Hacía ya muchos años, muchísimos, que no existía para el caballero mucho recuerdo del pueblo aquel entre valles. La memoria es a veces demasiado cruel, y suele ser ladrona. Roba los momentos, los nombres, la vida… Aquella mañana Iris, comprobando que él parecía tener frío, le sugirió que bebiera un té de vainilla. El amor de juventud de Iris, y en verdad el amor de su vida, apreciaba esa clase de bebidas cálidas y acogedoras..
No dijo él que no… Aceptó de buen grado..
Sirvió, pues, Iris el té de vainilla con un trozo de chocolate fuerte. Y el caballero empezó a degustar el tentempié con su sonrisa franca. Nada más había probado el primer sorbo cuando una lágrima humedeció sus pestañas nobles. Hablaba poco el hombre, si hablara más usaría las palabras que tanto usaba en sus tiempos jóvenes. Hablaría de aquellos recuerdos: la mañana entre niebla, el café, un libro de narraciones épicas..
Unos lances bohemios de Morante..
Un paseo a caballo al caer noviembre…
Corría el año 2050… En España era un día de septiembre cualquiera.. un honesto y leal caballero bebía té de vainilla en una taza frágil y añoraba lo que fue con su frágil memoria..
Este cuento se inspira en un episodio de un libro, dedicado a ese episodio, haré un concurso con esto..
Dedicado a los bebedores de té de vainilla
A honestos caballeros. Honestas personas
A mi mago
A los lectores
Al jefe
A mi querido Luis
A Patricia, felicidad!
A Morante y morantistas
A Iris
A cada persona en lucha contra la memoria, mucha fuerza
A los abuelos. A la mía