Por: Aida Maria Lopez Sosa.
“El
hombre es la coronación de la Creación y el ser vivo más afortunado y digno de
admiración. Dios impuso límites a todas las demás criaturas, solo el hombre es
libre y capaz de descender al mundo inferior del animal o elevarse al mundo
superior de los de lo divino, casi tan libre como el mismo Dios; en cada
individuo vive Dios revestido de carne humana”. Giovanni
Pico della Mirandola. Filósofo del Renacimiento.
Existen obras de arte cuya simbología ha
trascendido, una de ellas es “La creación de Adán” (1508-1512) pintada por
Miguel Ángel Buonarotti (1475-1564). La imagen de Dios atravesando los cielos
para rozar con su dedo el de Adán es enclave del arte universal. La idea se ha
extendido para alojarse en el imaginario, materia prima que aprovechan las campañas
publicitarias para otorgarle prestigio a los productos. Todos recordamos la
película “E.T.” de Steven Spielberg donde el largo dedo del extraterrestre se
extiende desde las alturas para rozar el dedito del niño -nada qué ver con la
religiosidad- o “Connecting People” empresa
de telefonía celular cuyo logotipo va
en el mismo sentido. Hasta la familia Simpson tiene su propia versión.
Si bien en la Biblia se expresa la
incapacidad humana para percibir a Dios, los humanos querían verlo y los
pintores lo representaron encarnizado a imagen y semejanza del hombre -o viceversa-, esto queda nítidamente representado
en “La creación de Adán” – fresco ubicado en la Capilla Sixtina llamado así por
el papa Sixto IV-. Miguel Ángel representó en tonos opacos tanto a Dios como a
Adán, con los mismos detalles, proporción y sustancia; uno y otro son de la
misma materia. Mientras Adán tiene una actitud pasiva, Dios atraviesa el cosmos
para llegar a él, la velocidad se percibe por la barba y la cabellera hacia
atrás; representación aerodinámica, omnipresente. A partir del Renacimiento el hombre
pecador dejó de habitar el valle de lágrimas de la Edad Media para
representarse perfecto por la obra y gracia divina. Una imagen armoniosa, ideal,
que contrasta con las guerras, pandemias y toda la serie de males que vivimos a
diario, alejado en mucho de la voluntad del creador.
Los pintores hacen “hablar” sus obras a
través de las manos y los brazos de los personajes: las manos tapando el rostro
expresan tristeza; los brazos alzados denotan triunfo, alabanza; las manos
orantes, devoción, piedad. Miguel Ángel reinterpretó el libro del Génesis, el
cambio de paradigma era necesario para conciliar las ideas clásicas y
cristianas. Adán después de haber sido creado con un puñado de tierra
necesitaba vida y Dios se la dio al insuflar aliento en sus narices. El pintor
encontró una manera nueva de vivificación, algo visible y más aceptable, la
delicadeza de un roce donde la composición ubica el punto de fuga, el misterio
de la Creación. Los críticos consideran que la trascendencia de la pintura es porque
replantea preguntas como el origen del hombre y su presencia en la tierra.
¿Existimos por la intervención divina o procedemos del mono? Más allá de las
preocupaciones y cuestionamientos acerca de nuestro origen, está la necesidad
de creernos acompañados y sentir que alguien nos tiende la mano; recordarnos
que no estamos solos. Miguel Ángel nunca imaginaría el impacto de su obra al
darle visibilidad al deseo humano. Cosa extraña es enterarnos del pensamiento
del pintor al respecto, la simbología de “La creación de Adán” es opuesta a su
actitud misántropa, él solo decoró un total de mil metros cuadrados de la
Capilla Sixtina -con unos cuantos ayudantes para los detalles-, repetía que no
tenía amigos ni quería tenerlos.
En la bóveda del templo está representado desde
la Creación, pasando por la expulsión del paraíso hasta Noé. Así también
escenas del Antiguo Testamento con personajes anteriores a Jesucristo como
sibilas y profetas. “El juicio final” en la pared del altar lo realizó treinta
años después. Como es de suponer la conclusión de la decoración llevó varios
años, en el libro “Vida de los más excelentes pintores, escultores y
arquitectos” de Giorgio Vasari se cuenta la anécdota del asedio del papa a
Miguel Ángel para que terminara y la respuesta del artista: “La capilla estará
terminada cuando yo quede satisfecho de sus cualidades artísticas”; el papa
reaccionaba amenazándolo con mandarlo a lanzar del andamio, ya que su deseo era
que terminara pronto, petición que se cumplió aunque posterior necesitó
retoques.
A veces quisiéramos sentir ese roce, que
nuestro índice toque la perfección y la vida sea un lecho de rosas. Sin embargo
ese roce lo hemos experimentado al gozar de salud, éxitos profesionales, tener
una familia y amigos con quienes compartir. En los peores momentos cuando sentimos
la ausencia de Dios nos volcamos en oraciones y rezos para que de nuevo voltee
a vernos y, como en la pintura, atraviese los cielos hasta llegar a nosotros a devolvernos
la paz.