Bitácora, por: Pascal Beltrán del Río.
Nadie ha hecho mayor publicidad a las movilizaciones
ciudadanas del próximo domingo en defensa del Instituto Nacional Electoral que
el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sin las constantes menciones que ha hecho en su
mañanera —incluidos sus insultos para los organizadores y eventuales
participantes—, la protesta carecería de la tracción informativa que tiene hoy.
Con su fatwa, el mandatario está generando un morbo
semejante al que se produjo hace dos décadas, en vísperas del estreno de El
crimen del padre Amaro, cuando se llenaron las salas de cine ante los llamados
a boicotear la película. Nada genera más interés que lo prohibido.
Es imposible predecir cuántas personas responderán a
la convocatoria para marchar, pero, si los contingentes resultan numerosos
López Obrador no podrá culpar a nadie de ese éxito, sino a sí mismo, pues lleva
tres días hablando del tema.
Parte de la promoción no intencionada ha sido su discurso
falsamente tolerante del derecho a la manifestación. El lunes pidió que no se
impusiera a los opositores “lo que nosotros padecimos, porque estos hipócritas
querían hasta reglamentar las marchas”. Caray, como si él y sus seguidores
alguna vez hubieran tenido restricciones para manifestarse. Si hasta bloquearon
el corredor Reforma-Zócalo, echando mano de personal sindicalizado del gobierno
capitalino y vendedores ambulantes para mantener ocupadas las carpas (¿verdad,
Alejandro Encinas?).
Si López Obrador creyera realmente que sus críticos
merecen esa libertad, no habría sacado su rosario de descalificaciones para los
convocantes a la marcha e interesados en participar en ella: racistas,
clasistas, hipócritas, achichincles, aspiracionistas, despistados, fifís,
cretinos, corruptazos, masoquistas, conservadores, inmorales, farsantes,
alcahuetes, saqueadores, matraqueros, ladinos, etcétera.
El sueño del Presidente sería poder agregar
“ternuritas” el próximo lunes. Que las marchas fracasen, sobre todo la que se
llevará a cabo en la Ciudad de México. Ansía que se cambie el punto de destino,
que ya no sea el Hemiciclo a Juárez, sino el Zócalo, con la esperanza de que
las imágenes del domingo muestren una plaza semivacía.
Para atraer a los manifestantes a la Plaza de la
Constitución —catedral de la protesta social en México—, el Presidente llamó a
la jefa de Gobierno para que quite el diamante de beisbol actualmente montado
allí, según contó él mismo. Agregó que no tenía idea de que se estuviera
llevando a cabo un torneo, como si ese deporte no le gustara y como si llevara
días sin asomarse a la ventana de su oficina.
En buen tabasqueño, López Obrador está cucando a sus
críticos. A ver si no le sale el chirrión por el palito.
BUSCAPIÉS
*Al presidente López Obrador no sólo le complacía la
ciudadanización de las autoridades electorales, como lo expresó cuando era
presidente nacional del PRD (1996-1999), sino que no tardó en beneficiarse
personalmente de ella. Sin un fallo a su favor por parte del tribunal electoral
del entonces Distrito Federal —por tres votos contra dos—, él no hubiera podido
ser candidato a jefe de Gobierno en 2000 y quizá no habría llegado hasta donde
llegó, pues incluso varios en su partido, como Pablo Gómez, hoy titular de la
UIF, alegaban que no cumplía con los criterios de residencia para ocupar el
cargo.
*El mandatario anunció que la sección de su mañanera
dedicada a exponer supuestas mentiras sobre su gobierno dejará de ser semanal
para volverse diaria. Curiosa decisión de un hombre al que se le han
contabilizado miles de afirmaciones no verdaderas, como los señalamientos de
corrupción en fondos y fideicomisos, jamás probados, que sirvieron de excusa
para apropiarse del dinero que había en ellos y destinarlo a otros fines. El
mismo que no se siente obligado a ofrecer disculpas a quienes han sido víctimas
de acusaciones sin fundamento en sus conferencias.