Por: Jorge Valladares Sánchez *
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Hace 17 años se estableció el 10 de octubre como Día Mundial de la Salud Mental y en esta ocasión el foco está puesto en el suicidio. Sin duda, la vida es uno de los derechos humanos más obvios y a la vez más polémicos. Me explico: es sencillo entender que sin vida no nos estaríamos comunicando, nada importaría ya; y la polémica se da cuando cuestionamos quién tiene derecho a decidir sobre ella, terminar con ella.
Y hace unos días se estrenó la película Guasón que está en los comentarios y posteos de mucha gente, algunos refiriéndose a la faceta cinematográfica, otros al personaje de Marvel y sus versiones previas, otros usándola como modelo de crítica social… En lo personal, cada vez que alguien usa una película para referirse a emociones o situaciones de la realidad, suelo responder: “es película…”. Pero en este caso, creo que usar la coincidencia de estos dos asuntos puede servir para ilustrar algo de lo que he dado en llamar la Psicología del Hilo Negro, aplicada a los temas de salud mental y de la vida comunitaria.
Mi punto es: cómo dejando de hacer, dejando pasar, permitimos grandes tragedias, o problemas importantes que a todos nos pueden ocurrir, por no mirar cuando se inician, por no atender las causas, por permitir su repetición, por dejar a la Fortuna (diosa romana) la combinación de circunstancias y factores, para luego preguntarnos ¿por qué esto me/nos pasa a mí/nosotros?
El punto medular de la Psicología del Hilo Negro es el planteamiento: Sabemos lo que tenemos que hacer en temas prioritarios que queremos que sucedan de cierto modo, y no nos ocupamos de hacerlo. De hacerlo bien, de hacerlo a diario, de hacerlo sanamente. Desviamos la atención de lo importante a lo urgente o a lo circunstancial. Y cuando volvemos a pensar en el mismo asunto y lo vemos más grave, ansiamos una gran fórmula que nos ofrezca una solución, la cual una y otra vez es: empezar a hacer a bien, a diario y sanamente lo que ya sabemos que tenemos que hacer.
Una ciudad decadente y en llamas (físicas o sociales) la vemos en pantalla y sabemos que es Gótica, salimos del cine y vemos con alivio a nuestra Blanca Mérida, sin sentido de urgencia de hacer algo frente al número de autos que se ha multiplicado, los edificios que cada vez son más y más altos, las grandes diferencias entre unas y otras zonas, la saturación o baja calidad de servicio en algunas instituciones o el deterioro de nuestras calles, en parte por nuestros hábitos, en parte por no exigir a tiempo la adecuada atención de servicios gubernamentales.
Entendemos al fin en pantalla que antes de Guasón hubo un Joaquín Phoenix, con una madre con trastorno mental, un padre abusador extremo, mentiras históricas, una infancia sin otras figuras de apoyo, una vocación que aspiraba a resiliencia, trabajos que rayan en lo inhumano, una codependencia que solo la muerte rompería, medios de comunicación orientados a distraer y mantener el estatus quo, y a pesar de todo, un hilo de conciencia que le hizo luchar por mantenerse por años atrás de la línea, sitio al que ya no parece que pueda regresar una vez que su nueva identidad ha quedado sellado con fuego, públicamente y en respuesta a lo que tanto se esperaba ya de él.
Pero como digo yo, “sólo es una película”. Así que salimos del cine y sabemos que en nuestro México querido las instituciones son como son y así seguirán, sin que eso nos active a hacer algo diferente. Contamos con hospitales y otras instancias psiquiátricas y psicosociales, pero los problemas de casa y del vecindario son normales, no tenemos porqué meternos en vidas ajenas, ni estamos para pelearnos con nadie, ni acudir a servicios que nos harían ver como si estuviéramos locos. Vemos a jóvenes jugando a maltratar o amenazar o matar a sus compañeros y emitimos una frase o posteo de lo mal que estamos sin asegurar que nuestros propios adolescentes, de casa, de la escuela, de la colonia tengan valores, ideas y acciones claras y positivas respecto a la convivencia social, pues lo de la película, sólo pasa en las películas.
Sabemos de empleos y empleadores miserables, y de apoyos gubernamentales que mantienen la situación sin dignificar la base económica de las familias de nuestra gente, pero estamos tan ocupados de no perder este empleo o de sí ganar estos pesos tan necesarios, que no vemos una crisis social a la vuelta de unos años más de continuidad de la enorme zanja entre quienes manejan el capital y quienes sólo ejercen el trabajo, y aún de políticas dirigidas a mantener a sectores dependientes de las dádivas gubernamentales en vez de incentivar el desarrollo económico de las familias.
Escribo estos párrafos y no paro de pensar en que hay un tono de protesta o negativismo en lo escrito, y por más que me repito que sólo estoy haciendo un señalamiento de coincidencias entre esa película y lo que puede estarse gestando, me hace falta lo que siempre aspiro en mis relaciones personales y profesionales: quedar en un cómo hacer, en vez de repetir una crítica o un desahogo. Así que paso a ello.
Con base en su planteamiento medular, la fórmula de la Psicología del Hilo Negro es: ponte a hacer lo que ya sabes que puedes hacer para que las cosas que te importan estén como quieres que estén; hazlo diario, hazlo bien, hazlo sanamente. Nuestra vida no es una película, así que no acaba a las dos horas, ni se puede hacer un remake para volver a empezar o cambiar el final.
Lo mismo si hablamos de un problema común que queremos resolver, que si hablamos de algo tan intenso como un intento suicida de alguien a quien amamos, empecemos por pensar ¿qué sé que sirve hacer para esta persona que me importa tanto (o por mí mismo)? Y empezar a hacerlo bien, seguirlo haciendo a diario y cuidar hacerlo sanamente. Abrazar, escuchar, estar, cuidar, pedir ayuda, leer, informar, alimentar, apoyar, limitar, retroalimentar, compartir, exigir… son acciones que todos podemos hacer, y que cuando alguien lo hace sirven, mucho, bien.
Cuando vemos lo extremo en una ciudad, una organización, una familia o una persona, podemos conmovernos, asustarnos o motivarnos. Así funcionan las películas. No esperemos a esos extremos en nuestro mundo cercano para ponernos a hacer lo que ya sabemos que podemos hacer. Tal vez no llegaremos a ser motivo de una gran taquilla, pero siempre podemos aspirar a ser el/la protagonista de la película de nuestras vidas, y el mejor aliado o al menos parte de la banda sonora de la película de la vida de la gente a la que amamos.
La salud es lo primero… ocupémonos de las acciones que sabemos que hacen bien a nuestra salud mental y la de nuestra gente, para que su vida sea bella. Y si tenemos dudas, acudamos con profesionales del tema.
*Jorge Valladares Sánchez
Consejero Electoral del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Yucatán.
Doctor en Ciencias Sociales y Doctorante en Derechos Humanos.
Especialista en Psicología y Licenciado en Derecho.
Presidente 2011-2014 del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán.