Y Granada soñó que torearía José Tomás en sus arenas, y así sucedió. Soñó que sería la tarde historia y arte, y así sucedió. Y pasan los días, despacito pero también raudos, y aquello que fue belleza y leyenda enamora todavía más la piel y los recuerdos…
En la plaza había un niño, tendría once años. Lo cuentan los que le vieron, como vieron al de Galapagar liando su capote de paseo, y vieron los minutos avanzando en los relojes aunque el tiempo pareciera suspendido. Y el niño aplaudió y se emocionó…
Cuatro toros toreó José Tomás. Faenas de ley, de serpentinas y estatuarios, de alma y de esperanza. Y la tarde acabó… como acaban las cosas que tienen mucho sentido, y también los que no tienen ninguno.. y el cielo lloró estrellas de sentimiento.
El niño era un niño bueno. Educado, con valores, con principios. Era lo que después será un hombre de bien. Y preguntó. Era obediente. Preguntó a su tío y a su tía. Y como ellos le dijeron sí el pequeño bajó al ruedo y se atrevió!
Le dio la mano a Josè Tomàs!
No había en Granada sonrisa más pura!
Yo vi al niño, y me emocionó más de lo que ya estaba… Vivan los niños buenos!
Dedicado a Granada
A los niños
A ese niño
A mi Luis
A José Tomás
A los tomasistas
A la heladería Los italianos
A la gente de verdad
Y a mi mago, vuelve! Por favor!
