo el arraigado sentido de solidaridad tan
distintivo de nuestra población.
El 16 de septiembre de cada año,
celebramos el inicio de la guerra de independencia de la Corona Española, con
la conmemoración del famoso grito pronunciado por Miguel Hidalgo y Costilla.
Esta fiesta exacerba los sentimientos nacionalistas de los mexicanos. Durante el
mes patrio, es común observar en las calles de las ciudades adornos con los
colores de la bandera y distintos eventos que engalanan la celebración.
Toda la mística que envuelve este
acontecimiento anual, es muy positiva, pues se traduce en un espacio obligado
para recordar las raíces del país en el que vivimos, así como rendir tributo a
aquellos personajes que llegaron inclusive a morir por conseguir la anhelada
soberanía nacional.
Ahora bien, el auténtico nacionalismo
va mucho más allá de brindar con tequila la noche del 15 de septiembre o de
coincidir en el odio hacia un político líder en un país extranjero. Sin
embargo, de poco sirve celebrar intensamente las fiestas patrias si no se dignifica
la nacionalidad mexicana el resto de los días del año.
Durante la lucha por independizarse,
México tuvo a figuras de enorme trascendencia. Hombres y mujeres que
combatieron hasta el punto de derramar su sangre por una causa común. Estos
héroes nacionales trazaron el comienzo de un proceso de evolución como país
emergente. Su legado es imborrable.
No obstante, el contexto histórico ha
cambiado. Después de más de dos siglos, la sociedad, sus necesidades y el
propio orden mundial, han cambiado. En la actualidad, se requieren con urgencia
patriotas que entreguen su vida por México. Empero, es preciso aclarar, que no
se trata de morir por la nación, sino de dar cada hora de vida, para construir
un mejor país.
Ha habido una transición natural que
partió desde los primeros años de México como un Estado independiente, pasando
por la Revolución, y ahora en un nuevo paradigma. La era contemporánea, nos
presenta una oportunidad para dar ese salto necesario para consolidarnos como
un país desarrollado. Solo a través del empeño de auténticos patriotas se puede
conseguir este cometido.
Es imprescindible revalorizar la
cultura mexicana. Debemos refrendar los valores que nos han distinguido a lo
largo de decenas de generaciones. La gran responsabilidad de los jóvenes
mexicanos será la de adquirir conciencia sobre los retos que representan los
cambios propios de la globalización.
El nacionalismo es sano cuando se
suman esfuerzos por medio de él. El sentimiento patriótico es benéfico cuando,
a través de él se pretende edificar progreso. El egoísmo no tiene cabida en un
patriota, y mucho menos, la apatía.
Es tiempo de un nuevo patriotismo, de
acción, pero sobre todo de unidad. La organización social es el cimiento de
todo proyecto de nación. ¡Hagamos que Viva México!