Por: Aida Maria Lopez Sosa.
La
vida de Margherita Luti pudo haber pasado desapercibida en la historia de no ser
porque fue el amor del artista renacentista Raffaello de Urbino, para quién
posó e inmortalizó en varias obras. La joven, nació cerca de la Basílica de
Santa Cecilia en el Trastevere, en la Via di Santa Dorotea. Hija de Francesco
Luti, un tahonero de Siena, le valió el mote de “La Fornarina” –La panadera-. Los
biógrafos del arquitecto y pintor revelan que la conoció cuando él trabajaba
para el papa León X en el mismo barrio donde ella vivía, mientras caminaba la
vio salir al balcón y de ahí su insistencia en conocerla hasta convertirla en su
amante, a pesar de su compromiso con Maria Bibbiena, sobrina del cardenal
Bernardo Dovizi de la casa Medici, quien le ofreció una cuantiosa dote para consumar
el matrimonio. El religioso tuvo que resignarse a la procastinación del artista
quien vivía días de pasión con su amante. El escritor Gustave Flaubert en su Dictionnaire des idées recues se refirió
a La Fornarina como “C´était une belle
femme; inutile d´en savoir plus long” -es una mujer bella, es todo lo que
hay que saber-. Honorato Balzac la
llama femme fatale en su libro:
“Esplendor y miserias de las cortesanas” (1838). Sobre ella escriben
Baudelaire, Byron, Nabokov. Romanelli dedicó una escultura a los amantes.
El
pintor y escritor Giorgio Vasari en su obra: “Vida de los más excelentes pintores,
escultores y arquitectos” (1550), la llama “dama de su corazón” sin nombrarla.
Describe la desesperada actitud del pintor como “una pasión violenta”, por la
codependencia incontrolable a La Fornarina, incluso en horas de trabajo, lo que
escandalizaba al Vaticano. Vasari escribe: “Así,
cuando Agostin Chigi, su entrañable amigo, le encargó la decoración de la
primera galería de su palacio, viendo que Rafael no atendía mucho a su trabajo
a causa de sus amores con una mujer, se desesperó tanto, que mediante
intermediarios y personalmente consiguió instalar a aquella dama en su casa,
para que estuviera continuamente en las habitaciones en que Rafael trabajaba”. La
compañía de ella lo inspiró en la decoración de la “Logia de Psique”, la bóveda
con la “Asamblea de los dioses en el cielo”, a las Gracias esparciendo flores, ángeles
y querubines, niños con emblemas de los dioses, Mercurio con su flauta, Júpiter
besando a Ganimedes. Representaciones poéticas por doquier de un artista
enamorado.
Vasari
inicia el capítulo dedicado al pintor, exaltando la labor del cielo al
conjuntar todas las riquezas de sus tesoros en el gracioso Raffaello, dotándolo
de modestia, bondad, afabilidad, belleza, humanidad, gentileza, dulzura, con
toda clase de personas y circunstancias. Rafael nació a las tres de la
madrugada el Viernes Santo 6 de abril de 1483 y murió también el Viernes Santo 6
de abril de 1520, adjudicándole cierto halo de divinidad al compararlo con
Cristo. Su padre, poeta y pintor, no destacó como su único hijo, aunque sí lo
orientó ocupándose no solo de su alimentación “no con leche de nodrizas, sino con la de la propia madre”, sino de
su educación en el hogar con buenas costumbres y no en casas ajenas con modales
toscos. Unos años después lo encauzó hacia la pintura convirtiéndolo en su
ayudante hasta que tuvo los conocimientos básicos para ingresarlo al taller del
mejor pintor de la época, Pietro Perugino.
Raffaello
era famoso en Roma por su afición a las mujeres y vida pecaminosa entre fiestas
y orgías. Su prematura muerte coartó su relación de apenas seis años con
Margherita -perla en latín-. Después de una noche de pasión con ella, se
dirigió a prisa a la corte donde trataría el tema de la construcción de San
Pedro, de momento se sintió mal y se retiró a su casa con fiebre. Respecto a la
causa de su muerte no hay consenso; algunos creen que fue malaria, otros aseguran
que fue sífilis; sin embargo, hay un alto grado de probabilidad de que se haya
tratado de una intoxicación crónica por la exposición a pigmentos como el plomo
y el mercurio que tenía constantemente en las manos y las narices. A 501 años
de su muerte, aún no se llevan a cabo estudios anatomopatológicos de sus restos
enterrados en el Panteón de Roma.
¿Pero
qué pasó con su musa amante? Raffaello pidió que se fuera a su casa para evitar
escándalos no sin antes instruir para que le entregaran una suma considerable
de dinero para sostenerse en el futuro. Recibió la Extremaunción y después de
15 días de agonía, murió el mismo día que nació a los 37 años. Ella, después de
cuatro meses, ingresó como viuda al convento de Santa Apolonia muriendo dos
años después a los 29 años; tampoco están claras las causas de su muerte; se
cree que de cáncer de seno.
A
pesar de que La Fornarina no tenía el cuerpo ideal para los cánones de la
época, Rafael veía la belleza no solo en la anatomía, sino en la suma de virtudes
como el conocimiento, la inteligencia, la manera de hablar, las buenas
costumbres, los gestos, ornamentos en una dama. Sus amigos encontraron en su
aposento la última pintura que realizó: “Retrato de una joven”, el rostro de
Margherita y sus senos al descubierto; turbante y vaporosos velos, un brazalete
con la firma: RAPHAEL VRBINAS y la perla; se cree que también con el anillo que
podría ser por su matrimonio secreto y que cubrieron con pintura para evitar
escándalos posteriores, ya que se suponía comprometido con la noble. Actualmente
se encuentra la tabla de 85 x 60 cm en la Roma Gallería Nazionale d´Arte
Antica, Palazzo Barberini. En México, desde el 18 de abril hasta el 30 de mayo,
estará la exposición audiovisual –multimedia- en el Centro Nacional de las
Artes (CENART), con más de 40 obras para continuar celebrando cinco siglos de
la grandeza arquitectónica y plástica de Raffaello Sanzio de Urbino.