Arte de Guerra, por: Ares.
Instagram: @AresArteGuerra
Cuando Pancho Villa atacó Columbus (8 y 9 de marzo de
1916) su aura de invencibilidad ya lo había abandonado. Tras la Batalla de
Celaya, su mayor derrota militar, su División del Norte ya había quedado
diezmada. De haber tenido más de 22,000 efectivos ahora se encontraba con tan
solo 1,500. Su única capacidad estaba limitada a golpes de guerrilla por el
norte de México. Sus operaciones de saqueo y robo no podían continuar si no
conseguía municiones y caballos. Así fue como se le ocurrió que si atacaba a
Estados Unidos podría obtener los suministros tan necesitados para rearmarse.
Columbus se encuentra en el estado de Nuevo México, 3
millas al norte de la frontera. Villa había calculado que si lograba atacar con
éxito el poblado podría recuperar sus mermadas fuerzas. Su primera acción en
vísperas del ataque fue mandar espías al otro lado de la frontera. Su misión
era hacer labor de reconocimiento para identificar qué tanta fuerza militar
tenían los americanos en Columbus. Sabemos hoy que los mejores generales de la
División del Norte a estas alturas ya estaban muertos. Por eso la misión de
reconocimiento fue un fracaso y Pancho solo recibió informes errados de las
fuerzas americanas.
Durante la noche del 8 de marzo, con inteligencia
errónea y pensando que contaba con el factor sorpresa, Villa se lanzó al
ataque. Como buen bandolero, sin respeto por los civiles, empezó a incendiar
casas y saquear todo lo que estaba a su alcance. Suponía que sería una victoria
rápida y contundente. Mientras tanto, las fuerzas americanas sospechaban del
ataque y se prepararon (Pero no lo suficiente debido a las falsas alarmas que
habían ocurrido en el pasado). En lugar de los 30 hombres que la guerrilla
esperaba encontrar, estaban estacionados 350 soldados americanos armados hasta
los dientes.
El teniente John P. Lucas (El que en 1944 iba a
comandar las fuerzas de desembarco en Anzio, Italia) movió a la 13 ava división
de caballería, que contaba con ametralladoras (Hotchkiss M1909), para entrar en
batalla con la División del Norte. Las fuerzas estadounidenses se organizaron y
lanzaron un poderoso contraataque.
Éste empezó a tener éxito, por lo que los guerrilleros
decidieron retirarse. La fuerza original de Villa era de poco menos de 500
hombres. A pesar de haberse quedado con bastante material, esta operación
terminó siendo un desastre. Las bajas fueron de alrededor de 150 hombres.
Cuando Francisco Villa atacó Columbus lo hizo cargando
muchos errores. El arte de la guerra insiste en el uso de espías para poder
tener éxito.
Sin embargo, los encargados de espiar al objetivo
hicieron muy mal su labor. Por otro lado, los villistas creían que aún contaban
con el factor sorpresa, pero varios pobladores ya habían mandado la señal de
alerta al cuartel de Columbus.
El mayor Frank Thompson, que superaba en conocimientos
militares a los bandoleros, les hizo pagar muy caro su mala planeación
estratégica.
Al final, los cadáveres de los guerrilleros fueron
rociados con keroseno y quemados en una fosa común.