Por Pascal Beltrán del Río
Las redes sociales han hecho evidente que existe un grupo de personas cuya mayor satisfacción en la vida es encontrar cosas sobre las cuales puedan estar indignadas, y asegurarse de que todos lo sepan.
Esta semana, alguien quiso hacer pasar un mal momento al profesor tapatío Ramón Bernal Urrea. En una de esas, hasta lograr que lo corrieran de la Preparatoria 10, ubicada en Zapopan e incorporada a la Universidad de Guadalajara.
Bernal fue grabado en video mientras daba clase a un grupo de preparatorianos de primer ingreso. El maestro hablaba sobre la vulnerabilidad de las mujeres y ejemplificó con el caso de su hermana, quien, luego de casarse, se dio cuenta de que su pareja era un golpeador.
En una parte de su cátedra, Bernal parafraseó al cuñado misógino, empleando la misma expresión soez que, a decir de él, utilizó con su hermana.
Alguien manipuló esa grabación –que se hizo probablemente de manera subrepticia– para hacer pública sólo esa última parte de la conversación con los alumnos, de tal manera que parecía que el misógino era Bernal y no su cuñado.
Eso le valió a Bernal ser calificado en redes como #LordPrepa10 e incluso que se armara un movimiento para exigir su cese a la UdeG.
El video descontextualizado fue retomado ad libitum por algunos noticiarios de televisión y algunas páginas web de medios tradicionales, que lo transmitieron como un hecho escandaloso ocurrido en vísperas del Día Internacional de la Mujer.
No faltaron los comentarios indignados de algunos conductores e incluso una entrevista en cámara con la directora de la escuela, Paula Alcalá, quien se cubrió las espaldas diciendo que ella llevaba “sólo algunos meses” en el cargo. Incluso se atrevió a señalar que lo que enseñaba Bernal “no se corresponde con lo que debe transmitir” un maestro.
Lo que debieron hacer ella y los responsables de esos noticiarios fue revisar que los hechos efectivamente hubiesen ocurrido como se difundieron maliciosamente en las redes sociales.
Y es que, de inmediato, el profesor Bernal publicó una carta abierta en la que explica lo ocurrido. Lo que hizo, escribió, fue “retratar de la forma más fiel posible una situación de violencia familiar”.
Agregó: “Mi intención no fue ofender sino evitar que un día padezcan de este problema social y que tomen conciencia para erradicarlo”.
Lo que procede ahora es que quienes el martes querían hacer garras al profesor, sin que les constara nada, se disculpen con él.
Lo deben hacer los medios de comunicación que se equivocaron y también las autoridades de la Universidad de Guadalajara, que lo habían citado a que compareciera ante el Consejo Universitario “en un plazo de 48 horas”.
Ya he tratado antes en este espacio el grave daño que pueden causar las redes sociales, cuando información falsa o sacada de contexto es reproducida sin mayor criterio.
Por eso estoy seguro que las redes nunca serán un reemplazo para los medios de comunicación, pues a menudo sus usuarios olvidan que difundir hechos, opiniones o imágenes a tontas y locas, sin jerarquización, equilibrio informativo y contexto no es hacer periodismo.
Hace unos meses documenté aquí cómo la historia de la niña que corrigió la dicción del secretario de Educación Pública fue falseada para que pareciera que la alumna iba a ser corrida de su escuela, como represalia por su atrevimiento, y cómo varios medios de comunicación compraron dicha versión sin comprobar su veracidad.
Vivimos en una época en que lo inmediato es sobrevalorado. Yo sé que tratar de cambiar esa situación equivale a arar en el mar. Sin embargo, el periodismo no puede ceder a la exigencia de satisfacción instantánea sin riesgo de equivocarse. Y equivocarse en este oficio implica hacer públicos los errores cometidos, además, por supuesto, de desinformar al público al que nos debemos.
El periodismo sirve para informar, no para dar alas a la indignación o procurar linchamientos. En mi opinión, los hechos de interés público tienen un valor intrínseco. No buscan desatar condenas ni mucho menos, revoluciones.
Por desgracia, la historia registrará que algunos medios de comunicación se fueron en banda ayer en el Día Internacional de la Mujer. Antes que hacer caso de los hechos, atendieron al prejuicio de que cualquier hombre es un misógino. Es decir, todos.